Fue Paco, él llevó la ouija a la prepa 2, en Tulancingo. Los seis amigos la jugaron y sus vidas cambiaron para siempre. Jorge recuerda el año en que sucedió todo: el 2003. Iban en quinto semestre.
Ya habían pasado por el dominó, el ajedrez y la baraja. Todos los juegos había llevado Paco. Se hartaron. Entonces Paco dijo que tenía la ouija. Jorge nunca había escuchado de ella ni sabía qué era. Acordaron que la llevara a la escuela y así lo hizo.
En una hora libre, cuando salieron sus compañeros de clase, cerraron la puerta y comenzaron a jugarla. Uno de los amigos les advirtió que eso era algo malo y que con ella se invocaba a los espíritus pero Paco les dijo que él no creía en nada de eso.
Hicieron un círculo, Paco manejaba la tabla con las letras. Había silencio. Le preguntó si quería jugar y el indicador se movió en círculos hasta detenerse en el sí de uno de los costados de la ouija.
Todos le dijeron a Paco que él estaba moviendo el indicador de la tabla pero él les contestó que no estaba haciendo nada, que se movía solo. Les dijo que hicieran una pregunta pero que la respuesta dependería del espíritu que respondiera, que podría ser uno bueno o uno malo.
Uno de los amigos de Jorge preguntó si pasaría el examen, todos se echaron a reír y el indicador marcó que no. Volvieron las risas. Otro preguntó que cuándo se iba a morir, el indicador giró hacia el lado izquierdo y dio una fecha, un año enterrado en el pasado y dejaron de jugar.
Al siguiente día Paco volvió a llevar la ouija a la prepa. Uno de los seis amigos volvió a advertir que lo que estaban haciendo era algo malo, sobre espíritus y malas vibraciones. Eso no importó y siguieron jugando una y otra vez, solos.
Jorge recuerda que después de jugar varias veces la ouija comenzaron a suceder cosas raras. Una vez mientras jugaban en la cancha de la prepa comenzó a hacer mucho aire y nadie se acercaba a ellos. Esa ocasión dejaron de jugar.
Uno de los seis amigos comenzó a tener pesadillas, sus noches dejaron de ser de descanso. Mientras dormía sentía que había alguien en su habitación y que lo miraba. Las pesadillas lo hacían despertarse a media noche, a las dos de la madrugada, las tres, a las cuatro, con la sensación de que algo lo observaba. Encendía la luz y así la dejaba hasta volver a dormir.
Paco comenzó a escuchar ruidos raros en las habitaciones de su casa cuando se quedaba solo. Se asomaba y no había nada pero los ruidos estaban ahí. Veía cosas. Supo lo que era espantarse por algo así.
Yuliana también experimentó cosas raras. En casa comenzó a escuchar voces que no eran las de su familia y a mirar sombras en los rincones. El miedo abrazó su cuerpo. Les dijo a sus amigos que ya no quería jugar más la ouija.
Cada uno experimentó situaciones diferentes. Jorge comenzó a tener un sueño recurrente, dormía y comenzaba a sentir como si estuviera levitando, como si una fuerza lo levantara de la cama y comenzara a volar.
No le sucedió una ni dos veces, fueron muchas. Jorge despertaba sudando, con miedo y no podía dormir con la luz apagada. En varias ocasiones mientras dormía tenía la sensación de que alguien se sentaba a la orilla de su cama. Tenía pesadillas constantes. No podía dormir.
Todos comenzaron a ser presa de las pesadillas. En su desesperación acudieron a la catedral de Tulancingo en busca de ayuda, fueron reprimidos por un sacerdote al saber que habían jugado la ouija, les dio agua bendita para rociarla en su habitación y colocarla debajo de la cama. Así lo hicieron.
Las pesadillas cedieron, las sombras y la percepción de que algo los observaba no. Después de jugar la ouija Paco cayó en las drogas, empezó con la mariguana. Nadie volvió a saber nada de él.
Jorge no volvió a sentir que levitaba. Pero hubo ocasiones en las que dormía y hablaba entre sueños. Su hermano le decía al despertar que mientras dormía rezaba el padre nuestro.