El fraccionamiento Los Silos, de Tlajomulco, se pobló hace menos de diez años, y ahora está en franca regresión demográfica. Si en plenitud, a un promedio de cinco habitantes por vivienda, pudo alojar unas 15,300 personas, ahora contiene 11,150, que contra el enorme peso del conglomerado urbano metropolitano, de 5 millones de personas, es mínimo, pero vale la pena señalar que 47 de los 125 municipios de Jalisco no alcanzan esa población.
Y si fuera un municipio, sus vecinos considerarían sin duda que es un experimento fallido. Sin agua potable constante, con servicios públicos de limpia y de saneamiento deficientes, calles destrozadas, espacios públicos vandalizados, una red de torres de alta tensión que atraviesa el predio por la mitad sin que nadie se haya preocupado por los posibles efectos sobre la salud de los moradores, 833 viviendas vacías y cientos más que nunca se terminaron o ni siquiera arrancaron cimientos, en un enclave urbano semiaislado pese a su cercanía a la carretera a Chapala, a donde no entra el transporte público y el servicio de los “mototaxis” sirve para cubrir las distancias considerables que de otro modo hay que recorrer a pie, bajo la ominosa presencia de lo que los lugareños estiman la mayor amenaza: la delincuencia, organizada o espontánea, que pesca con frecuente éxito en este río revuelto en los páramos del oriente donde la gran ciudad se acerca a sus linderos, por ahora.
Este experimento distópico (simplemente Silos, sin el artículo "los", según la nomenclatura oficial) tiene una caracterización para Bernd Pfannenstein, el urbanista de origen alemán que ha propuesto a Tlajomulco alcanzar un rescate social en este y otros 16 fraccionamientos de interés social de la demarcación: “ciudad perdida”. Son 17 muestras del desastre de la expansión urbana y la creación de ciudad confinada, amurallada, de los últimos 20 años, a costa de tierra barata y bienes ambientales que nadie protegió.
“Yo compré hace diez años mi casa; la compré porque me ofrecían muchísimas cosas que hasta el momento no he visto: tenemos la problemática del agua, de la inseguridad, no entran las patrullas, no hay trasporte público, el agua nomás nos la dan dos horas al día; para podernos trasportar de aquí a la carretera hay que pagar mototaxi, y hay veces en que la gente no tiene para el transporte; ahora con las lluvias las calles están bombardeadas, es un lodazal, ya no se puede caminar ni pasar en carro, y no olvidemos las muchas casas abandonadas, yo no tengo hijos chicos pero conozco a personas que sí tienen, a parejas que trabajan todo el día, y los niños se vienen de la escuela; unos van a la de Rancho Alegre, un fraccionamiento contiguo, y hay una avenida, la avenida del Lago, y toda la gente camina por ahí, pero ya ha habido casos de violación, han jalado a niñas, y de asaltos no se diga, son de día, noche y a deshoras…”.
Habla Adriana Arriaga, una de las amas de casa más combativas en un entorno social bastante inconsistente, quizás por su origen heterogéneo, lo que permitió que la empresa fraccionadora no diera nunca cuentas, no se diga a los vecinos, ni siquiera al ayuntamiento.
“Hace poco hubo dos balaceados, a una persona la mataron […] cuando nosotros compramos aquí, la compañía se llama Arco, cuando venimos a ver, las maquetas estaban muy bonitas; se supone que por aquí –señala un canal construido de concreto que funciona como calle principal- era donde por donde iba a pasar el transporte público, y que iba a haber puentes, y que en cada uno de ellos habría paradas; pero resulta que no tenemos ni camiones, entraba la ruta de El Salto y ahora queremos la ruta de camiones de Chapala; hemos querido también pedir la de transporte de River, que es un poco más cara, pero si lo tuviéramos lo pagaríamos”, continúa.
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Como las calles están llenas de charcos y pozos, ya ni el tianguis de los domingos se pone. “Aquí ya no se ocupa carro, se ocupa lancha”. No obstante, la vecina reconoce logros recientes: “gracias a Dios ya han puesto mucho alumbrado público, por ese lado está bien; la escuela también está bien, hay jardín de niños, ya pusieron la secundaria, y al lado hay un edificio de color verde que se supone que va a ser un centro de salud”, enumera.
Adriana destaca que el fraccionamiento nunca fue “recibido” (procedimiento administrativo por el que la constructora entrega la responsabilidad a la autoridad municipal), y esa es una constante en la explicación que dan los burócratas de la atención intermitente que padece.
“Nosotros como dueños exigimos, seguimos trabajando, para pagar el Infonavit, el predial, hay que pagar todo, allí sí se nos exige […] queremos que nos escuchen, que vean cómo vivimos, que en realidad nos dieron gato por liebre”, señala con desazón.
Justamente, la mañana de ayer, el responsable del proyecto de rescate urbano, social y ambiental de Los Silos y otros 16 fraccionamientos de interés social de Tlajomulco, se presentó ante un grupo de colonos, para proponerles trabajar por remediar los desastres cotidianos del dilatado conglomerado.
