Las tres precipitaciones fuera del temporal que ha vivido Guadalajara en 2018, y sus consecuentes inundaciones en zonas intervenidas como el vaso de El Deán, demuestra que la solución de ingeniería que plantean el SIAPA y los ayuntamientos metropolitanos no podrá resolver un problema cuya causa profunda es que se alteró de forma severa el ciclo del agua, señaló ayer el consultor hidráulico de la UdeG, Arturo Gleason Espíndola
“La respuesta gubernamental ha reconocido que con la ampliación del vaso que se llevó a cabo el año pasado, no será suficiente para mitigar las inundaciones. En 2018 se destinaron 800 millones para apoyar el Programa integral de Manejo de Aguas Pluviales (PIMI), los cuales no se han reflejado en la solución y se reconoce que todavía es insuficiente. Al parecer la solución consiste solo en contar con mayores recursos para cubrir presupuesto de 5,500 millones de pesos de dicho programa. El PIMI propuesto, tiene un fuerte enfoque en desalojo y regulación de los escurrimientos superficiales que producen las inundaciones dejando de lado otros aspectos”, dijo en una opinión entregada a MILENIO JALISCO.
El también candidato ciudadano a la diputación local por el distrito XIII, de Tlaquepaque, dijo que “estamos perdiendo de vista que esa agua que debiera de estar en los acuíferos, ahora escurre por las calles ya que por la urbanización el agua de lluvia no puede ingresar al subsuelo. Esto significa, que si no entra agua a nuestro banco de agua que es el acuífero, estamos comprometiendo las reservas de agua de al menos de la tercera parte de la población en los próximos años”.
Además, “enfocarse solo en la construcción de nuevos colectores o ampliaciones, olvidamos que es necesario reforestar el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), para captar agua de lluvia a través de las hojas de los árboles y conducirla hacia el subsuelo a través de sus raíces. Con la presencia de mayor masa forestal, se estarían disminuyendo la velocidad y volumen de los escurrimientos y se estaría alimentando nuestro banco de agua (los acuíferos)”.
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De este modo, “pensar que la sola ampliación de la red drenaje es la solución, representa que en la medida que urbanizamos la ciudad estamos condenando a la desaparición de más de 30 manantiales (que equivalen entre 500 o mil litros por segundo) que se van directo al drenaje en estos momentos. Estamos cubriendo con casas las zonas de recarga que alimentan estos manantiales. Un caso especial es el Bosque de los Colomos donde los afloramientos que alimentan colonias como Providencia están disminuyendo alarmantemente por la construcción de zonas como Andares. Además la construcción de edificios con estacionamientos subterráneos impide que el agua de subsuelo continúe su viaje hacia las zonas de descarga (manantiales) y sea captada en los estacionamientos para luego ser bombeada a los colectores”.
Es decir, “enfocarnos solo en resolver las inundaciones perdemos de vista el funcionamiento del ciclo de agua que es vital para la supervivencia humana. ¿Qué hacer? Debemos reconocer que las inundaciones no son el problema en sí, sino la consecuencia de un mal mayor: el deterioro del ciclo del agua. La pasada y vigente urbanización desordenada del AMG, han cubierto gran parte de la superficie natural de la ciudad lo que ha provocado que el agua que antes se infiltraba ahora corra por las calles. Si no reconocemos el origen del problema, difícilmente podremos establecer propuestas idóneas”.
Esto incluye “antes que gastar un solo peso en infraestructura hidrosanitaria se deberá instalar un sistema de medición que nos permita saber la situación instantánea e histórica del comportamiento del ciclo del agua en la AMG. Este sistema tiene tres componentes básicos que responde más a la lógica del funcionamiento del ciclo del agua”.
El primer sistema, “la consolidación de un Sistema Coordinado de Estaciones Meteorológicas que nos permita saber la cantidad de lluvia que cae y la forma en lo que lo hace (intensidad) El costo estimado es de 50 millones en inversión. En segundo lugar, “proponemos la instalación de un Sistema de Monitoreo y Gestión de Aguas Subterráneas que nos permita saber la calidad y cantidad de agua en el subsuelo así como sus trayectorias, con un costo de 100 millones de pesos. Y en tercero, “la instalación de un Sistema de Monitoreo y Gestión de Escurrimientos Superficiales” que costaría 40 millones de pesos. Solo con eso, se podrá pensar en atender el problema de las inundaciones de forma integra l.
MC