Joaquín Mora Salazar fue uno de los dos sacerdotes jesuitas que fueron asesinados en Chihuahua, pero él hace algunos años impartió clases en una escuela privada de la zona sur de Tamaulipas, donde dejó grandes enseñanzas a sus alumnos quienes lo recuerdan con cariño y lamentan su muerte.
Martín Solares, originario de Tampico, cuenta que recibió clases del padre Mora, quien, a su paso por Tamaulipas, eligió a la colonia Pescadores para impartir misas y prestar servicio a la comunidad.
“De manera obligatoria nos llevó uno por uno a constatar las condiciones en que vivía la gente en una de las regiones más abandonadas del estado. Luego, nos pedía que donáramos ropa, libros, útiles escolares, comida pero sobre todo tiempo para escucharlos y acompañarlos”.
Se referían a él como un santo
Cuenta que el sacerdote vivía de forma austera, siempre su objetivo era ayudar a quien lo necesitaba.
“Cuando llegaba a dar clases a nuestra secundaria ya venía de impartir misa en esa colonia y de ayudar en la medida de sus posibilidades a algún miembro de la comunidad. No creo que alguien en este planeta pueda decir que buscó lujo alguno. Nunca le conocimos más de un puñado de camisas, y quizá apenas dos pantalones, siempre desgastados, pues si alguna familia le obsequiaba algo de ropa, de inmediato la distribuía entre las personas de la colonia que adoptó”.
Refiere que el padre pidió explícitamente servir en ese tipo de colonias o comunidades en cada uno de los estados en los que vivió.
“Si nos quejábamos del calor y del poco aire que repartían los ventiladores de la escuela, de inmediato nos hablaba de las condiciones en que vivían en la colonia Pescadores, y de las dificultades de los vecinos ya no para conseguir un aire acondicionado, sino agua potable. Sin duda ha sido el más silencioso de todos los jesuitas que he tenido la fortuna de conocer. Se ganaba el respeto de por vida de cualquiera, como nos ocurrió a sus alumnos. Al ver su ejemplo, incluso las personas más ateas de Tamaulipas se referían a él como un santo”.
Su amor por la sierra tarahumara
El ex alumno cuenta que una manera de hacer sonreír al padre Mora era preguntarle por la sierra tarahumara, uno de los primeros lugares al que lo enviaron los jesuitas a ayudar a la comunidad.
“Por más que amara Tamaulipas, siempre soñaba con regresar allá. Sus historias resaltaban lo apartada que se hallaba esa comunidad, cuán urgente era pedir medicinas para ella de manera rutinaria, y sobre todo, de su manera de vivir lo sagrado, que sólo se aprecia en ese lugar”.
Su libro favorito
Joaquín Mora era amigo de la lectura, pero sobre todo amigo de un solo libro, que lo acompañó siempre.
“Cada vez que llegaba el final de su clase sacaba su cuarteado ejemplar de 'Mi pie izquierdo' y nos leía un capítulo de la célebre autobiografía de Christy Brown, el joven que logró sobreponerse a la parálisis cerebral para comunicarse con los suyos... Sé que más de 30 años después, sus alumnos recordamos la voz del padre Mora, leyendo morosamente cada una de las palabras que componen ese libro, como si fueran escalones que conducen a un sitio mejor”.
EAS