Pocos saben su destino y Francisco “Pancholín” Quiñónez es uno de ellos: echar porras a todo tipo de equipo deportivo de Durango ha sido su misión de vida desde hace 55 años y 11 operaciones, pero ni las secuelas de la pandemia anterior por el coronavirus lo detienen de hacer los que más le gusta y se le corta la voz al recordarlo.
Camina por las calles de la ciudad con bastón para ayudar a las prótesis en sus rodillas, pero al andar lento, no falta quien lo reconozca y lo salude, pues sabe que es correspondido por la gente, por los aficionados de las ligas locales, como los equipos de basquetbol profesional, beisbol, baloncesto y soccer, ya que en todos ha formado parte de sus mejores momentos en Durango.
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“La gente me quiere y eso lo traigo aquí en el corazón, siempre he dicho 'voy a morirme echando porras'. ¿Verdad? Pero mi padre Dios me ayuda mucho con la gente, me quiere y yo la adoro, soy correspondido”, contó a MILENIO.
Lo suben entre dos a las gradas pero su voz sigue intacta
Luego de poco más de medio siglo de animar aficiones, su voz es la que se mantiene intacta, ahora lo ayudan a subir a las gradas para seguir con el trabajo de animar a las espectadores de los equipos locales.
“Ya 55 años es mucho, estoy conforme con lo que me ha dado Dios, las ganas de la porra, porque mi voz todavía funciona, me ayudan a subir en peso a las gradas, subirme entre dos o tres, pero soy muy feliz”, acusó.
Cuenta con dos libros de anécdotas y sueña con un tercero
En su haber cuenta con dos libros de anécdotas que lo han acompañado durante los años que se ha mantenido vigente como animador en Durango. Habla que con el paso de las décadas, tuvo contacto con gobernadores de la entidad en varias ocasiones, por lo que cuenta con una memoria gráfica que guarda en su taller y espera poder cumplir su sueño de un tercer libro más.
“Mi taller está lleno de fotografías desde que inicie, y con gobernadores, tengo muchas anécdotas de gobernadores, con gente importante, dos corridos”, destacó.
Abandonó su natal Canatlán para estudiar en el Instituto Tecnológico de Durango (ITD) en la capital, al paso del tiempo, formó parte de la delegación duranguense en toda la república como “gaviota”, convirtiéndose en animador y ahí comenzó la historia.
GERR