Fue una tarde del 9 de mayo; comenzó la aventura para ir “Rumbo a Japón”, desde el primer día comenzaron las experiencias de choque, me esperaba un vuelo de 15 horas, lo que representaba viajar hacia el futuro, pues a la hora que llegué a Japón, ya eran las seis de la mañana, pero del 11 de mayo, oficialmente, el día de las madres del 2023, no existió en la vida de todos los que tomamos ese vuelo.
Éramos jóvenes guanajuatenses, un total de 29 de los municipios de Cortazar, Villagrán, Celaya, Irapuato, León, Guanajuato, Valle de Santiago, Pénjamo, Silao y San Francisco del Rincón. ¿Por qué nos eligieron a nosotros?, la realidad es que no somos los mejores del mundo, pero sí somos personas que buscamos ser los mejores para el mundo, para mejorar nuestro entorno desde nuestras diversas áreas de interés y con nuestras diferentes habilidades; desde los ingenieros, los interesados por la ciencia, los humanistas y sin falta, los creativos.
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Las barreras las ponemos las personas, pero también nosotros mismos somos los que construimos puentes, y los puentes físicos o metafóricos son un símbolo de unión. Japón y México mantienen una relación estrecha, más allá de tener plantas niponas de producción de manufactura en México; en Japón hay un monumento de la unión entre estas hermosas naciones, fue ahí donde comenzó nuestro viaje, en la Prefectura de Chiba. Nos recibieron las autoridades de la alcaldía de Onjuku, muy atentos y puntuales, a pesar de que habían tenido un sismo, sin mayores consecuencias, horas antes de que llegáramos.
Y así comenzamos a apreciar la cultura de Japón, las costumbres, tradiciones y valores; que emergen de la filosofía de vida al practicar el sintoísmo y el budismo; pero sobre todo la búsqueda de llevar una comunidad en paz, una sociedad donde abunda la calma para el desarrollo colectivo. Aparte del peso que carga Japón tras las múltiples desgracias por las que ha pasado, desde desastres naturales y conflictos armados, hasta la explosión de dos bombas nucleares.
Fue así que conocimos Hiroshima, tuvimos la dicha de entrevistarnos con el gobernador de esta ciudad, así como de visitar y honrar a las víctimas de la bomba nuclear; 412 mil personas murieron al instante que explotó la bomba, misma que ni siquiera alcanzó a tocar la tierra antes de estallar. Este día y este lugar lo honran con la promesa de “no volver a cometer los mismos errores” frase que está encriptada en el Cenotafio Memorial de la Paz.
Anonadados por cómo luce hoy Hiroshima, con grandes edificios, plazas enormes, calles gigantes y universidades de prestigio; cuesta trabajo imaginar que ahí cayó una bomba nuclear; pero eso también habla mucho de la capacidad que tienen los japoneses de recuperarse de las crisis; y no sólo salir adelante sino aprender y mejorar.
Estuvimos 13 días en Japón, conocimos las ciudades de Nara, Osaka, Kioto, Narita, Hiroshima, Shiba y Tokio. Muchos aprendimos a comer con palillos toda clase de alimento, apreciamos del respeto que se le debe a los seres vivos, comenzando por el cuidado de los árboles y plantas; valoramos la forma en la que buscan mantener el equilibrio para el bien común, a través de sus prácticas budistas y sintoístas; nos impactamos con la forma en la que manejan los espacios, todo es tan reducido, con la finalidad de no afectar la mancha verde.
Regreso a Guanajuato, agradecida por todo lo que viví, agradecida con los programas de gobierno que nos permiten vivir experiencias como éstas, agradecida con Reiyukai, la Asociación Civil que se encargó de toda la logística; con mis compañeros de viaje y ahora amigos, que le pusieron mucha alegría a esta travesía, con mi familia por apoyarme en todo y sobre todo con Dios, por la salud y la vida. Gracias infinitas Japón, porque tuve una de las experiencias más portentosas de mi vida.
Por María de Lourdes Martínez Hurtado