El 3 de febrero, en la religión católica se celebra el Día de San Blas, venerado tradicionalmente como el 'abogado contra los males de garganta' ya que uno de los milagros que se le atribuyen es la curación de un niño al que se le clavó una espina de pescado en la garganta. De igual forma, se le conoce como el patrono de las enfermedades de la garganta y de los laringólogos.
San Blas fue un médico y obispo de Sebaste, actualmente en Turquía, durante los siglos III y IV. Hizo vida eremítica en una cueva en el bosque del monte Argeus, que convirtió en su sede episcopal. Fue torturado y ejecutado en la época del emperador romano Licinio durante las persecuciones a los cristianos de principios del siglo IV.
Por lo que respecta a su conmemoración, este día, los fieles acuden a las misas en honor al santo portando un “Cordón de San Blas”, rezan una novena y adquieren el aceite y las medallas del beato. La festividad se celebra desde el siglo XVI.
A la par, es tradición esa fecha comer roscas o rollos de San Blas (conocidas en algunos sitios como ‘coquetes’), previamente bendecidas en una misa en honor al santo y hechas expresamente para ese día.
Para que el “Cordón de San Blas” funcione y les proteja durante todo el año de las afecciones de garganta como catarros, amigdalitis y toses, debe llevarse colgando del cuello durante nueve días, a contar desde el 3 de febrero, y después, tras quitárselo, debe ser quemado.
Los cordones se hacen con hilos, estambres o cordones de algodón de diversos colores o del color de su preferencia.
Se dice que para quemarlo, debe recogerse entre los dedos y, tras hacer una oración o santiguarse con él, se arroja al fuego, el elemento purificador por excelencia. Es tradición dar tres vueltas con el cordón a la hoguera antes de eliminarlo. A partir de ese momento dicen que la garganta estará protegida de enfermedades.
AAC