A María Catarina Hernández aún le duele al recordar que la abandonó su esposo en un momento de su vida cuando su hijo era pequeño, pero refuerza su orgullo al decir que, gracias a la actividad que le enseñó su abuela sacó adelante a su hijo, le dio escuela y lo alimento, siendo las comunidades indígenas las más golpeadas por la pobreza en el país.
No mide más de metro y medio, es muy delgada, pero los músculos de sus brazos son más fuertes que su dolor y se iguala a la fuerza de su amor por la vida, y gracias a ello, logró convertirse en artesana, de las mujeres que han forjado sus historias sobre el lienzo que les proporciona una pieza de barro hecha en Chililico, comunidad de Huejutla reconocida por esta actividad y hoy vive de las ventas de sus productos en ferias y plazas de Veracruz o Pachuca.
“Soy orgullosamente de Chililico y empecé a realizar mis artesanías cuando tenía 12 años; yo iba a la escuela, pero tuve que dejar los estudios porque mi abuelita nos pedía que le ayudáramos pues para vender las artesanías y sacar para la comida”.
“Empecé haciendo unas vasijas así de chiquitas”, dice, mientras simula con sus dedos pulgar e índice el tamaño de los objetos, “pero con eso teníamos para entretenernos y salir a las plazas para vender lo que hacíamos por 50 centavos, que antes era un dineral”, expresa María.
“Cursé hasta el segundo año de primaria y ya no pude más, porque mis papás trabajaban en la milpa y no tenían dinero para pagarnos la escuela, así aprendimos todo, también vendíamos café o maíz, ya luego salíamos a las placitas a vender nuestras cositas chiquitas”.
Actualmente María vive sola, su hijo creció, se casó y trabaja como jornalero, pero está al pendiente de ella. Ocupa sus días creando cada taza, burrito, copalero, gallinitas, vasijas y demás piezas que actualmente vende en el Pabellón Artesanal de la Feria San Francisco Pachuca 2019.
“Yo hago todo solita, me gusta hacerlo, y a veces en la mañana hago dos docenas de mis figuritas y si me siento en la tardecita, hago otras 18 piezas y me gusta pintar, que también me enseñó mi abuelita”.
“Mi esposo salió bien malo, me dejó, y ya no quiso responder por mi hijo, fue un tiempo difícil, pero yo me puse a trabajar en lo que me había enseñado mi abuelita y saqué adelante a mi hijo, lo digo con orgullo, ahora mi hijo me quiere y cuando me enfermo él me lleva para que me atiendan y está al pendiente de mí”, expresa María con cierto tono de tristeza.
Dice estar sana, pero debido a la posición que toma para realizar y pintar las figuritas de barro, con motivos florales que nacen de decenas de pinceladas delgadas y en secuencia, su espalda y cadera lo han resentido.
“Pues a veces me duele mi cabeza, me duele la espalda y como todo el día ando haciendo mis artesanías, pues me duele todo y me tengo que echar pomada (…) cuando me duele todo, antes de dormir me tomo un paracetamol y me soban, y me duele hasta el brazo, la cintura, y muchas veces la cabeza, pero tengo que continuar porque a mí no me gusta estar así, solo sentada, pero cada que acabo mis artesanías, me siento orgullosa de hacerlas”, dice sonriente.
Asegura que pocos son los artesanos que venden en Chililico “porque todos hacemos lo mismo y somos competencia”, por lo que ella prefiere emprender el viaje y salir hacia Pachuca o Veracruz, donde la gente adquiere y valora más este tipo de piezas.
“Como también hacen Xantolo en Veracruz, pues también se vende mucho por allá, y gracias a Dios vivo de eso, y con eso saqué adelante a mi hijo y agradezco a mi Chililico por darme esta tradición”.
“En Huejutla se llena de gente de Chililico y nos hacemos mucha competencia, mejor salgo de ahí para vender, unas tres veces al año, me mantengo con mi venta”, asegura, mientras su vista se pierde entre sus piezas y recuerda que en este mes de octubre cumplirá dos décadas de que falleció su esposo, el que la dejó con su hijo y no se hizo responsable, pero que le dio el ímpetu para convertirse en una gran artesana.