Cuenta la leyenda que… en el municipio de Jaral del Progreso, del estado de Guanajuato, hace muchos años solía aparecerse un fantasma que llegó a provocar la muerte de algunos de los habitantes de aquella localidad.
Se dice que los espíritus no sólo se encuentran en lugares abandonados u ocultos, y, como prueba de ello, narran los lugareños (en especial aquellos de más edad) que varios años atrás, el presidente municipal ordenó colocar unas bancas cerca de la terminal del tren, esto con la intención de que los habitantes se sintieran más cómodos mientras esperaban.
Sin embargo, debido a que muchas personas no las respetaban, diariamente aparecían vandalizadas; por lo que, para evitar su deterioro, las autoridades decidieron asignar a un vigilante nocturno para asegurar que nadie más las volviera a pintar.
Todo iba de acuerdo al plan hasta que, a los pocos días, el primero de ellos contrajo una extraña enfermedad, y la situación empeoró cuando descubrieron que esto se repetía con cada uno de los hombres a los que se les encomendaba esta labor.
Inmediatamente, comenzaron a surgir rumores sobre un espíritu o una maldición que logró dañar a todos aquellos vigilantes; hasta que un día el presidente municipal, ya harto de la situación, le confió esta tarea a un amigo suyo que laboraba como policía. Y aunque él confiaba en que todo saldría bien, su amigo sólo pudo trabajar una noche, pues al día siguiente amaneció enfermo como todos los demás.
El presidente municipal no podía explicarse qué ocurría, por lo cual decidió ir a hablar con su amigo quien, casi agonizante, le confesó algo que no esperaba escuchar.
Y es que, en ese momento, le contó que durante la noche había escuchado un extraño llanto de mujer que parecía provenir de la lejanía.
Posteriormente, al intentar averiguar de qué se trataba, se topó con la silueta blanca de una mujer; y, al intentar ayudarla, se percató de que esa extraña figura no tenía piernas, y que avanzaba mientras se encontraba suspendida en el aire.
Luego de esto, ella volteó hacia él repentinamente y dejó al descubierto unos brillantes ojos rojos y un rostro horrendo. Sin embargo, antes de que él intentara escapar, la mujer saltó sobre él provocando que perdiera la conciencia.
Al parecer, esta había sido la historia de todos los vigilantes que habían intentado resguardar aquel lugar; y, así como todos ellos, el policía perdió la vida, esto poco después de hacer esa confesión.
Con respecto a la mujer, se desconoce quién era o qué era lo que buscaba. Tampoco se sabe si aún se aparece en aquel sitio, aunque esto podría deberse a que, a excepción de aquel policía, todos aquellos que se topan con ella mueren antes de poder contar su historia.