Desde hace tres generaciones Guillermo García ha dado vida a la piedra negra que yace en las entrañas de la zona de Teotihuacan y el estado de Hidalgo, la obsidiana, considerada una potente piedra de crecimiento personal y transformación.
Como piedra negra es usada para la protección, la limpieza y la purificación. Está relacionada con el primer chacra, con la madre tierra, y representa la integración de la luz en el mundo terrenal, de manera consciente y dinámica, por ello es muy demandada en el extranjero, principalmente de países como China, lo que ha provocado que los artesanos mexiquenses se enfrenten al desabasto y al acaparamiento.
“En el municipio dos familias han acaparado el mercado, ellas compran a los pequeños artesanos y las venden a las grandes tiendas”.
En los mejores tiempos, los artesanos del municipio escogían la obsidiana que necesitaban, según su calidad. “Antes teníamos obsidiana de mejor calidad y podíamos ofrecer mejores piezas, hoy hay personas que han acaparado todo el mercado y prácticamente nos dejan la basura”, menciona Don Guillermo.
En Teotihuacan hay dos variedades de este vidrio volcánico, pero la de mejor calidad, la dorada, proviene del estado de Hidalgo, y una parte de Jalisco. La roja o la obsidiana mexiquense también es buena, pero casi no se ocupa, “la mayoría busca la dorada y la negra”.
Por la escasez, los artesanos aprovechan al máximo la obsidiana, pues los dijes, aretes o pulseras, por ejemplo, salen del recorte de las grandes piezas. A la fecha la zona arqueológica de Teotihuacan es Patrimonio Cultural de la Humanidad y es la más visitada de México, principalmente, por los turistas extranjeros, quienes pagan bien y gustan de las hermosas piezas de obsidiana.
El costo de una pieza salida del taller oscila entre mil 500 y 2 mil pesos en promedio, mientras que en una tienda de aparador puede oscilar entre 15 y 20 mil pesos. Por ello, cuando los turistas comparan los precios desconfían o dudan de la autenticidad.
“Los operadores turísticos generalmente los llevan a las tiendas grandes y cuando ven los puestos pequeños piensan que es costosa y no se animan, también cuando los pequeños productores les dan precios bajos piensan que las piezas son falsas”, refiere el maestro originario del municipio de Teotihuacan.
La cuestión está en que los turistas extranjeros pagan a los touroperadores, las comisiones y traslados, lo que incrementa el costo de las piezas, pero en realidad salen de los talleres donde son muy baratas.
“Una máscara tarda cuatro días en hacerse y cuesta alrededor de 3 mil 500 pesos en los talleres y en las tiendas pueden alcanzar los 15 mil pesos. Cuando los revendedores van a las tiendas solo ofrecen mil pesos por una pieza y cuando el artesano acude a otra tienda, los compradores ya se pusieron de acuerdo para no pagar más”.
Comercio directo, la opción
Para evitar seguir siendo víctima de los revendedores, don Guillermo ha optado por comercializar directamente sus piezas, ya sea en su negocio o bien por internet, aunque tiene compañeros que se conforman con vender su trabajo a bajo costo, pero con un ingreso seguro.
“De ahí no pasan, les he dicho que salgan y comercialicen directamente para que vean un cambio en su economía, pero mucho prefieren tener un ingreso fijo, aunque esté muy por debajo de lo que merece su trabajo. Una opción para evitar el acaparamiento y los malos precios sería que los artesanos creen una asociación o bien pongan una tienda para ofrecer sus productos”.
En su caso se ha acercado con el Instituto de Investigación y Fomento a las Artesanías del Estado de México (IIFAEM) para recibir asesoría y aprender más de las nuevas plataformas de comercialización como Amazon y Mercado Libre. “Me ha funcionado, incluso tengo más cliente que antes de la pandemia”, comenta el artesano teotihuacano.
MMCF