Los ojos de Maribel Garrido estaban hinchados de tanto llorar, las lágrimas no le brotaban más y su boca estaba totalmente seca. A un lado de ella están su hermana, su padre y su hija, la única que se salvó de no experimentar el infierno que se vivió ayer durante la explosión en San Primitivo, en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo.
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"Explotó algo en la parte de arriba, me dijo mi papá", explicó Maribel y salió corriendo al lugar porque sabía que sus dos hijos, José Guadalupe y Jimmy Francisco, habían ido minutos antes al ducto, "Les dijeron que había fuga de un ducto y estaban regalando la gasolina", fue un error.
José Guadalupe Jiménez Garrido y su hermano Jimmy fueron a trabajar esa mañana al campo, donde hacían pacas de paja en los sembradíos al mando de Benito, su abuelo.
Los dos jóvenes terminaron la escuela secundaria para poder ayudar a su mamá, quien se dedica a hacer limpieza en casas desde que su esposo, Francisco, los abandonó. Ahora ambos jóvenes tienen pocas posibilidades de sobrevivir.
"Están graves mis dos hijos. El que está aquí en Pachuca tiene todo quemado por dentro porque aspiró el fuego y me dan 70 por ciento de posibilidades de que viva".
"Mi otro hijo está también grave, pero a él lo tengo en un hospital en Ixmiquilpan al cuidado de mi mamá, que ya me avisó que se lo van a llevar a la Ciudad de México y quisiera estar con ambos y no puedo", dijo entre lágrimas.
La lista de medicamentos para su hijo Francisco, quien estuvo en coma y fue reanimado dos veces durante la madrugada, le fue dada en tres recetas diferente a Maribel, quien a pesar de su dolor, reunió las firmas necesarias para que el hospital la apoyara con la mayoría, "porque yo no tengo dinero", explicó.
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La figura delgada de Maribel se perdía en su andar entre la gente que esperaba en la sala de espera de Urgencias del Hospital General. Habló por teléfono para preguntar por su primo Rogelio Garrido, quien fue trasladado ayer de emergencia a la Ciudad de México.
"Él está también grave, pero a él si se lo llevaron a un hospital de la Ciudad de México", dijo mientras sostenía los documentos de sus hijos y las recetas que enlistaban medicamentos como Midazolam de 150 gramos, Buprenorfina de 0.3 gramos, Gluconato de calcio, Omeprazol, Albumina 201 fresco y Vitamina C, entre otros.
En tanto, Benito Garrido perdía su mirada hacia el lugar donde su hija Maribel corría para recabar las firmas de los médicos que servirían para adquirir los medicamentos. También rompió en llanto.
"Los policías aventaban a los heridos a las patrullas, todos corrían, gritaban y era desesperante ver esa escena. Yo no pensé que hubiera alguien de mi familia", dice. Sus ojos se humedecieron y corrió una lágrima por un surco de su piel marcado por la edad.
"Yo le di mi carro a mi hija para que fuera a buscar a mis nietos y luego yo me fui en bicicleta. Llegué y no me dejaban pasar, pero lo hice y corrí a buscarlos, ya había muchos muertos, muchos heridos y vi los cuerpos de muchos niños", agregó.
"Un señor recorría la pesadilla y encontró a su hijo muerto", explicó, se le cortó la voz.
La desolación en la familia que lloraba su tragedia en la entrada de Urgencias del Hospital General se multiplica en otros centros hospitalarios, donde aguardan el pronóstico de los más de 70 heridos que han reportado hasta el momento, mientras que 67 personas han muerto por la explosión.
RLO