Metepec es una de esas ciudades en las que igual puedes ver por sus calles transitar los carros más lujosos que carretas jaladas por caballos que brindan un servicio de transporte ecológico, al aire libre y a bajo costo en plena cabecera municipal.
En los últimos 100 años el municipio se transformó por completo, su población creció, se llenó de lujosos residenciales y condominios, aumentaron las rutas de transporte y las costumbres de la gente se modificaron.
De las cosas que no han cambiado es el trabajo de la familia López. Así como lo hizo su abuelo y su padre, hoy Mario López Escalante oferta a diario el servicio de transporte en carreta, desde la cabecera municipal hasta la colonia Álvaro Obregón.
Sus principales usuarios son mujeres, niños y niñas que salen de la escuela primaria Adolfo López Mateos y viven en los barrios de San Miguel del Hueso, San Lorenzo Coacalco, San Miguel Totocuitlapilco y sus alrededores.
Por solo siete pesos
Por solo siete pesos pueden disfrutar de un viaje al aire libre, brincar con la carreta en cada tope y jugar al equilibrista a la orilla de la carreta, pero sobre todo, pueden moverse de un lugar a otro en poco tiempo.
Se trata de una carreta con un techo de plástico y una cabina improvisada donde Mario funge como chofer y controla a los tres caballos que se encargan de mover a toda la gente.
Hace unas décadas había más carretas que hacían su agosto los lunes con las mujeres que iban al tianguis y subían sus pesadas bolsas a esta carreta; hoy solo está el servicio de Mario López, quien brinda la atención a escolares y madres de familia a la entrada y salida de la primaria.
Él aprendió está actividad de su padre y este de su abuelo con solo acompañarlo en sus recorridos cuando era niño. Hoy es su única forma de llevar el sustento a su casa, por la discapacidad que tiene en ambas piernas debido a la polio que lo afectó desde los dos años de edad.
Sentado al frente de la carreta, disfruta llevar a los niños a la escuela todas las mañanas y luego regresarlos a su hogar a las 13:00 horas, de martes a viernes. En la pandemia no tuvo opción más que hacer viajes especiales para mudanzas y lo que sus caballos aguantaran.
“De aquí comemos ellos y yo. Ahora sí que de aquí sale para su pastura y mis tortillas. Los descanso en cada viaje, hoy vienen conmigo, pero mañana les toca a los otros y así los voy turnando, aunque a veces la gente no entiende y me echa a la Profepa, pero ya vieron que los tengo bien”
“La otra vez me echaron a gente de la UNAM, vinieron como 15 canijos y me prometieron vitaminas, pastura y ya va más de un año y no veo nada”, dijo antes de empezar a arrear a sus animales para que emprendan un viaje de aproximadamente 30 a 40 minutos, según las paradas que vayan haciendo.
Los menores esperan a bordo, con sus mamás y sus pesadas mochilas.
"Dicen que les parece divertido y sobre todo económico porque el camión les cuesta el doble, además que el servicio está a la puerta de la escuela".
Mario López dijo que sería más fácil ponerse en una esquina o un semáforo y estirar la mano para pedir limosna, pero no es algo que él podría hacer porque el ejemplo que le dio su padre fue trabajar para llevar sustento a su hogar.
“Soy de las personas que no me gusta pedir limosna, fácilmente me podría poner en un semáforo, pero se me hace feo, sé que puedo y por eso mismo sigo en esto desde hace 40 años y voy a seguir hasta que el de allá arriba me dé permiso”, dice seguro.
El transporte no solo es usado por escolares, también algunos turistas se han aventurado a subir y recorrer parte de la ciudad, a bordo de tarima sobre dos grandes ruedas de la última carreta en el típico municipio.
JASJ