“Trabajé en el circo como artista, no como fenómeno”

ENTREVISTA | Gerardo López Obaya

Es el primer trabajador con acondroplasia (mide 1.30 metros) contratado por el Seguro Social; ha actuado en ruedos con toros, como cadenero de bar y en el cine

Gerardo López Obaya ha manejado microbuses, así como cuatro automóviles propios. (Araceli López)
Blanca Valadez
Ciudad de México /

Gerardo López Obaya mide 1.30 metros; sin embargo, su talla baja, causada por acondroplasia (alteración genética caracterizada por tener extremidades cortas y el tronco de tamaño promedio), no le ha impedido manejar microbuses , comprarse cuatro automóviles y convertirse en el primer trabajador de su condición empleado por el Instituto Mexicano del Seguro Social.

López Obaya fue contratado en público por Germán Martínez, director general del instituto, para realizar labores, junto con Adalberto Méndez, en la Dirección de Vinculación Institucional y Evaluación de Delegaciones.

Se trata de una plaza ganada a través del Instituto para la Integración al Desarrollo de las Personas con Discapacidad del Distrito Federal, que ha contribuido a la inserción laboral en la administración pública de personas con discapacidad.

“Germán Martínez concedió el derecho de colocar al nuevo gabinete del IMSS el logo de la institución en la solapa, por lo que hombres de hasta 1.90 de altura debieron arrodillarse, algo que me apenó, pero fue iniciativa de los funcionarios, empezando por el director”, recuerda.

A pesar de este reconocimiento, su lucha ha sido ardua para ser reconocido como una persona con derechos ya que, en alguna ocasión, se enfrentó a la discriminación en un hotel de gran turismo.

¿Cómo ha sobrellevado su condición?

Somos tres hermanos pero solo yo nací con esta alteración genética. Todos miden de 1.70 a casi 2 metros; sin embargo, para mantener a mi familia he trabajado de payasito en circos, como el de Los Hermanos Fuentes Gasca, donde el 17 de agosto de 1995 me casé con Rosa María Alfaro, también trabajaba ahí. Además he colaborado en obras de teatro infantiles, como Blanca Nieves, con la que he recorrido todo el país y parte de Centroamérica.

Experiencias extraordinarias...

Sí, inclusive he estado en el ruedo con toros, trabajado como “cadenero rudo” en bares y discotecas; como mensajero interno de la delegación Iztacalco, en el programa Sabadazo y en el cine en El arribo de Conrado Sierra (2016), con Maite Perroni. Desde que nací, hace 55 años, mi familia nunca me escondió, como era la costumbre en aquellas épocas; por el contrario, hicieron todo por integrarme: “¡Eres chaparro, pero no tonto!”, me decía uno de mis tutores, el señor Miguel, quien casi me adoptó debido a la gran diferencia de edad con mi familia de sangre.

¿Cómo fueron los años de escuela?

Por la primaria y la secundaria, hasta donde llegué, fue difícil, dado que algunos de mis compañeros solían ponerme apodos crueles, se burlaban de mi talla, de la forma de mi cráneo y de mis limitaciones físicas provocadas por la alteración en el receptor del factor de crecimiento de los fibroblastos.

¿Cómo enfrentó el bullying?

Usaba los puños para meterles tremendas tranquizas, era un poco agresivo de niño hasta que me encontré con gente como yo; comprendí que era pequeño, pero tenía cualidades. En Ciudad de México hemos conformado una comunidad de 100 personas de talla baja, las estadísticas señalan que en la ciudad nace una persona con esta alteración genética entre 25 mil. Por eso acepté trabajar en el circo, pero no como fenómeno, sino como artista.

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López Obaya comenta que sigue contratándose como payaso profesional: “Yo subo y bajo, aprendí a usar la patineta y la bicicleta, a manejar carros pesados. Hago todo normal... no alcanzo los tubos del camión o del Metro, claro, por ello me agarro de las personas pero, fuera de ello, no hay problema. Si necesito cambiar un foco de mi casa, pongo sillas, bancos, mesas y aplico diversas mañas”.

Su hogar no tiene adecuaciones especiales. Su esposa, Rosa María, de 47 años y quien se desplaza con bastón debido a un accidente, señala que antes de concebir a César, su hijo, tuvo dos partos fallidos. Uno de los productos falleció al nacer, medía 41 centímetros debido a las dos cargas genéticas; el otro fue aborto espontáneo a las semanas.

Los embarazos de personas con acondroplasias son de alto riesgo. Suelen nacer, detalla Rosa María, como si el tórax estuviera en forma de embudo, angosto de arriba, ancho de abajo, causándoles problemas respiratorios porque sus pulmones no pueden desarrollarse.

Por ello, Rosa María se atendió en el Instituto Nacional de Perinatología, donde nació César a la semana 36 y cinco días, en abril; pesó 3.100 kilos y midió 48 centímetros. Actualmente César tiene una talla de 1.20 centímetros. También ha enfrentado ataques en la secundaria. Sin embargo, su mayor satisfacción es haber obtenido la medalla de tercer lugar en natación en su primera paraolimpiada, en agosto pasado.

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