La joven mujer de blusa negra y jeans azules dice que todo está muy tranquilo. Y así es. Es Día de Muertos y en el Panteón Municipal de Pachuca hay pocas personas visitando las tumbas de sus familiares. El joven de chamarra azul que la acompaña le dice que hay poca gente porque es el día primero y las personas aún están trabajando pero que, al día siguiente 2 de noviembre, seguramente habrá más personas.
El acceso al Panteón Municipal de Pachuca está resguardo por una catrina de cartón que viste de rosa y frente a ella un catrín de traje negro que sostiene una guitarra con la mano izquierda.
Antes de entrar al cementerio las personas aprovechan para comprar flores y llevar a sus difuntos.
En uno de los puestos una joven mujer lo piensa un poco y dice que el cempasúchil está en 25 pesos, la mano de león en el mismo precio y que la flor llamada polar está en 30 pesos el ramo.
La gente ingresa al cementerio, pasa junto a la catrina, después un arco de cempasúchil y enfilan hacia las tumbas.
Cinco mujeres y tres hombres, todos en grupo, ofrecen su servicio para llevar agua a hasta las tumbas. Junto a ellos hay varios botes esperando a ser llenados con el líquido.
Un hombre de se les acerca para preguntar cuánto cobran por llevar el agua y ellos responden que nada, que el pago es voluntario.
En el panteón hay mausoleos, tumbas, pero muy pocas tienen cempasúchil en sus esquinas.
El hombre, del que no sabré su nombre, solo que es bajito y que el sol le ha oscurecido la piel, dice que no hay tiempo para la muerte, que puede llegar en cualquier momento.
Lo dice porque a unos pasos de él acaban de enterrar al tío de su esposa hoy 1 de noviembre.
"Ahorita estamos, mañana ya no, no hay tiempo para la muerte, nadie sabe cuándo va a llegar", reflexiona el hombre.
Cuenta que el difunto que acaban de enterrar se llamaba Antonio Paredes pero que le apodaban el gato, que era muy conocido en los billares de Pachuca y que vivía en Santa Julia.
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Dice que don Antonio no estaba casado, que no tenía hijos y que vivía sólo.
En su habitación tenía una estufa en la que preparaba sus alimentos. Ya le habían dicho que la arreglara porque se fugaba el gas.
La semana pasada al encender la estufa explotó. No se dio cuenta que el gas se había acumulado. Tras la explosión tuvo fuerzas para abrir las puertas a los paramédicos.
Don Antonio estuvo internado una semana en el Hospital General de Pachuca. Falleció el 31 de octubre. Lo enterraron en Día de Muertos.
Sobre su tumba quedaron dos coronas, dos boletes con flores y flores blancas sobre la tierra que cubre su cuerpo.
En su tumba se levanta una cruz de madera y en ella, atada con un lazo azul, una imagen de la Virgen de Guadalupe.
Es jueves, las nubes grises han cubierto el cielo y amenazan con lluvia.