Vivir junto a la refinería, no ha sido precisamente el sueño de muchos, al momento de poder contar con una casa propia, ya que esto ha representado vivir en la incertidumbre de que algún día pueda pasar algo malo.
Los accidentes en el centro refinador Francisco I. Madero han venido a la baja, por lo menos, ya no son tan mortíferos como en años anteriores, sin embargo, han dejado una huella imborrable para quienes residen en las colonias de los alrededores.
Vivir junto a las instalaciones de Petróleos Mexicanos, los ha llevado a experimentar el miedo y la desesperación, en los incidentes más graves, obligándolos a abandonar su patrimonio por tiempo indefinido, anteponiendo primero sus vidas y las de sus seres queridos.
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Esto también ha despertado en los residentes de las colonias Emilio Carranza, La Barra, Galeana y Miramar, la empatía con el prójimo, debido a que cada que ocurre una explosión o fuga de químicos, se ayudan entre sí, para salir del problema.
Historias
La profesora jubilada, Rosa María Ollervides, cuenta su historia y plática que ha tenido que atravesar por momentos difíciles. Uno de ellos, cuando explotó un tanque a escasos metros de su casa ubicada muy cerca de la barda de refinería por la calle Altamirano.
“Se escuchó un estruendo muy fuerte, toda la casa retumbó. Cuando salí a ver, el tanque estaba en llamas, no sabía si íbamos a salir con vida de esto”.
Agarraron solo los documentos importantes y salieron corriendo de su casa. Al tener dos vehículos, ella y su esposo optaron por llevarse uno cada quien, pues en experiencias anteriores, siempre veían a vecinos corriendo para salvar sus vidas.
La idea era ponerse a salvo en el punto de reunión que es playa Miramar de Ciudad Madero, pero a su paso, iban recogiendo a las personas que no tenían vehículo, para sacarlas de la zona de peligro lo más pronto posible.
“Estábamos en la Glorieta Delfines, pero cuando vimos que pasaban las horas y no controlaban la situación, tuvimos que salir por el corredor urbano hacia Aldama, tengo familiares allá”.
Está es solo una de las tantas historias que se encuentran en las colonias antes mencionadas, pero que no precisamente todas tienen que ver con explosiones. Habitantes aseguran, que han presentado males respiratorios, por todo lo que emana de estas instalaciones.
Víctor Vargas Hernández, tiene 64 años de vivir en este sector y refiere que padecen de complicaciones respiratorias y alegrías desde hace decenas de años.
Se han tenido que acostumbrar a vivir con los fétidos olores que emanan del centro de refinación, además de que la ropa o los alimentos se impregnan también de olor o sabor a hidrocarburo.
Explicó que los tanques de refinería estaban más lejos, pero poco a poco se empezó a extender hacia las viviendas, quedando la barda prácticamente junto a las mismas.
“Cuando los vientos son del poniente al oriente es cuando nos llega el aire contaminado, yo considero que es una empresa que el grado de contaminación es considerable por el manejo del combustible, los quemadores, los mecheros, es importante un aparato de medición, en Canadá eso lo tienen muy monitoreado y tienen una tecnología que recicla las emanaciones”.
Hizo referencia a una familiar que vivía en el mismo sector y que murió por una enfermedad respiratoria antes de que llegara la pandemia del coronavirus.
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SJHN