Salón Pachuca. “Cuando cerré creía que era un mes y ya llevamos un año”

La cantina más tradicional tiene 107 años de vida, ubicada sobre la calle Venustiano Carranza, era el paso de los trabajadores hacia las minas de la ciudad. La familia Martínez la administra desde hace 27 años

Mateo, propietario de Salón Pachuca. (Alejandro Reyes)
Alejandro Reyes
Pachuca /

Acá en el Salón Pachuca no hay más tragos ni bebidas ni copas ni cubas. No hay clientes ni voces diciendo salud; tampoco cruzadas. No hay música ni Sky ni más cervezas. La pandemia del covid-19 lo ha detenido todo.

El silencio del bar es roto por Mateo, el propietario, su hermano y sus sobrinos. Entran y salen de la cocina, preparan la comida del día para vender a los clientes a domicilio. Ese ha sido su trabajo en el último mes.

Con más de un siglo de vida el Salón Pachuca, el bar más antiguo y emblemático de la ciudad, lleva un año cerrado debido a la pandemia del covid-19 sin poder ofrecer servicio a sus clientes.

A un costado de la barra, Mateo Martínez, de 51 años, pregunta en dirección a la cocina cuándo estuvo abierto el bar por última vez. Una voz le responde que fue el 23 de marzo de 2020. Luego aparece su hermano Marín para corregir el dato y tras mirar el calendario junto al mingitorio dice que fue el día 17. El Salón Pachuca lleva un año y tres días cerrado.

Mateo no se queja, pero dice que ya se permitió el acceso a los pueblos mágicos y que los bares y cantinas en la ciudad siguen cerradas, que no hay para cuándo puedan reabrir sus puertas a los clientes.

-¿Qué ha hecho todo este tiempo que no han abierto?

-Me dedico a vender comida, vendemos comida mis hermanos, mi sobrina y yo porque está muy difícil la situación.

-¿Y qué venden?

-Mole verde, mole rojo, tortas de bacalao, chiles en vinagre, tacos de bistec. Debemos de subsistir de algo; por ejemplo yo como propietario me endrogué para no cerrar.

Conserva la fe

Mateo utiliza un cubrebocas blanco que le tapa la mitad de la cara, sobre su chaleco azul y mangas recogidas lleva un mandil rojo que utiliza para hacer la comida.

Debería preparar copas a sus clientes pero no lo ha hecho en los últimos 12 meses. Mateo es un hombre de fe y esperanza, cree en Dios y espera que el bar vuelva a abrir pronto.

-¿Y usted cómo la ha pasado?

-Estresado. Cuando cerré creía que era un mes, pero ya llevamos un año. Por ejemplo el Sky me lo cortaron. O lo pago el o como.

El Salón Pachuca tiene 107 años de vida, ubicado sobre la calle Venustiano Carranza era el paso de los trabajadores hacia las minas de la ciudad. La familia Martínez lo administra desde hace 27 años.

-¿En todo este tiempo es la primera vez que han cerrado de esta manera?

-No, cerramos cuando fue lo de la influenza en el 2009 pero nada más cerramos un mes y esto ya se alargó un año.

Larga espera

Mateo no solo dice eso también cuenta que tiene cuatro hijos pequeños a quienes debe darles de comer, estudio y sustento y que por eso ha regresado en el último mes al bar para vender comida.

Cuenta que alguien quiso entrar a la fuerza a su negocio, en las puertas quedaron las huellas de una barreta, por eso tuvo que reforzar las chapas.

El Salón Pachuca sigue siendo el mismo: la puerta de dos hojas de madera ahora pintadas de azul, la figura de la corona inglesa en lo alto que enmarca el espejo frente a la barra, sus paredes amarillas salpicadas de cuadros, fotografías y posters, el mingitorio, el altar a un lado, las cajas de envases en la entrada, la rockola, la pantalla en lo alto de una de las esquinas, la cocina, las mesas, las sillas, pero acá no hay servicio.

-¿Y no extraña a los clientes?

-Ah ¿cómo no?-, responde Mateo.

-¿Qué extraña de ellos?

-Extraño ponernos a platicar, estar con ellos, oír la música, sí extrañamos mucho a la gente porque es nuestra fuente de trabajo y es nuestra vida.

-¿No les hablan los clientes para preguntar cuándo van a abrir?

-Sí nos hablan y les decimos que todavía no, pero ya esperemos en Dios que pronto, los clientes ya extrañan aquí, el lugar, el ambiente.

Mientras Mateo sirve un tarro de cerveza escarchado con sal que colocará en la barra junto al gel antibacterial, alcohol y sanitizante, aparece Marín, su hermano y cuenta que los clientes los han ayudado en la compra de la comida.

-Nos habla la clientela, nos dice sabes qué: tráeme unos pescaditos, tráeme esto y así hemos salido -, dice.

-¿Usted cómo la han pasado este tiempo?

-Mal, tengo familia y los gastos siguen. No sé si mis hijos me dicen papá o “pal pan”. Esperamos que pronto acabe esto.

Nueva realidad

Marín muestra algunas fotografías que hay en el bar, son de la Coca Cola pero no sabe el año en que fueron tomadas, las devuelve a su sitio y regresa a la cocina. Todos los cuadros pinchados en las paredes han sido regalos de los clientes.

Mateo, de pie, ahora junto a las mesas, reflexiona y dice que la pandemia existe y que hay que aprender a vivir con ella usando cubrebocas, gel antibacterial, sana distancia y lavarse las manos.

-¿Usted no se ha enfermado de covid?

-Bendito sea Dios no.

-Y ahora que abran ¿cree que pueda ser lo mismo que antes?

-Pues primero Dios, espero en Dios que sí.

-¿Todavía no saben cuándo podrían reabrir?

-No, no sabemos, todavía no tenemos fecha.

Mateo dice que mucha gente ha pasado por el Salón Pachuca pero no revela los nombres de los personajes de la ciudad porque si algo ha aprendido en 40 años es ver, oír y callar.

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