Su abundante riqueza en oro y plata la convirtió en una de las minas más importantes de la Nueva España en el año 1774, con el paso de los años el oficio minero se extinguió, pero su belleza atrapa a locales y foráneos que la visitan, así es la mina de la Valenciana en Guanajuato capital y esta es su historia.
“Entre sierras y montañas, y bajo un cielo azul”, se encuentra este lugar histórico, subiendo para la Sierra de Santa Rosa en donde minutos antes, se erige el Templo de la Valenciana.
Unos metros más adelante, en un camino angosto y Pedroso, se llega a la Bocamina San Ramón, uno de los más importantes centros económicos que Guanajuato y la Nueva España tuvo durante la época colonial.
Para conocer más sobre este lugar, exploramos los interiores de la mina, de la que solo quedan vestigios. Incluso, la entrada hacia la extracción de minerales se ha sellado para evitar riesgos ante los turistas.
Primero, es importante conocer la historia de la minería en Guanajuato, remontándose a casi 200 años antes de que mina iniciara su producción, hace 472 años aproximadamente, se da el descubrimiento de una veta que en su interior ocultaba piedras con preciosos minerales.
En 1550, se descubre la veta Madre, dando origen a la mina de Raya, de Mellado, siendo los causantes de la ambición de los españoles y quieran explorar la por aquellos años tierra desconocida.
Producto de esta fiebre también se abrió la Valenciana, pero en un momento no fue muy rentable, quedando abandonada rápidamente. Cien años después, surge el re descubrimiento, pero esta vez sería diferente.
En 1760, Antonio de Obregón y Alcocer, Conde de la Valenciana, un hacendado criollo nacido en México, decidió abrir un espacio que se creía no iba a producir mucho mineral. Y fue así durante ocho años, hasta que este personaje logró perforar un tiro de más de 150 metros de profundidad, descubriendo minerales preciosos (oro y plata) en la parte central de la veta.
Un año después de esta perforación, su producción aumentó increíblemente, y para 1774, ya producía hasta 1000 cargas de mineral semanalmente, más que cualquier otra mina de la época.
Sin embargo, el costo de producción era muy elevado, por lo que, como siempre ocurre en el mundo industrial, la mano de obra era muy barata, y también llena de riesgos y constante peligro.
“No había escalones, no había pasamanos, no había nada. Entonces imagínense el grado de dificultad para que un minero sacara el mineral. Era una peña viva, nada más forjaban huequillos con la punta del pie para poder subir su carga de mineral. En medio del túnel extendían una reata, para que ellos fueran jalando”, explica Martín, uno de los guías que se encarga de explicar la historia de la mina.
Narra Martín que los trabajadores eran mayormente indígenas y esclavos africanos y con descendencia de este continente, traídos a realizar las pesadas labores de picar entre las piedras hasta encontrar oro y plata.
“Al principio eran indígenas que los españoles atraen por la fuerza, y luego también introducen una tercera raíz, que es la presencia de muchos esclavos negros. Durante mucho tiempo habrá siempre presencia de negros en Guanajuato que están haciendo estos trabajos forzado en condición de esclavos”, explica Eduardo Vidaurri, cronista de la ciudad.
La naturaleza del trabajo (metros de profundidad en el subsuelo) y las nulas condiciones de seguridad que existían en la época, volvían difícil que los mineros tuvieran un periodo de vida prolongado, aunado a los materiales rudimentarios con los que contaban.
Durante 18 horas, los mineros explotados trabajan solamente vistiendo un calzón de manta, por lo que eran mayormente expuestos a la silicosis, una enfermedad común que derivaba de un polvo producto de las fragmentaciones de las piedras. Dicha enfermedad tenía como consecuencias que, al respirarse, los pulmones se carcomía , tosiendo y aventando una bocanada de sangre, cayendo muertos. Hasta el día de hoy, el número de personas que murieron por esta situación es incierto.
Terminando las pesadas jornadas, los mineros acudían a la Tienda de Raya, ubicada en la misma hacienda, para recibir su minúscula paga: comida. “Ellos, al llegar aquí, les empezaban a aventar bolsitas con frijol maíz o trigo y les decían: agarra una y vete. Eso fue lo que ganaste”, comenta Martín.
La presencia de mujeres dentro de la mina era impensable, pues consideraban que la Veta era una mujer que se sentiría amenazada por la visita de otras personas del sexo femenino. Sin embargo, esto no significaba que no realizarán labores. Ellas se encargaban de lavar el mineral extraído y de introducirlo a los hornos para darle forma a los lingotes que serían exportados al reino de España.
En los alrededores del socavón se encuentra una ex hacienda, una fortaleza para evitar que bandidos entraron y saquearon los minerales que extraían diariamente. Hoy en día, sin embargo, el lugar se presta para eventos sociales.
La producción de la Valenciana continuó hasta la Guerra de Independencia, cuando tuvo que cerrar por seguridad y también por falta de recursos para seguir su producción. Y así permaneció, sellada durante cientos de años, hasta que alrededor de 1993 fue re descubierta y tras una investigación, se le dio mantenimiento para en 1994, abrir las puertas al giro turístico.