Un proyecto educativo que inició en la sala de una casa hoy está por cumplir 60 años de historia.
Se trata de la Escuela Montessori de la Ciudad de México que busca celebrar e incluso replicar un modelo de educación que privilegia al mismo tiempo el aprendizaje educativo, la formación humana, social y hasta de comunidad de los estudiantes.
No es una institución normal, explica el presidente del consejo de la escuela, Andrés Cossío, al detallar que el proyecto que inició en una casa se convirtió en una asociación civil, es decir, no tiene dueños ni fines de lucro y el único interés es el desarrollo de los niños.
"Hace 60 años se juntó un grupo de papás que tenía la inquietud de tener una opción educativa diferente en ese tiempo a lo que existía en México y empezaron a explorar qué tipo de sistemas existían y encontraron el sistema María Montessori.
"Una familia dijo: 'Podemos empezar a dar las clases en la sala de mi casa'. Y luego no nada más era la sala sino también fue el comedor y luego fue creciendo y creciendo hasta que se tomó toda la casa como parte de lo que es hoy la escuela", explicó.
Las familias involucradas firmaron el acta constitutiva de la asociación y se involucraron por completo en el proyecto.
Esta, por ejemplo, es una de las ideas básica del sistema, que no se trata de llevar a la escuela a un niño para que lo eduquen, sino que todos en comunidad y al ritmo de los niños, se les enseñan las diferentes materias.
Así, Carmela Fierro, asesora de la escuela y una de las principales supervisoras del sistema en la ciudad, se involucró en el proyecto, pues sus familiares fueron de los primeros estudiantes del plantel ubicado en Las Lomas.
"Yo creo que la esencia de la escuela siempre han sido y serán los niños, han pasado muchas generaciones por aquí. Creo que aun cuando ha cambiado tanto la sociedad, tanto la cantidad de estímulos de información que reciben los niños, puedo decir que la esencia de los niños sigue siendo la misma", expresó.
La educación Montessori tiene más de 100 años de antigüedad y en esencia sigue siendo la misma, según la directora general de la escuela, Gabriela Parra López.
Explicó que este modelo tiene una visión diferente porque es muy sensible con los niños y, además de su aprendizaje, se prioriza también su estado emocional, sus etapas de desarrollo así como la preparación para el futuro.
Es decir, adquieren conocimientos y además se involucran en una comunidad en la que también están inmersos sus padres y las familias de sus compañeros. Y es que los ambientes son multigrado, por ejemplo, concentra en un mismo lugar a los niños de 3 a 6 años, en otro de 6 a 9 y por último de 9 a 12.
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Y en las aulas, que aquí se llaman ambientes, son espacios libres donde cada alumno gestiona su aprendizaje con la ayuda de un guía que privilegia sus mejores habilidades, fortalece las debilidades y está siempre pendiente de su estado emocional.
"Esto es un poco diseñado como una sociedad, en la sociedad no estamos divididos ni categorizados, estamos conviviendo todos, grandes con chicos. Y en un ambiente Montessori se favorece mucho esta posibilidad de que los grandes acompañen, guíen a los más pequeños y los pequeños aprendan, de esa manera refuerzan sus conocimientos y se hace un vínculo una cohesión entre los grupos", dijo.
Y el modelo deja huella. En esta comunidad hay padres que son ex alumnos de esta misma escuela y no ven mejor opción para sus hijos que inscribirlos en una escuela Montessori.
Como el arquitecto Enrique Macotela, que sin tapujos suelta: "Yo tuve la fortuna de tener un par de papás hippies, hace 50 años, que eligieron esta escuela para mí. Y yo te puedo contar que el amor por aprender lo aprendí en esta escuela".
Según cuenta, en estos ambientes cada quien puede aprender a su ritmo y los guías te ayudan a explotar tus capacidades sin límite, por ejemplo, si te gustan las matemáticas y ese mismo conocimiento compartirlo con quien le cuesta más trabajo.
En casi el mismo caso está Tatiana Ojeda, que tiene a sus dos niños en la misma escuela por la que ella pasó "es lo que estoy buscando, tengo dos niños y es lo que me gustaría, que vivan lo mismo que yo viví".
Y es que Tatiana dice que estudió en esta escuela desde los tres hasta los 12 años y siempre se sintió en confianza con los guías, con el personal de la escuela y además conocía a todos los niños del plantel y a sus familias.
"Le agarré amor a trabajar y a aprender", aseguró.
Pero la comunidad se ha enriquecido y hay también familias de nuevo ingreso que, desde el primer momento, se sintieron cómodas con la manera de trabajar en esta institución.
"El desarrollo es muy padre, podemos ver cómo avanzan o cómo atacamos ciertas áreas de oportunidad, el tema de la lectoescritura no es su fuerte pero va muy bien en mate, entonces fomentamos eso y vemos cómo avanza más con una cosa y con otra pero lo vamos haciendo de la mano de la escuela", celebró Arturo Jiménez, que tiene a sus dos hijas en el plantel.
La Escuela Montessori de la Ciudad de México cuenta actualmente con 130 alumnos y 14 guías que conviven a diario para ayudar a los niños a tener un mejor desarrollo intelectual, social y personal.
EHR