Dan último adiós a hermanos Becerra en Salvatierra

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Entre música y oraciones, despidieron a Ulises, Rogelio y Diego Becerra, tres jóvenes que murieron en su taller automotriz en Celaya

Dan último adiós a hermanos Becerra en Salvatierra. Foto: David Rivera
David Rivera
Salvatierra /

Entre música y oraciones, despidieron a Ulises, Rogelio y Diego Becerra, tres jóvenes que murieron en su taller automotriz en Celaya el pasado fin de semana.

Las investigaciones realizadas hasta el momento por la Fiscalía del estado de Guanajuato arrojaron que los jóvenes no estaban involucrados con grupos delictivos. En el lugar de los hechos se encontró una cartulina con un mensaje alusivo a una banda criminal.

"No tengo palabras ni para mi familia ni para ustedes de lo que siento con la pérdida de los muchachos. Fueron los tres, al mismo tiempo y de la nada. Es una rabia que voy a llevar por siempre", dice Erick Aguilar Becerra, primo de Diego, Ulises y Rogelio.

En la comunidad San Miguel Eménguaro, Salvatierra, de donde eran natales, con cariño, pero también con mucha tristeza e impotencia, se les dio el último adiós, recordando las cualidades de ellos, y también, maldiciendo el momento en que se presentó esta situación.

"Sus clientes estaban satisfechos con lo que ellos hacían. De lo que ellos dedicaban tiempo, su esfuerzo y nos dejan un gran vacío. A toda la familia. Yo me siento destrozado por dentro", dice Fermín Becerra, primo de los jóvenes, con voz entrecortada y la mirada baja.

Alrededor de cien personas se aglomeraron en el panteón de la comunidad, todos con una misma pregunta, que quedará latente durante mucho tiempo: ¿por qué?

"Espero que las personas que hicieron esto les llegue su hora. Ya sea aquí en la tierra o en otro lado. Confío en que un día lo pagarán", expresa Erick, con una impotencia y coraje ahogados que ni las palabras se atreven a pronunciar.

Hoy, las medidas sanitarias no importan. Hoy, los contagios terminan sobrando. Hoy, lo que importa y preocupa, es la muerte de tres trabajadores jóvenes, quienes durante mucho tiempo persiguieron un sueño.

Y la banda tocaba y tocaba, y no dejaba de tocar, los sonidos de las tarolas, trombones, clarinetes y cornetas permitían ahogar los llantos y gritos con obvia desesperación de la madre de Ulises, Rogelio y Diego, pero, aunque esta música se termine, los sentimientos de angustia jamás se irán.

Un último grito suena al unísono en San Miguel Eménguaro, una voz que inició como un sueño, y que con esfuerzo, dedicación y mucha pasión se convirtió en realidad, pero se vio abruptamente frenado: "¡BECAA CARS!"

Enojo con quienes hicieron esto, pero también con las autoridades correspondientes, ya que este trágico suceso es un ejemplo de lo que se vive día con día en Celaya, una ciudad en donde la paz y tranquilidad se alejaron hace mucho tiempo.

"Espero que las autoridades hagan su trabajo. Espero que por lo menos encuentren y castiguen a los responsables porque en esos mismos días atacaron muchos talleres, y era gente trabajadora, en su mayoría.

Que puedan por lo menos decirme 'él fue'. Aunque sea en diez años, aunque me presenten un cadáver y me digan 'él fue el responsable de la muerte de tu primo'. Porque las autoridades no están haciendo nada en Celaya, ni en el estado", ultima Erick.

Lo que queda ante este trágico hecho son los recuerdos de tres jóvenes emprendedores, la alegría que compartieron con sus familiares, las buenas memorias de las personas que los vieron crecer, de quienes eran testigos del crecimiento personal y profesional que tuvieron Ulises, Diego, Rogelio y Arturo. Que descansen en paz.

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