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Merari desapareció tras acudir a la central por una oferta de trabajo; familia identificó sus objetos en rancho Izaguirre

Testimonio

Merari vivía sola con su hijo y lo dejaba al cuidado de su madre. Aquel día prometió llevar pañales y leche, pero nunca llegó. Su madre y su hermana aún mantienen la esperanza de encontrarla con vida.

Josefina Ruiz
Guadalajara /

Un par de tenis blancos, una maleta y una Biblia son los tres objetos que la familia de Merari Noemí García Mejía, una joven de 20 años desaparecida desde mayo de 2024, ha identificado entre los artículos hallados en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco. Sin embargo, su madre y su hermana aún mantienen la esperanza de encontrarla con vida.

“Mientras no nos entreguen pruebas, no nos entreguen a mi hermana, no nos entreguen el ADN, nada de eso, no vamos a dejar de buscarla con vida”, afirmó Rubí, hermana de Merari.
Siguen investigando los hallazgos del rancho en Teuchitlán donde estaban los crematorios (Fotos: Juan Carlos Munguía y Milenio | Diseño: Milenio)
Siguen investigando los hallazgos del rancho en Teuchitlán donde estaban los crematorios (Fotos: Juan Carlos Munguía y Milenio | Diseño: Milenio)

En entrevista con Milenio, Rubí relató que su hermana fue vista por última vez el 20 de mayo de 2024 en la colonia Mariano Otero, en Zapopan. Como muchas madres jóvenes, tenía la ilusión de sacar adelante a su hijo de un año y cuatro meses, por lo que aceptó una oferta de trabajo que encontró en redes sociales. 

El empleo prometía un sueldo de seis mil pesos semanales en seguridad privada, con hospedaje y alimentos incluidos, y solo dos días de descanso al mes. Rubí desconfió de la oferta y le advirtió a su hermana que probablemente era un engaño.

“Ella me mandó un mensaje, me habló por teléfono y me dijo: ‘Oye, fíjate que me ofrecieron un trabajo en una agencia. Mira, checa tu WhatsApp, te voy a mandar una captura’. La revisé y le dije: ‘Oye, esto no es creíble’", recuerda.

Merari vivía sola con su hijo y lo dejaba al cuidado de su madre. Aquel día prometió llevar pañales y leche, pero nunca llegó. El padre del niño le dijo a la familia que Merari había pasado a pedirle dinero y que, poco después, un servicio de transporte por aplicación llegó por ella. Esta vez, llevaba una maleta.

Rubí menciona que la última foto que su hermana publicó en Facebook muestra los mismos tenis y la maleta que fueron encontrados recientemente en el rancho de Teuchitlán.

“Fue cuando dije: ‘Sí se fue a ese trabajo, porque en ese trabajo le decían que podían pasar por ella’".

De acuerdo con la sábana de llamadas obtenida por la policía cibernética, su última comunicación fue desde la Central Camionera de Guadalajara. Desde entonces, la familia ha vivido en un limbo de incertidumbre. Han recorrido oficinas, interpuesto denuncias y preguntado en cada rincón donde pudieran tener alguna pista. Su madre ha pasado noches en vela, esperando recibir una llamada que le devuelva a su hija o, al menos, le diga dónde está. 

La vida de Rubí también cambió: dejó de hacer planes, de pensar en el futuro. Todo gira en torno a encontrar a su hermana.

“Es como si el tiempo se hubiera detenido el día que desapareció. Desde entonces, todo se siente igual”, dice con la voz apagada.

Nueve meses después de su desaparición, mientras el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco transmitía en vivo desde el rancho Izaguirre, Rubí identificó algunos objetos de su hermana. Al principio se negó a aceptarlo, pero el primer golpe llegó cuando reconoció un par de tenis blancos entre los montones de calzado hallados en el sitio.

“En la imagen vi varios zapatos y fue cuando identifiqué los tenis de mi hermana, los mismos de la foto que ella subió por última vez. Al lado estaban otros Nike, los que más usaba”.

Más tarde, reconoció la maleta negra que llevaba el día que desapareció. Pero el momento más desgarrador ocurrió casi al final de la transmisión, cuando la integrante del colectivo que grababa ingresó al área de la “cocina”, donde había un altar con la figura de San Judas Tadeo y varias Biblias. Una de ellas le pareció distinta a las demás por su diseño. Rubí no tuvo dudas: pertenecía a su hermana.

“La reconocí por la pasta. Esa Biblia se la regaló mi mamá, y en mi familia todos somos testigos de Jehová. No es una Biblia común, es una edición reciente, bonita y elegante, que solo tienen quienes profesan nuestra religión”, aseguró.

Ahora, Rubí solo espera respuestas. Pide que las personas verifiquen la autenticidad de las ofertas de trabajo antes de aceptarlas y que siempre informen a sus familiares a dónde van.

 “Vivimos tiempos donde cualquiera puede ser víctima del crimen organizado. Es necesario tomar medidas de seguridad antes de salir”, finalizó.

MC

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