Con aguamiel, pulque, pan, dulce de calabaza y de camote, flores de cempasúchil, terciopelo rojo y nube, así como la comida, las familias del pueblo otomí de San Francisco Magú, en Nicolás Romero colocan sus ofrendas a los que ya no están.
En este localidad poco a poco la población otomí se va extinguiendo. Ya son pocas las personas hablantes de esa lengua, por lo que es importante para los pobladores el reconocimiento como pueblo originario, lo cual buscan desde hace diez años, explicó Xóchitl Moreno, integrante del Consejo de Participación Ciudadana.
Esta comunidad basa su organización en usos y costumbres, es colindante con Tepotzotlán y Villa del Carbón. Es un pueblo donde no se pagan impuestos “porque nos amparan dos decretos, uno virreinal y otro otorgado por el presidente Juárez, en gratitud de que lo protegió y sirvió por tres días en la época de la guerra contra los franceses”.
En este pueblo, como muchos otros de origen otomí, el Día de Muertosse pone en las ofrendas lo que se cosechó en la temporada del ciclo agrícola.
Xóchitl Moreno señala que la ofrenda se coloca en un petate o en tablas de madera, y en ella se ponen ceras, veladoras, rosarios de flores, imágenes religiosas y frutas. También a los difuntos se les ofrece pan con su peculiar figura humana y coronas, pan que los mismos familiares hacen en casa y que simboliza el espíritu de las personas. Además a las mujeres difuntas se les asigna un petate para que descansen y a los hombres un banco de madera con alguna bebida al lado, como pulque, aguamiel, alcohol y agua.
RARR