Entre paisajes del Valle del Mezquital y la cocina, Teresa ha superado el cáncer dos veces

Ha sido diagnosticada con cáncer dos veces en su vida y festeja estar con vida disfrutando de sabores y olores de los guisados que realiza y vende, y disfrutar de la belleza natural que le ofrece esta región de su estado, Hidalgo

Mujer supera el cáncer dos veces, disfruta de sabores y olores de los guisados que realiza. (Especial)
Elizabeth Hernández
Pachuca /

Teresa Monter es una guerrera del Valle del Mezquital, como muchas que hay en la región, en Hidalgo. Es una mujer que se levanta todos los días, desde las 5:30 de la mañana, porque tiene una ilusión, una meta que alcanzar cada nuevo amanecer y que le ayuda a seguir adelante y a observar la vida desde otra perspectiva, tras haber sido diagnosticada con cáncer dos veces en su vida.

Después de sobrevivir a esta enfermedad, y quedar con pocos recursos económicos tras los tratamientos para combatir el cáncer, decidió darse la oportunidad de vivir en algo que le apasiona desde que era una niña: cocinar, así que creó "La Cocinita de Panales", en donde deleita a sus clientes con guisados que solo las cocineras tradicionales saben hacer.

"En 2012 me diagnostican con cáncer de mama, así que el año pasado, pues quise celebrar esta oportunidad de vida y lo hice con esta sesión de fotos porque cómo no voy a festejar estar con vida desde hace diez años, e hice algo maravilloso.

"El segundo diagnóstico fue en 2017: cáncer en columna, en dos vértebras. El diagnóstico es cruel, fatal y en este caso, no sabía si saldría en silla de ruedas. Sientes miedo pero soy creyente y, aunque muchas veces pedí a Dios que no me pusiera esta prueba, aquí estoy, sobreviviendo al cáncer, y no me rendiré porque amo la vida", sostiene.

Tere lleva la cuenta: 19 quimioterapias y 30 radiaciones, cada una provocando afectaciones en su cuerpo, dolores, cansancio y algunas veces, depresión; pero nada que la pueda detener en su lucha por disfrutar de la vida que mira con mayor sencillez y admiración, "porque ahora platico con el sol, las estrellas, la luna, los paisajes que me ofrece este hermoso Valle que nos brinda cada mañana escenarios únicos e increíbles", dice.

Pero nada más senador que deleitar a las personas que acuden a su cocina, su plan perfecto para seguir creciendo, fortaleciéndose, y seguir creyendo en Dios, que asegura le ha dado la fuerza para amar aún más la vida.

"Cuando te dicen tienes cáncer sientes que te estremeces, que no volverás a ver a tus seres queridos, que es incierto el futuro que te espera porque no sabes que sigue y el tiempo más cruel de la enfermedad, es cuando no sabes cuál es el procedimiento que sigue, sientes estrés, pero cerré los ojos y confíe en Dios, y aquí sigo y disfruto de mi vida que es más plena, disfruto a mis doce nietas y nietos, a mis hijos, disfruto ver la salida y la puesta del sol desde la ventana de mi casa, esa es la vida", dice.

El saber de la cocina

Desde que Tere era una niña disfrutaba de estar en casa de su abuela paterna, Natalia Ángeles, cocinera tradicional de Santiago de Anaya, de quien aprendió la sabiduría ancestral de preparar platillos diversos con flores, plantas y el sazón que se desprende de las manos de cada cocinera.

El recuerdo de esa calidez, de ese momento de expresión amorosa entre platillos, tortillas de maíz hechas con manteca, del olor a la leña quemada, las risas, las lágrimas y los miles de minutos que pasaba rodeada de su familia en una cocina tradicional, es lo que la llevó a poner su propia cocina, rodeado de plantas, y en la que encierra cada día los recuerdos de la terrible enfermedad que mutilo parte de su cuerpo, pero no el ánimo ni el amor por la vida.

"En este momento me siento agradecida con la vida, con la luna, las estrellas, que son las que con platicó, con Dios, con el universo que me han mantenido viva, viendo con amor a mis hijos, tengo una vida plena, soy feliz cocinando, lo disfruto y no, no me canso cuando estoy haciendo lo que me gusta, son mis raíces y el amor a mi familia que me mantiene en pie", dice.

Tiene historias que contar, mensajes que expresar y platillos que compartir, como aquel guisado de carne de puerco con chile morita que nunca falta en este lugar, tampoco el mole verde o las tortitas de huazontle en mole rojo, porque es en cada platillo que sirve que le da gracias a la vida por la oportunidad de estar viva y que s siente bendecida "cuando me regresan los clientes los platos limpios, porque sé que les gustó y es una bendición más de todos los días", concluye.


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