En este penal de Nuevo León pasan los días entre cumbia, clases y oficios...

Las autoridades ven como gran reto la aceptación social en el ámbito laboral, último paso de la reinserción

Archivo
Luis García
Apodaca /

A ritmo de cumbia y música colombiana, así transcurre un día de visita normal en el Cereso Norte 1, en Apodaca.

Por momentos aquello parece un baile en la plaza de cualquier colonia. Los niños ríen y las parejas disfrutan al ritmo de la melodía. Las familias comen reunidas en mesas donde abundan el pollo asado y los guisos caseros.

Dentro de los muros del mismo centro penitenciario, cientos de internos trabajan, estudian o desarrollan actividades artísticas, culturales, deportivas y religiosas.

“Tenemos actualmente cerca de 5 mil 500 personas que desarrollan alguna actividad educativa, cultural o artística en el estado. El deporte yo creo que es uno de los más populares, tenemos cerca de 9 mil personas que están desarrollando alguna disciplina deportiva”, indicó Fernando Bravo, titular de los Programas de Reinserción Social de la Secretaría de Seguridad Pública.

La estrategia forma parte del plan estatal con el que se busca erradicar la creencia de que los centros penitenciarios son escuelas del crimen.

En Nuevo León existen 9 mil 890 personas privadas de la libertad en los cuatro penales, pero solo 4 mil 300 de estos desarrollan actividades que les generan una remuneración económica.

José Manuel es uno de los 2 mil 200 internos del Cereso Norte 1 que cumple un turno diario de 8 horas en una de las 4 “empresas” existentes.

“Entramos a las 08:30, y nos retiramos de aquí a las 17:00. Después de las 17:00 nos dan permiso de bañarnos, de lavar la ropa y pues vemos tele, es como una vida normal, simplemente porque estamos encerrados”, puntualizó.

Dependiendo el tipo de trabajo que realicen y la cantidad de producto, una persona internada en un reclusorio de Nuevo León puede ganar entre 300 y 800 pesos a la semana.

Además del trabajo remunerado, existen aquellos que laboran para el sistema penitenciario como instructores o monitores, además de aquellos que generan autoempleo mediante la venta de productos que elaboran.

Luis Felipe, quien purga una condena de 25 años, es uno de esos monitores e imparte clases de dibujo.

“Esta es como una terapia, porque mantienes tu mente ocupada y la mantienes en algo constructivo”, señaló.

Un último componente son las clases universitarias. Dentro del otrora penal de Apodaca, la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Ciudadana imparten la carrera de Leyes, a la que muchos acuden con la esperanza de ayudarse en su caso.

“Aquí hay dos tipos de reos, el activo y el pasivo, el que nada más espera que se pasen los años y está en su celda sin hacer nada  y sin deportes, y está el caso como el mío y de otros compañeros que lo que buscan es estar haciendo algo bueno, algo positivo”, manifestó Sergio, del primer semestre de la UANL.

El gran reto para las autoridades y para los internos será la aceptación social, la última parte de la reinserción.

 “Nos platicaban, por ejemplo de la Secretaría del Trabajo, que tienen una relación como de 100 empresas que están dispuestas a recibir a las personas que van siendo liberadas”, concluyó Fernando Bravo. 


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