Prueba PCR y convalidación de vacunas: manual para viajar a Chile en pandemia

Desde la compra de tu boleto, los trámites que se sienten interminables y el paso por migración, te presentamos el paso a paso de lo que enfrentarás si planeas viajar a Chile en tiempos de covid-19.

Los procesos de migración en el aeropuerto de Chile son tardados | Xinhua
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Primer paso: conseguir un boleto aéreo barato, una misión que es imposible cuando el precio más bajo oscila en los 25 mil pesos, y ni siquiera es un vuelo directo. Piensan que el sobre costo se debe a que a las finanzas de Latam andan cojas y ahora la aerolínea quiere salvarse a costa de los pasajeros que, en pleno contagio por la cepa ómicron, se arriesgan a treparse a un avión

Hasta el día en que despeguen, descubrirán que el vuelo 621 va llenísimo, pero no de mexicanos ni de chilenos, como lo son ustedes, sino de argentinos. Por lo que les contará su veinteañero vecino de asiento, volar de México a Buenos Aires cuesta más caro que volar a Santiago, con conexión a la Argentina. “Las aerolíneas que llegan a mi país están cobrando entre 35 mil y 40 mil pesos el boleto. Es una locura. Por aquí me estoy ahorrando un 20 por ciento y varias horas de escalas”, les contará.

Pero eso será una vez que despeguen. Ahorita, apenas están en el segundo paso, paso que debería de seguir siendo el primero, o que debería realizarse al mismo tiempo de buscar los boletos: convalidar su certificado de vacunación desde un mes antes de la fecha en que piensan aterrizar en Chile. Lo hacen en la página web del Ministerio de Salud. Los amigos que han viajado los últimos días, les han avisado que así se hayan vacunado con Pfizer o con otra vacuna del primer mundo, eso no garantiza que las autoridades chilenas se las convaliden. La recomendación es no comprar su boleto antes de saber su suerte.

Es necesaria una convalidación de vacunas | Cuartoscuro

Paso dos: tener un seguro internacional de gastos médicos que cubra al menos 30 mil dólares. El más comprado es Assist Card, donde cada uno desembolsaría unos 60 dólares. Los habrían pagado si no fuera porque son de ese 10 por ciento que tienen seguro médico en México y hoy lo harán valer.

Paso tres: hacerse la ya nada novedosa PCR, menor a 72 horas del momento en que aterricen en el destino final. Tampoco es novedoso el exagerado precio que cobran en México por una PCR. Por eso acuden a Salud Digna, y no es comercial, porque de digna no tiene nada, ni la sucursal donde les toman la muestra.

Paso cuatro: llegar cuatro horas antes al aeropuerto, pues el personal de la aerolínea no sólo les revisa los pasaportes y los boletos; ahora revisa los mails de la convalidación de las vacunas, de la PCR y del seguro médico. “¿Y cubre covid?”, les pregunta la empleada de Latam que checa sus documentos. Le responden que sí. “Muéstrenme dónde dice”, quiere saber. Descubren que ni en la póliza ni en las condiciones generales dice la palabra covid-19. Le llaman a su agente de seguros. Les dice que AXA no especifica el covid en las pólizas. “Si no dice covid, no puedo dejarlos pasar”, les advierte la empleada.

Un samaritano pasajero se les acerca para decirles dónde pueden encontrar el pase de entrada: en la página web de la compañía, hay un mensaje publicitario para sus clientes, donde se lee que el seguro cubre el covid-19. Ese mensaje, que no significa nada legalmente para la aseguradora, significa mucho para la empleada, quien les permite pasar a mostradores. “Ya ven cómo si existía ese documento”, los reta.

Aspectos del AICM | Cuartoscuro

Paso cinco: cruzar el filtro del aeropuerto. Un funcionario de aduanas, al que vieron hace unos días, les contó que el aeropuerto de la Ciudad de México es la puerta principal del tráfico de fentanilo. El guardia de seguridad debe pensar que ustedes son de los principales traficantes de esa madre porque les revisa exageradamente su equipaje de mano. Sólo falta que les echen a los perros.

Paso seis: decidir, según el tamaño del hambre, si se quitan el cubrebocas para comer en el avión. Tú pides pollo. Tú escoges la carne. Es el momento más propicio para contagiarse.

Paso siete: una vez en Chile, tienen que formarse en una kilométrica fila para presentar, otra vez, la convalidación de vacunas, el seguro médico y la PCR. PCR, por cierto, en la que el gobierno chileno no confía. Por eso realiza sus propias pruebas antes de cruzar migración. Lo hace a través de BioNet, unos laboratorios privados que deben estar haciendo el negocio de su vida. La chica que les toma la prueba, les cuenta que ahora que Chile abrió la frontera aérea a los extranjeros, aplica entre 200 y 250 pruebas en su turno de ocho horas. Que en cada turno trabajan unas veinte personas. Que sí salen test positivos. Que a algunas de esas personas la aíslan en albergues hasta que se recuperan. Que no cree que este fin de año viaje tanto turista “porque quién va a querer venir a un país con tantas restricciones”. Y que en las elecciones presidenciales del próximo domingo ella va a votar por Gabriel Boric.

Para entonces han pasado más de dos horas y media desde que bajaron del avión.

Chile ha comenzado la reapertura de ciertas actividades de forma presencial. (Xinhua)

Paso ocho: migración. La última vez que viajaron a Chile fue antes de la pandemia, y antes, las filas que se hacían de residentes y de visitantes era igual de largas a las que hoy se hacen para la toma de la PCR. No quieren imaginar el gentío con el que se van a topar cuando lleguen a migración. Pero… no hay nadie. Ni agentes de la Policía de Investigación. Bueno sí, sí hay dos para recibir al chileno, o sea, para recibirte a ti y a un puñado de tus compatriotas, y hay una oficial designada para los extranjeros que, en este caso, son tres: una ecuatoriana, un colombiano y el mexicano, que eres tú. Tú pasas rápido, por sorprendente que parezca. A la mujer y al otro hombre, en cambio, les preguntan dónde se alojarán, de dónde obtienen su dinero e incluso les preguntan lo que van a comer en los siguientes días.

Paso nueve: recoger el equipaje en la banda siete, la última, donde los policías sueltan a los perros labradores para que huelan las maletas. Es como cuando uno llega por avión a México, procedente de Sudamérica, y en el aeropuerto sólo falta que la federal le revise a uno las uñas de los pies.

Y paso diez: guardar cuarentena cinco días o hasta tener el resultado de la PCR. El gobierno se asegura de que la cumplan en el domicilio registrado, enviando a la policía a cualquier hora. Y cualquier hora significan las tres de la mañana, la una de la tarde, las 23:00 horas. Por fortuna, en seis horas les darán el resultado negativo. Ese será su pase de movilidad, con vigencia de un mes. Sin ese pase, no podrán entrar a restaurantes, cines, bares. O sea: aquí a los anti vacunas se les mira feo, muy feo. Además del pase, por internet deben enviar un reporte diario de sus síntomas, de los lugares que han visitado y de la gente con la que se han reunido.

Por fortuna, saben que regresarán a México y que, aún cuando sea el país de la burocracia, entrarán sin tanto pinche trámite.

FS

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