La iglesia del Tezontle, en la que se venera a la Virgen de la Asunción, está cerrada. No hay acceso por ninguna de sus dos puertas cafés en forma de arco. No hay una sola persona que atienda.
Afuera, en la base de concreto de la enorme cruz de metal de la fachada hay una lona azul con el rostro de Heriberto Lazcano, el extinto líder de Los Zetas, con un mensaje para los vecinos de la colonia El Tezontle.
“Se les invita a la misa del octavo año luctuoso del benefactor de la iglesia El Tezontle que se llevará a cabo el día miércoles 7 de octubre las 19:00 horas. Por su gentil asistencia la familia queda eternamente agradecida”.
Han pasado ocho años desde su muerte aquella noche del 7 de octubre del 2012 en Progreso, Coahuila, abatido por elementos de la Secretaría de Marina y es así como acá se le va a recordar, con una misa organizada por la familia.
Se le dio por muerto pero el cuerpo del capo más sanguinario del país nunca fue encontrado luego de ser rescatado de una funeraria por un grupo armado en Sabinas, Coahuila.
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-¿Y crees que sí esté muerto?, le pregunto a Enrique un vecino de El Tezontle.
-Yo no creo o quién sabe-, responde el joven bajito, delgado, de un gran bigote.
Dice que la colonia se ha vuelto un lugar tranquilo y que ya no hay presencia de gente vigilando como antes.
-¿Ya no hay halcones?-, le pregunto mientras nos alejamos de la iglesia.
-Yo digo que ya no, ya no veo ni madres.
Enrique dice que no conoció a Heriberto Lazcano pero que tiene un conocido que sí fue amigo del Lazca.
-¿Y por qué eran amigos?
-Porque los dos vivían aquí en El Tezontle de niños.
-Y ese amigo tuyo ¿era integrante de Los Zetas?
-No, él sí estudió.
Enrique dice que en ocasiones lleva a sus hijos a los juegos junto a la cancha de futbol y que no ha visto nada raro, camionetas de lujo o blindadas.
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La cancha de futbol está al pie de un pequeño cerro y en lo alto se levanta la casa de Heriberto Lazcano, tres pisos, color blanca con flores en macetas al frente.
Enrique dice que no hay acceso a la casa a pesar de la calle que lleva hacia ella. La calle es Oyamel y al comienzo es una pendiente embanquetada con casas salpicadas a su alrededor.
En efecto, subimos, la calle rodea la casa pero no hay un acceso directo a ella. Solo hay casas que la ocultan e impiden que se vea.
Enrique, que ha hecho de guía este miércoles en el que el sol arde con furia a pesar de que son solo las diez de la mañana, dice que para entrar a la casa del Lazca hay que pasar por otra casa pero no sabe cuál.
De regreso sobre la calle Oyamel, a través de una reja se ve la casa a lo lejos. No hay nadie afuera. Las cortinas están cerradas y desde ella se domina la cancha polvorienta de futbol, los juegos y la iglesia del Tezontle.
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A un costado de la colonia El Tezontle se encuentra el Panteón Ejidal San Francisco. El encargado es Andrés Torres, un hombre delgado, piel tostada, de 74 años y que este día se cubre del sol con un sombrero y unas gafas negras.
En el panteón está el mausoleo que Heriberto Lazcano mandó construir antes de su muerte. El señor Andrés dice que ahí solo descansan los restos de la madre del Lazca.
-¿Trajeron los restos de Heriberto Lazcano a este mausoleo?
-No-, responde.
-¿Y eso?
-Quien sabe por qué no los trajeron para acá.
-¿Cómo era Heriberto Lazcano?
-Buena persona.
-Pero después se volvió líder de Los Zetas–, le digo.
-No, pero en otro lado porque aquí no-, ataja.
-¿Y él venía al Tezontle seguido?
-Pues no muy seguido. Él fue el que hizo la iglesia.
-Hoy se cumplen ocho años de que falleció– le digo.
-Parece que fue ayer-, dice don Andrés.
El encargado del panteón dice que cada año, después de su muerte, se celebra una misa en honor a Heriberto Lazcano en la iglesia del Tezontle, sobre la calle Nogal.
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Siete de la noche. En la iglesia. La gente empieza a llegar de a poco. Hay unas cuantas personas salpicadas en las sillas de enfrente. La mayoría se sienta atrás.
El sacerdote Ascensión inicia la misa. Durante toda la homilía solo hará dos menciones de Heriberto Lazcano: la primera para decir que la misa es por su octavo aniversario luctuoso y la segunda al final para que el Señor perdone sus pecados y le conceda la luz eterna.
Tras la misa, afuera de la iglesia comienza a tocar una banda, se reparte pan, atole, café y tamales a los presentes, poco más de cien personas. Todos alrededor de la lona azul con la foto del Verdugo.
Entre música, verbena y risas, la gente y su familia recuerdan a Heriberto Lazcano, extinto líder de Los Zetas, en su tierra El Tezontle. La noche ha caído.