Sin ayuda del gobierno, joven rescata a sus cinco perritos atrapados en inundación de Tula

Historia

Llevaban dos días sin agua ni comida. Sus cinco mascotas, los dálmatas Bongo y Becky, y su cachorro Capitán, así como los pugs, Dalí y Musa, ahora están a salvo y así fue como Noé los rescató

Noé Lugo y dos de sus amigos rescataron a los dos pugs y tres dálmatas. (Jesús Quintanar)
Rafael Montes
Tula de Allende /

A la una de la mañana del jueves, Noé Lugo y dos de sus amigos tomaron la decisión.

El agua del río Tula, desbordado, iba perdiendo altura y consideraron que era el momento de arriesgarse.

Amarraron una cuerda a las vías del tren desde donde habían estado pendientes del nivel de la inundación y se metieron al agua. Les llegaba a la cintura. Atados al lazo para cuidar que la corriente no se los llevara, avanzaron los cincuenta metros hacia la casa. En la azotea de su vivienda, construida a un costado del río, en este municipio, sus cinco perros seguían inquietos.



Siete horas antes, a las seis de la tarde, los rescatistas enviados por el gobierno del estado de Hidalgo declinaron rescatar a los canes, pues la corriente era fuerte y la lancha que tenían era de remos, no de motor. La fuerza del agua les impedía acercarse a rescatar a los perros, que llevaban dos días sin agua ni alimentos.

Pero en la madrugada, los tres jóvenes lograron la hazaña. En medio de la noche, con una linterna y el lazo convertido en línea de vida, llegaron a la azotea.

“Nos tomó aproximadamente dos horas, ya que tuvimos que hacer tres viajes, tuvimos que ir dando vueltas, perro por perro, estaban espantados, pero se dejaron manejar, fue fácil, los agarré, se subieron a mí y vámonos”, platica Noé, ya contento, al filo del mediodía.

A esta hora, va de aquí para allá, cruzando un charco que le llega a las rodillas. Desde las 11 de la mañana, con ayuda de familiares y amigos, pudo entrar a su casa, que había quedado completamente bajo la anegación.

Saca los pocos muebles que considera que todavía pueden servir y los carga en los hombros para ponerlos a salvo y luego pensar a dónde llevarlos. Su casa ha quedado inhabitable. “Está llena de lodo, un metro de lodo”, dice.

Explica que los rescatistas del gobierno abortaron la misión porque temieron que el agua se los llevara.

“Uno de los rescatistas ingresó nadando, pero ni así, el agua se lo llevaba”, dice.

Noé comprendió. Pero no perdió la paciencia ni la esperanza.

“En la espalda los traía y atravesamos el agua y poco a poco, mi amigo me agarraba con el lazo para que no me jalara la corriente, porque todavía había corriente”, recuerda.
“No me iba a esperar a que otra vez subiera el nivel del río y se quedaran otra vez sin comida”, asegura.

A las tres de la mañana, el rescate concluyó. Los perritos ya estaban en tierra firme y al amanecer, los llevaron a casa de un hermano de Noé, con un amplio jardín, en una zona segura del mismo municipio.


Los dálmatas Bongo y Becky, y su cachorro Capitán, así como los pugs, Dalí y Musa, están a salvo.

“Ya en la mañana cuando los traía en el carro, ya venía bien feliz, ya sabía que venían para acá y verlos contentos y alegres, fue mi felicidad completa”, asegura el joven, quien ahora, con sus padres, debe preocuparse por empezar de cero otra vez, pues han quedado sin casa, sin ropa y sin muebles.

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