Mireya González Martínez se sienta en un banquito para comer un bolillo y tomar un atole de chocolate que preparó esta mañana de miércoles, junto con algunos litros más que vende afuera del Mercado 1 de Mayo, en Pachuca, en donde vende alimentos desde hace 63 años, cuando ofrecía tacos dorados, y después tamales, producto con el que ha podido sacar adelante a su familia.
Con una blusa, pantalón y suéter blanco, impecables, Mireya observa de reojo las calles aledañas al mercado, ya que señala que el Ayuntamiento de Pachuca no les ha permitido laborar toda la semana, situación que les complica un poco más su vida económica, ya que asegura que la venta de tamales le han permitido vivir y ayudar a su familia.
“Tengo 63 años haciendo tamalitos, aprendí a elaborarlos viendo a mi mamá. Me piden de rajas, molito y verde, también el de dulce, pero ya ese casi no se vende actualmente porque a las y los niños les gusta el chile, pero el rey de las ventas es el verde, pero es que hoy la gente prefiere comer pizzas o hamburguesas, pura chatarra, además de que es más caro.
“Es por ello que todos los días me levanto a las 2:00 de la madrugada para preparar todo, desde el atole y los tamales, pues hay que salir a vender, aunque en este momento tenemos prohibidas las ventas, solo nos dejan viernes, sábado y domingo, pero nos colocamos hoy porque es el Día de la Candelaria, y aún así las ventas no han sido muchas”, explica la mujer.
Señala que ayuda con los gastos de la casa, junto a su hija y esposo, “porque hay que sacar adelante a mis nietos, por lo que hay que trabajar, pero a veces los de la presidencia municipal no nos dejan, pero pues solo es un ratito el que estamos porque solo traemos una olla , antes vendíamos tres grandes, pero ahora solo una y es pequeña.”, dice la adulta mayor.
Cuando Mireya amasa, o prepara los guisados con los que rellenará sus tamales, recuerda cómo inició su vida productiva, era menor de edad, “pero siempre me ha gustado tener mi dinero”, así que recorría los pasillos del Mercado 1 de Mayo vendiendo tacos dorados, después ofreció el atole con pan, “y ya luego agregué los tamales que empecé a realizar”.
Dice que sí se cansa, sobre todo por levantarse tan temprano y ha recibido la recomendación médica de que no debe trabajar tanto, “que ya no puedo trabajar que ya di lo que tenía que dar”, explica, pero sabe que su vida siempre ha sido productiva, por lo que sigue apoyando en la elaboración de los productos que ha dejado como herencia para su hija, quien esta mañana atendió los pedidos de tamales, atoles y tortas de tamal.
“La pandemia nos afectó mucho, ya van para dos años, porque tuvimos un año sin actividad ni nada y el dinero siempre hace falta, pero la gente siempre me llevaba que la despensa, el taco, la comida, así, para Gloria de Dios porque él nunca nos ha dejado sin comer, así que Gloria a Dios porque es el que me ha dado la fortaleza”, expone, mientras le da un sorbo más a su humeante atole de chocolate.
Asegura que ahora hay más puestos de tamales, “ya hay más competencia”, pero antes era la única que vendía por acá, y antes eran tres vaporeras las que vendía, ahora ni una y solo pido dos cosas, una que se venda lo que hacemos, porque me he regresado con toda mi vaporera llena y la otra, que nos haga invisibles para el ayuntamiento y que nos dejen trabajar”, concluye.