Navegar para enseñar en Altamira: la vocación que rompe las barreras

Ejemplo de esfuerzo y sacrificio es el trabajo que diariamente realiza la docente Wendy con el único propósito de poder enseñar a los alumnos de una de las comunidades más retiradas de la ciudad.

A pesar de las condiciones climáticas la docente acude a dar sus clases. (Yasmín Sánchez)
Reynaldo Gutiérrez
Altamira /

Desde 1994, la Unesco estableció el 5 de octubre como el Día Mundial de los Docentes, una fecha para conmemorar la labor de todas las mujeres y hombres que se esfuerzan por brindar una educación de calidad en todos los niveles educativos. 

Cada día se busca el fortalecimiento de los docentes en su formación y conocimientos, con el objetivo de crear sociedades sostenibles a través de la enseñanza.

Lograr una educación de calidad es tarea de todos, pero la pieza fundamental son los maestros, quienes deben poseer las habilidades y competencias necesarias para formar al alumnado.

Toda una odisea escolar

Wendy Neftalí Ortiz Aguilar es maestra unitaria en la escuela primaria “Anastasio Juárez García”, ubicada en la margen del Río Tamesí, en el Ejido Cruz Grande, municipio de Altamira. Desde hace siete años imparte clases a alumnos de primero a sexto grado.

Para llegar a la escuela, Wendy debe viajar en lancha por 40 minutos, partiendo a las 7 de la mañana desde el muelle de Tancol, en la zona norte de Tampico, hasta la zona rural. Ni el calor ni la lluvia son impedimentos para que cumpla con su labor docente. 

Su vocación de enseñar y formar nuevas generaciones de estudiantes es una meta que ha tenido desde niña, inspirada por el buen trato que recibió de una maestra cuando era pequeña. “Ahorita lo más difícil es el traslado”, comenta Wendy.

“Llevo siete años trabajando en la zona rural y tengo que hacer un viaje de 30 a 40 minutos en lancha, enfrentándome al calor, el frío y la lluvia. Son detalles que enfrentamos los maestros para poder dar clases en estas comunidades”.

Actualmente, tiene 17 alumnos de primero a sexto grado, y valora el esfuerzo que hacen tanto ellos como sus padres. Algunos estudiantes provienen de ejidos alejados, y Wendy siente que es su responsabilidad corresponder a ese esfuerzo dando lo mejor de sí misma, pese a las dificultades.

Quienes se preparan para ser maestros deben tener presente la importancia de su labor. (Yazmín Sánchez)

Ser maestra en una zona rural no es fácil. Wendy imparte clases a diferentes niveles y debe organizar su tiempo para cubrir los temas del calendario escolar, además de preparar en casa los trabajos que encarga a sus alumnos y luego evaluarlos.

“Durante la pandemia estuvimos a distancia, pero fue difícil porque en los ejidos no hay internet como en la ciudad, solo algunos tienen datos móviles. Hubo familias que no tenían dispositivos, así que a esos alumnos les llevábamos cuadernillos y hojas impresas para que pudieran participar en las actividades escolares”, explica.

"Con la sequía en la zona, también recurrimos a las clases a distancia, porque las lagunas estaban secas y no había manera de llegar a las comunidades", señaló.

La docente Wendy lleva siete años dando clases a sus alumnos sin importar las condiciones climáticas. (Yazmín Sánchez)

Viaje por la educación

A pesar de estos retos, Wendy continúa viajando cada día en su lancha con motor fuera de borda, enfrentando las inclemencias del clima, pero con la satisfacción de compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones.

“Desde niña quise ser maestra. Una maestra que tuve trabajaba muy bonito y nos trataba muy bien, por eso me empezó a gustar esta profesión. Nunca imaginé trabajar en una escuela como la que tengo ahora. Siempre pensé que llegaría a una escuela cómoda, pero este reto me ha hecho crecer”, reflexiona.
“Cuando me dieron la plaza, me dijeron que mi escuela iba a ser bajo un árbol, y así fue. No sabía cómo iba a trabajar con alumnos de todos los grados en un solo salón. Es muy difícil y cansado. A veces no te sientas en todo el día porque debes atender diferentes temas en un mismo día”.

Uno de los grandes reconocimientos que ha recibido es el apoyo de los padres de familia, quienes se turnan para trasladarla en sus embarcaciones. “Los papás vienen por mí en la mañana hasta el muelle de Tancol y luego me regresan. Cada quien sabe el día que le toca. Además, me ayudan en la limpieza de la escuela y en otras actividades, por lo que se sacan un diez”, expresa con gratitud.

¿Cómo se comportan los alumnos con la docente Wendy?

Destaca el esfuerzo de sus alumnos: “Son muy trabajadores. Algunos ya fueron a pescar en la mañana antes de ir a la escuela o llegan diciendo que ganaron dinero sembrando o llevando el ganado con sus abuelos. Es muy gratificante ver a alumnos que ahora están en la universidad, porque los vimos crecer desde la primaria, y es un orgullo”.

Quienes se preparan para ser maestros deben tener presente la importancia de su labor y la responsabilidad de formar nuevas generaciones.

“Siempre trato de decirles a los niños que no tengan miedo de equivocarse. Si nos equivocamos, lo volvemos a intentar hasta que lo logremos, y así es la vida”, concluye Wendy.

BRR


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