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“Estamos trabajando en la primera etapa del proyecto de gestión social y territorial; hicimos un levantamiento de campo de los 17 fraccionamientos y una consulta social, con una muestra representativa de las viviendas; en el caso particular de Silos, la cifras nos brindan que unas 2,230 viviendas están en uso, y otras 833 no, que es 27 por ciento de la cantidad total lo que está en abandono; esto implica que ya vemos todos los temas del desarrollo urbano, y yo insisto como académico en que no debemos politizar los asuntos, sino trabajar con estudios técnicos que nos permitan diagnosticar la realidad; Silos es un caso emblemático y ante la buena respuesta de la gente, pasaremos a una segunda etapa y se están estructurando soluciones, en vez de enfocarnos nomás en los problemas mejor dar soluciones creativas, en hacer algo para tener una ciudad funcional”, refiere Pfannenstein.
(Mapa de la vivienda desocupada en Silos)
Resume datos de las encuestas: “muchas personas no tienen acceso a la salud básica, 56 por ciento de las personas consultadas dicen que se sienten inseguros, hay una percepción fuerte, y todo esto nos da un diagnóstico; a partir de allí, necesitamos una estrategia multiescala, verlo con una visión municipal, metropolitana, estatal, federal; además necesitamos tener una visión urbanística, una adaptación de la legislación urbana para construir mejores comunidades y mejores ciudades […] si queremos construir ciudades más segura debemos construir primero comunidad, y la idea es que Tlajomulco cree proceso innovadores para la participación ciudadana, necesitamos un cambio de paradigma, necesitamos de planeación, repensar el desarrollo urbano a largo plazo, y lo más importante: darle soluciones a la gente, porque al cantidad de viviendas abandonadas nos da riesgos sociales, una casa abandonada implica una ciudad perdida, una ciudad distante de los lugares de trabajo, e implica una generación perdida por carecer de acceso a educación y salud; necesitamos poner el factor social en la toma de decisiones”.
Gabriel Navarro Vargas llegó a Silos hace nueve años. “Cuando yo llegué no estaba construido todo, estaba la primera etapa; en la segunda etapa es donde vivo, y no teníamos agua; me dijeron que iban a construir un pozo profundo, que íbamos a tener trasporte, todos los servicios, o sea que todo muy bien; fue por eso que me animé a usar mi crédito, pero resulta que no hay nada, por eso mucha casa abandonada…”.
-¿Por qué se fue la gente? -
Estuvo dos o tres años, pero nunca había agua; tampoco había secundaria ni primaria, las que ahora ya tenemos, pero sigue mucha delincuencia, a mi forma de ver, no son de aquí, vienen de otros lados, y se posesionan de las casas abandonadas, aunque no todos los paracaidistas son malos; a mí me parece bien que las usen las que están deshabitadas, es mejor que se vuelvan a habitar, pero llegaron de los bancos y los sacaron… entonces esos parajes dejaron de ser seguros, podías ahorrarte seis pesos del mototaxi.
- ¿Cree que tenga futuro Silos?
- Es que van y vienen presidentes municipales y es lo mismo, nos prometen y luego nos olvidan.
Don Gabriel ya está jubilado y está a dos meses de terminar de pagar su casa, su patrimonio. Por eso piensa dar la lucha por mejorar la salud de su fraccionamiento, una esperanza de que las promesas violadas por los fraccionadores puedan ser realidad.
ClavesLos 17 fraccionamientos
1 Puesta del Sol, 583 viviendas ocupadas (94.34%), 35 viviendas desocupadas (5.66%)
2 Casa Blanca, 497 viviendas ocupadas (82%), 109 viviendas desocupadas (18 %)
3 Cima del Sol, 1,344 viviendas ocupadas (81%), 318 viviendas desocupadas (19%)
4 Hacienda Eucaliptos, 5,095 viviendas ocupadas (88%), 672 viviendas desocupadas (12%)
5 Hacienda Santa Fe, 1,080 viviendas ocupadas (93%), 78 viviendas desocupadas (7%)
6 Lomas San Agustín, 3,569 viviendas ocupadas (95%), 194 viviendas desocupadas (5%)
7 Los Abedules, 3,538 viviendas ocupadas (86%), 562 viviendas desocupadas (14%)
8 Puerta Real, 1,457 viviendas ocupadas (81%), 346 viviendas desocupadas (19%)
9 Renaceres, 892 viviendas ocupadas (69%), 406 viviendas desocupadas (31%)
10 Silos, 2,230 viviendas ocupadas (73%), 833 viviendas desocupadas (27%)
11 Los Cantaros, 4,164 viviendas ocupadas (88%), 542 viviendas ocupadas (12%)
12 Mirador del Valle, 201 viviendas ocupadas (87%), 29 viviendas desocupadas (13%)
13 Colinas Desarrollo, 383 viviendas ocupadas (77%), 115 viviendas desocupadas (23%)
14 Lomas de Tejeda, 470 viviendas ocupadas (74%), 167 viviendas desocupadas (26%)
15 Villas Terranova, 2,233 viviendas ocupadas (85%), 398 viviendas desocupadas (15%)
16 Los Encinos, 3,004 viviendas ocupadas (90%), 325 viviendas desocupadas (10%)
17 Novaterra, 1,027 viviendas ocupadas (86%), 168 viviendas desocupadas (14%)
Totales: vivienda ocupada: 29,062; vivienda desocupada: 4,861