Es un domingo enmarcado por cientos de personas deambulando por cualquiera de los dos tianguis en la colonia: el de la Providencia y el de San Cristóbal. Ambos con música de todo tipo por todos lados, gritos de vendedores para vender sus productos y, para algunos, sonidos de máquinas que enjuagan y limpian y secan kilos y kilos de ropa.
Desde el local se aprecian las decenas de carpas y toldos que reciben a quienes acuden a él en familia, en pareja e incluso en solitario. Van por el recaudo, la oferta, la herramienta, la ropa o por alguna de las deliciosas viandas preparadas por diestras manos de esta nuestra hermosa tierra, aunque para ello deban eludir similar cantidad de puestos con plantas ornamentales, artículos religiosos, libros, material eléctrico, juguetes, revistas, aguas frescas.
En el tianguis también hay vendedores ambulantes con paletas de hielo, productos de miel, cubrebocas y un sinfín de productos útiles para algo o alguien en casa.
“No me cabe en la cabeza por qué la gente no entiende que debe cuidarse y cuidarnos a todos. Vea no’más. Llegan hasta con niños chiquitos y se andan paseando como si nada. Ni cubrebocas traen…”, dice doña Nati luego de negar el servicio a dos mujeres que intentaron ingresar al local con la boca y nariz descubiertos.
La enfermedad provocada por el temible SARS-CoV-2 ha hecho mella en todo el país. Hidalgo no es la excepción y así lo ha reconocido el sector salud en la entidad y por ello reiteran en cada oportunidad la importancia del uso de cubrebocas y mantener la sana distancia. Ella ha entendido el mensaje y sigue las recomendaciones al pie de la letra.
Ya ha colocado el gel antibacterial sobre un pequeño mesabanco, al alcance de las manos de cualquiera. Ya ha vertido un líquido con las mismas propiedades en eso que llaman “tapete sanitizante” y también puso una jerga al lado para que la clientela seque la suela de su calzado y evitar así que se haga un cochinero ahí dentro. La lavandería debe lucir siempre tan pulcra como el servicio que ofrece.
Ese es y ha sido el ritual con el que cada día desde hace meses enfrenta a un enemigo invisible que ya ha cobrado la vida de al menos dos comerciantes a lo largo de esa avenida en el corazón de la colonia La Providencia.
La más reciente fue la de la señora de la cocina económica, ubicada a unas dos cuadras del jardín de niños. Recuerda que fue un miércoles hace algunas semanas. Los vecinos se sorprendieron cuando la ambulancia se alejó a toda velocidad del sitio y las dos empleadas del lugar bajaron la cortina de hierro y entregaron las llaves de los candados a la familia de doña Mago. Ese no era su nombre, pero así le conocían todos por acá.
Entre sollozos, confirman que tenía cierto grado de sobrepeso y padecía diabetes, pero esa mañana había sido particularmente difícil para la patrona porque de repente empezó a sofocarse y a respirar con dificultad. Por eso llamaron al servicio de emergencias. Pasó el tiempo y nadie supo más hasta días después, cuando una carroza recorrió la misma avenida seguida por varios autos. En el negocio todavía se aprecia un enorme moño negro descolorido por los efectos del sol y los primeros síntomas del olvido…
Doña Nati no tuvo mayor trato con ella, pero sabía quién era porque sus empleadas ocasionalmente llegaban a la lavandería a ofrecer alimentos. Por eso son más rigurosos y las indicaciones en la entrada son claras: solo una persona por familia y el uso de cubrebocas es obligatorio.
Mayores riesgos
Lo cierto es que llegar a estos zocos no es difícil, la mayoría de las rutas del servicio colectivo de transporte que circulan en esta parte de la zona metropolitana de Pachuca pasan cerca o entre ellos. Por supuesto, las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades ya no son respetadas por los transportistas. Los vehículos van a tope y no importa si se usa o no el cubrebocas, lo que realmente interesa a unos es “ganar” la mayor cantidad de pasaje posible; para otros, llegar al destino.
Y hay razón. Nadie puede negar ese extraño placer provocado por un recorrido entre la semanal vendimia, lo cual implica percibir una increíble cantidad de olores a carnitas o barbacoa o tacos de carne asada y gorditas de chicharrón y, si se corrió con suerte, incluso hasta zacahuil. Hay quienes prefieren acercarse a la zona de frituras y otros, no pocos, a alguno de los tres o cuatro sitios que ofrecen los tradicionales y muy regionalísimos jarros de pulque y curados.
Doña Nati no exageró
Hay familias enteras deambulando por el sitio sin el mayor cuidado, como si el asunto de la pandemia fuese solo una broma de mal gusto y las medidas para contener el avance de la enfermedad una exageración injustificada por parte de las autoridades.
Lo cierto es que quienes usan cubrebocas no guardan la sana distancia o al contrario pero, seamos honestos, ¿cómo podrían atenderse dichas medidas en un sitio que cuenta con andadores cuyo máximo ancho es apenas de dos metros?, y si a ello agregamos a unos cuantos despistados para quienes el mejor lugar es justo el punto medio de esos artificiales pasillos, pues las probabilidades de contagio aumentan considerablemente.
En el extenso pasillo del tianguis de San Cristóbal se observa un joven con dos rejillas ofreciendo decenas de cubrebocas en diversos diseños, formas y tamaños a un costo de entre 10 y 80 pesos. Dice que ha sido un mal día. Las ventas han estado bajas.