Juntas, libres y sin miedo las mujeres volvieron a salir, y las calles las recibieron. Marcharon unidas, gritaron con fuerza, pintaron su rabia en las paredes, dejaron huella de su hartazgo en los cristales, tiñendo el aire de morado.
Les impusieron vallas. Muros que no dan justicia, barreras que no revierten la impunidad, encierros que no oyen, pero que tampoco las frenan.
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“Si lo que les importa son las paredes, lean lo que hoy les dicen”, señalaba uno de los tantos mensajes que dejaron pegados en esquinas, en postes, en paredes, en árboles, en monumentos. Esos que defienden, esos que resguardan de quienes exigen paz.
Madres, hijas, hermanas, primas, amigas, vecinas o desconocidas. El parentesco no importaba. Todas tienen una historia, todas arrastran un dolor, todas han sufrido la violencia machista o se han topado con un agresor; han escuchado o padecido en carne propia un caso de impunidad, han visto un feminicida libre; han sido discriminadas o relegadas; todas conocen a una mujer agredida o a una desaparecida. Todas quieren que la violencia pare, todas se quieren vivas.
El 8M, el Día Internacional de la Mujer, la fecha en que la marea se siente, vibra y no se calla. El día en el que gritan ¡basta!, y la marcha de ayer, fue de las más concurridas y emotivas. Miles de mujeres de la mano, cuidándose unas a otras, cada vez más organizadas, más diversas, sumando a otras. Mamás convencidas, algunas experimentando su primera protesta, personas de la tercera edad luchando por las niñas que desde ahora saben que nadie las puede callar.
“Nací para romper, no para obedecer”, decía el cartel que una mujer colocó en la carriola de su hija de dos años.
Los mensajes eran claros y contundentes. Se sigue luchando porque las siguen matando. La impunidad sigue ahí, ahí junto al patriarcado.
“Sinceramente, me valen tus monumentos, quiero llegar viva”, “donde existió miedo, hoy grita la rabia”, “¿Te cansas de oírlo? Nosotras de vivirlo”, “mi vestido no te da ningún permiso”, “no soy histérica ni estoy menstruando, grito porque nos están asesinando”, “estoy haciendo ruido y lo seguiré haciendo, hasta que el acoso, la violencia, la inseguridad, el patriarcado y el feminicidio, te dé menos miedo que el feminismo”.
Cientos de contingentes avanzaron por Paseo de la Reforma, hasta llegar al zócalo tras varias horas. Chicas con uniforme escolar “por las que salieron a estudiar y ya no regresaron”, amigas que gritaban “quiero morir por vieja, no por ser vieja”, obreras rebeldes: “ni el macho ni el patrón sirven para la revolución”. Niñas con alas moradas en las que se leía: “soy la niña que subiste por la fuerza. Las niñas no se tocan. Quiero jugar no desaparecer”.
No importaba la edad o la clase social, la voz era una sola, por ellas, por las que vendrán y por las que ya no están.
“Rompemos el silencio”, “vas a ser la mujer que te dé la gana ser”, “ni puta por coger, ni madre por deber, ni presa por abortar, ni muerta por intentar”, “te espantas por las que luchan, pero no por las que mueren”, “hoy lucho, para mañana existir”, “hoy grito y si mañana no estoy, quiero que griten por mí”.
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También estuvieron las víctimas, las que pasan los años y ya no quieren discursos, siguen esperando justicia. María Elena Ríos, saxofonista agredida con ácido, volvió a levantar la voz, ésta y todas las veces que sea necesario.
“Desgraciadamente tenemos que recurrir a la misma práctica, a una manifestación que nos sitúa en una revictimización, donde nos dicen ‘sí, marchen, pero marchen con cuidado; marchen, pero marchen sin pintar sin rayar, sin romper, cuando a nosotras nos están quemando el cuerpo.
“Esos mismos ‘expertos varones’ que nos recomiendan que marchemos con todo cuidado, son los mismos que nos critican ‘algo habrá hecho, por algo la habrán quemado, por algo la habrán matado’, hombres que no se cuestionando qué está haciendo su compañero machista de al lado”.
En la Ciudad de México se reportaron 90 mil asistentes a la marcha. La Secretaría de Gobierno y la Secretaría de Seguridad Ciudadana detallaron que “para salvaguardar la seguridad de las asistentes” se implementó un operativo en el que aseguraron martillos, mazos, tubos, bates, palos, cadenas, latas de pintura en aerosol y recipientes con líquidos inflamables. Reportaron atención médica a 37 personas pro insolación, golpes leves y torceduras, más 24 mujeres policías. Nadie con lesiones graves.
Las mujeres volvieron a salir y las calles las recibieron. Esas calles a las que ojalá, algún día, ya no tengamos que volver. Cuando se cumpla el anhelo de ser libres, no valientes. Porque somos muchas y marchamos, zapateamos, gritamos, soñamos y luchamos… juntas.
BCS