La mirada de Karla Alejandrina Planter Pérez parece dura y severa, como una armadura que protege su interior pero, cuando sonríe, su rostro se ilumina y su presencia se vuelve magnética, invitando a los demás a acercarse y a compartir su esencia.
Es una mujer de contrastes. Capaz de inspirar respeto y admiración. También sabe hacer sentir cómodos y en confianza a quienes la conocen o se acercan a ella por primera vez. Tiene un don exacto para escuchar y poner atención a los demás.
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Pareciera que un botón interno silencia al mundo exterior en su cabeza para dar paso a alguien que le dirige la palabra. Su sonrisa, afirman sus cercanos, es un regalo que abre puertas a una conexión genuina y profunda.
Planter es doblemente felina: Puma por la UNAM y Leona Negra por la UdeG. De la segunda quiere ser la primera mujer rectora general.
A esta casa de estudios regresó después de terminar sus estudios en la Ciudad de México, y de tocar el infierno, como ella misma dice con sarcasmo, por una experiencia personal de vida de la que hablará más adelante. Volvió, dice, para hacer carrera académica desde el puesto más modesto.
Su relación con la Universidad de Guadalajara empezó cuando su hermana la llevó a una cabina para que experimentara cómo es la radio en vivo. Desde niña mostró cualidades para la locución. Grababa sus charlas en casetes de bobina que eran parte de colecciones musicales de sus hermanos.
Las grabaciones de sus entrevistas borraban de forma automática los éxitos de los artistas del momento o de los clásicos que habían sido atesorados con ahínco. “Qué bueno que mis hermanos lo descubrieron muchos años después”, dice y suelta una risa enseñando sus dientes blancos que parecen tan fuertes como para romper las nueces.
Tenía 16 años cuando se quedó a dar resúmenes informativos en las frecuencias radiofónicas de la máxima casa de estudios.
Su pasión por el oficio la llevó a inscribirse en un taller de periodismo, en el que sus compañeros eran egresados de universidades y maestrías y ella apenas era una menor de edad.
Ahí conoció a Tomás Eloy Martínez, un gigante de la literatura de América Latina que tuvo un leve paso por el país y quien decidió ir a la casa de Planter a pedirle permiso a su mamá para que le autorizara un año sabático escolar para inaugurar un periódico en Guadalajara. Se trataba nada menos que del “abuelito” de MILENIO, por decirlo de alguna manera, era el entrañable diario Siglo 21.
“Mire señor, a mí me da miedo que a esta niña le guste el dinero y ya no quiera volver a estudiar”, recuerda Karla que le dijo su mamá a Tomás Eloy. “Le doy mi palabra de que su hija regresa a la escuela”, contestó el escritor. Y así fue.
Tiempo después entró a estudiar Ciencias Políticas en la UdeG, porque en esa época no había carrera de Periodismo. Lo que para otros u otras puede ser un punto de quiebre negativo, para Karla no lo fue.
Su firmeza y sus deseos intelectuales le hicieron desarrollar sus cualidades multitasking, esas de realizar más de una tarea o actividad al mismo tiempo. Supo combinar ambos intereses de manera simultánea, trabajando en la radio universitaria mientras estudiaba.
Ganó el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez por un trabajo sobre José Saramago. Su trayectoria es un testimonio de su flexibilidad, resiliencia y dedicación. Con esa sonrisa y esa mirada que refleja intensa curiosidad, ha sabido navegar por diversos entornos, aun en los más profundos de la intimidad.
Se enamoró, se casó y se fue a vivir a Baja California Sur. Lo primero que hizo fue dar clases porque, dice, necesitaba algo qué hacer. A los seis meses la nombraron coordinadora de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la universidad de aquel estado. En el mismo lapso de tiempo se dio cuenta de que su matrimonio no funcionó.
Hay que ir a los infiernos de vez en cuando, acota: “Esa fue mi primera visita jajaja”, recalca con sentido del humor cada una de esas palabras. Se fue a la UNAM a estudiar una maestría, donde se graduó con honores y mención honorífica. Inició el doctorado, terminó los créditos, pero antes de titularse volvió a Guadalajara porque se abrió un espacio para impartir clases de Estudios Políticos y algo le dijo que no podía dejar pasar la oportunidad.
Más pruebas de que cada situación de la vida la aprovechaba para bien. Es impresionante su crecimiento y liderazgo en diversas áreas académicas y administrativas de la UdeG.
De docente a secretaría académica de división, de ahí a la administración general en la división de medios de comunicación, luego coordinadora general académica para meterse hasta la médula de la elaboración de políticas institucionales, estrategias relacionadas a la docencia, investigación y extensión universitaria.
En esos y otros cargos más radica la clave que vuelve a Karla Planter una aspirante a vencer en la contienda por la Rectoría General de la universidad.
Conocedora como nadie de la entraña de la UdeG
Conoce la entraña, conoce el ADN de la red universitaria de la que ha sido una pieza clave para el progreso y funcionamiento que la hace la segunda más importante del país, tan solo después de la UNAM, su otra alma mater. Los leones negros son poco más de 336 mil alumnos frente a 373 mil pumas. La idea es que en el próximo sexenio la UdeG aumente hasta en 50 mil la matrícula. Planter está cerca de marcar ese acontecimiento.
En cada cargo por el que ella ha pasado ha dejado huella, no por nada tiene en sus espacios privados e íntimos figuras de elefantes, una de las especies animales que más admira por su memoria e inteligencia. Por su idea de manada de grupo y cuidado de la maternidad.
El respeto a la muerte y sus muertos. Los elefantes son verdaderamente excepcionales, afirma. Actualmente, Planter es rectora del Centro Universitario de los Altos (CUAltos). El escritor Carlos Fuentes decía que los grandes personajes que marcan la historia nacen cuando la preparación y la oportunidad se acerca.
Su trayectoria y ascenso académico en la UdeG la hacen una fuerte competidora porque tiene todo para dirigir los destinos de la red universitaria, es una de las figuras que conoce bien el ADN de esta casa de estudios.
MC