El retorno de venezolanos a Ciudad Juárez se convirtió en un protocolo habitual para los funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) en Chihuahua. Entre las 12:00 y las 13:00 horas comienzan a llegar varios grupos de aproximadamente 50 migrantes originarios de El Paso, Texas.
Desorientados y frustrados, tras pasar por el puente migratorio en el Puerto Fronterizo Lerdo, los migrantes son recibidos en carpas blancas en las que les explican que fueron devueltos bajo un nuevo acuerdo migratorio y que ahora deberán solicitar asilo o permiso de empleo en línea.
Su ropa cuenta una parte de su historia: pants y sudaderas grises o azules, con sandalias naranjas o azules también, y una bolsa en sus manos con las pertenencias, siempre pocas, que llevaban encima cuando se entregaron a las autoridades.
“Ellos no te explican nada, te agarran ahí, te piden poner tus huellas y tus datos. Te ponen adentro, no te dan información de nada y te dan comida fría, o sea, congelada, hamburguesas congeladas y te las vuelven a repetir, lo tacos te los vuelven a repetir. Comemos manzanas como si fuera uno un cochino, no te dejan bañar, no te dejan asear, pero, ¿estar con ellos? Yo prefiero estar preso”, dijo en entrevista Manuel Hiedra, minutos después de ser retornado a México.
Retornados a Ciudad Juárez no estaba dentro de sus planes y, una vez que fueron liberados en la localidad fronteriza, reprocharon malos tratos en ambos países.
“Si te van a deportar que lo hagan de una vez, los tienen en detención. Deberían decirnos claro que vamos a ser deportados para no vivir todo esto, para no vivir todo este infierno, porque es un infierno. Mira, cinco días sin bañarse, sin cepillarse”, dijo casi a gritos un joven venezolano a las puertas del Puerto Fronterizo Lerdo.
El miércoles llegaron cerca de 179 venezolanos, como parte de una ligera reducción de retornados por parte de las autoridades fronterizas de Estados Unidos, las cuales estaban entregando a cerca de 200 migrantes por día a Ciudad Juárez.
El Instituto Nacional de Migración instaló un módulo de atención para facilitar los trámites de venezolanos, donde se puede solicitar una tarjeta de estancia permanente por razones humanitarias en México.
Con el permiso, se espera que las personas puedan obtener un trabajo que les permita sobrevivir, en tanto toman una decisión sobre su futuro, pues casi todas gastaron el dinero que poseían en su viaje desde su país natal hasta el Río Bravo.
“Nos quedamos sin dinero, sin ropa, sin nada. Nos hicieron botar todo. Si nos van a hacer una expulsión, que sea inmediatamente, que no sean cuatro, cinco o hasta siete los días que estemos ahí. Nos metieron a una carpa donde hacía frío, no había calefacción”, concluyó otro joven que se unió a sus más de 300 paisanos que acampan en la intemperie, cerca de la frontera y a la expectativa de poderse entregar a la Patrulla Fronteriza.
ROA