El hombre alto y delgado sostiene un tambor con la mano izquierda y con la derecha comienza a tocarlo. Canta. Una mujer se hinca sobre la tierra partida en pedazos frente plantas medicinales y dos muros de piedra que antes eran un arco. Otra mujer, cerca de ellos, pasa una copa con incienso sobre los cuerpos de los asistentes mientras dice unas palabras entre dientes. El humo se pasea entre las personas y se eleva.
Todos, unas 30 personas, están acá, en la presa la Estanzuela, en Mineral del Chico, sobre la tierra agrietada que ha dejado la sequía que azota al municipio. La presa está a punto de secarse, el agua queda solo en un par de charcos. La que hay es verde y los peces flotan en las orillas, muertos.
Es jueves, los primeros cuatro días de abril, la primavera está en flor. El mediodía está encima y la furia del sol es incontenible. Las personas han asistido a este lugar a una ceremonia prehispánica de agradecimiento y de petición de lluvia para la presa sedienta de agua, moribunda.
El hombre delgado que toca el tambor es Adolfo Troncoso Leyva. De su voz salen algunas palabras: Huehuetéotl, Quetzalcóatl. Son dioses prehispánicos, los invoca. Detiene su canto. Observa la ceremonia.
-¿Qué están haciendo?-, se le pregunta.
-Estamos haciendo una ceremonia prehispánica, un agradecimiento a la tierra, a los cuatro elementos y una petición de urgencia del agua.
-¿Se pide porque haya agua?
-Sí, se pide por el equilibrio de la tierra.
La mujer que estaba inclinada sobre las plantas medicinales se incorpora y comienza a colocar una ofrenda, en círculo. Acerca semillas, frutas, flores, agua, fuego, hasta crear un enorme círculo amarillo.
Las personas llegan de apoco a la presa, en un principio eran unas 30, pasan a 50 y luego a más. Son mujeres, hombres, niños, con sombreros, gorras. Vecinos de la Estanzuela que tienen años viviendo acá y ven la agonía de la presa.
-Esta ceremonia la hacemos con la intención de pedir, de rezar, para que vengan las vendidas aguas, necesitamos lluvia, necesitamos que los agricultores tengan sus campos humectados para que puedan hacer sus labores-, dice Isabel Gómez Macotela, abuela de sabiduría ancestral, la mujer que ha hecho la ofrenda.
La petición, dice Isabel, es a las esencias sagradas del universo para que haya agua en el municipio, en las comunidades y en toda la entidad. Tras los primeros meses del año la sequía está presente en los 84 municipios del estado.
-¿Todo esto de qué manera ayuda?
-Esta es la ofrenda, con esto es con lo que alimentamos las energías sagradas.
-¿Servirá esto?
-Claro que sirve, ya lo veremos.
Emiliano Monzalvo Pérez, de 63 años, originario de la Estanzuela, dice que ver la presa así, prácticamente seca, es una cosa muy triste y preocupante porque no ha llovido.
-Es preocupante no nada más para la presa sino para la comunidad que no hay agua-, dice el hombre bajito.
-¿Desde hace cuánto está así?
-Con esta son tres veces que está así, que se ha secado así, antes llovía mucho, ahora ya no. No hay agua.
Marina Roque Jaso, de 66 años, avecindada en la Estanzuela, cuenta que desde octubre del año pasado la presa comenzó a vaciarse hasta quedar como ahora, prácticamente seca, sin vida.
-¿Y ustedes cómo lo ven?
-No pues está muy feo.
-¿Por qué?
-Porque no tenemos agua, la presa se veía muy bonita llena y ahora hasta da tristeza verla.
Las personas están en la parte baja de la presa, en la que si hubiera agua, como en el pasado, quedarían en el fondo del embalse. Pero ahora no hay más que tierra agrietada, partida por el sol, estéril.
Isabel le pide a los vecinos que se quiten los zapatos para la ceremonia y así estén conectados con la tierra y el cielo. Algunos lo hacen, otros no. Todos llevan las hierbas medicinales - albahaca, romero, manzanilla y hierbabuena- que Isabel y la otra mujer les han repartido. Esta última les pasa el incienso sobre los cuerpos.
La abuela de sabiduría ancestral le pide a los vecinos de la Estanzuela que agradezcan por la vida, por el sol, por el aire, por la tierra, por el viento, por el agua. Cuenta que todo lo que hay en la tierra es gracias a la madre naturaleza. Comienza la ceremonia.
-Vamos a activar las energías llamando a las energías sagradas del agua, que es Tlaloc, las aguas que caen del cielo para fecundar la tierra y Chalchiuhtlicue que es la energía que está en el agua, vamos a invocar a todas las energías del universo para que con su ayuda venga el agua-, dice Isabel.
La mujer aclara:
-Esto no es religión, esto propiamente es sabiduría ancestral, esto es lo que practicaban nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y nuestros ancestros. Esto es una ofrenda que se hace desde el corazón y se hace con mucho respeto.
-¿Y ayudará Tlaloc?
Isabel responde segura:
-Pues claro.