María Concepción López Islas llegó, junto a su nieto, a la Iglesia de la Asunción, para bendecir la figura de su Niño Dios, que asegura, siempre le reza y responde a sus súplicas.
Durante 20 años ha realizado esta tradición y en marzo de 2018, sus súplicas era mayores tras tener a su esposo, Carlos Vega Vega, en el hospital.
Dentro de la Iglesia, pasadas las 10 de la mañana, inició la bendición de estas figuras, mientras las más de 400 personas congregadas cantaban en una sola voz, "bautízame Señor con tu Espíritu", mientras niños, niñas, adultos y personas de la tercera edad recibían las gotas de agua que divirtieron a los más pequeños, tras caerles en el rostro.
"Es una bendición traer a nuestros Niños Dioses, porque son parte de las tradiciones, nos encomendamos a ellos con el corazón y sabemos que nos escuchan".
"Es una gran sensación estar aquí, cargando a mi Niño mientras nos bendicen", aseguró la señora Guillermina González.
La Plaza de la Constitución recibió gente desde temprano, puestos de ropa y accesorios para vestir las figuras que llevaban a la Iglesia con ropón, gorro, calcetines, huaraches dorados y un sin fin de hornamentos para pasar a la Iglesia a recibir agua bendita.
Familias se encontraban en el lugar, se abrazaban y como celebración infantil, reunían a los Niños Dioses para que recibieran juntos la bendición.
"Tengo 20 años y desde los 16 vengo a traer a mi Niño Dios. Es una tradición, es como que lo estamos bautizando y al rato los tamales y el mole", expresó Meri Laura López Espinosa.
María Concepción López prendió su vela, alzaba la canasta donde colocó a su Niño Dios y seguía orando, pidiendo fuerza y agradeciendo lo que había hecho por ella.
Se distraía al momento de que llegaba más gente, cuando los niños y niñas reían tras ser mojados con el rocío del agua que echaban los religiosos, o cuando su nieto regresaba a la fila de velas dedicadas a un santo, para prender la suya.
"Yo le pedí un hermanito", señaló una niña a su mamá, quien sonrió y le contestó, "mejor un garito", momento en el que la niña cerró con sus ojos con fuerza para solicitar al Niño Dios que cargaba, alguno de los dos milagros.
Fuera de la Iglesia, mesas con diferentes piezas de yeso del Niño Dios, de diversos tonos de piel y color de ojos, se vendían en precios de entre 20 hasta 200 pesos, y cobijas de 40 o 60 pesos, para cubrir a la figura.
María Concepción también cerraba los ojos, abrazó al Niño Dios y recordó que fue en marzo de 2018 cuando hizo lo mismo, al ver que su esposo Carlos, quien yacía en un hospital conectado a tubos para poder respirar, dejó de hacerlo, "media hora después de que le pedí a mi Niño Dios que, si era su voluntad, o lo dejara con vida, sino, que se lo llevara con Dios, pero que él dejara de sufrir".
"Sé que el Niño Dios me hizo el milagro de que mi esposo dejara de sufrir, y ahora vengo a bendecirlo en forma de agradecimiento y porque le mande saludos a mi esposo, porque sé que él está conmigo", recordó, mientras la flama de su vela se apagaba ante la caída repentina de una gota de agua bendita.