¡Sí se puede! Cómo enseñar a los más pequeños a distancia

La experiencia de la maestra Ximena Paola Vera Sepúlveda, especialista en primero y segundo de Primaria, puede darte las ideas que te hacen falta para atrapar la atención de los niños frente a la pantalla.

Ximena Vera, especialista en primero y segundo de Primaria. (Carlos Dayan Aparicio)
Elliott Ruiz
Pachuca /

Su casa es la única del vecindario que tiene un gran arcoíris en la ventana. Al interior, ha robado un espacio considerable a su comedor para conectarse todos los días con los niños y transmitirles su energía.

Su clase siempre comienza con los monstruitos de colores. A través de ellos, los niños identifican la emoción que les envuelve en ese momento. La maestra asegura que, para que su cuerpo y mente estén dispuestos a aprender, los niños tienen que estar primero en calma y felices.

Cuando un pequeño muestra en la pantalla el monstro negro, que significa miedo, o el azul, que es tristeza, Ximena tiene que recurrir a su varita mágica con poderes sobrenaturales, capaz de transformar esas emociones aflictivas en no aflictivas.

Su capacidad de hacer hasta tres cosas a la vez mantiene a los niños pegados a la pantalla. Estas habilidades son fruto de una larga trayectoria que comenzó en La Calera, Región de Valparaíso, Chile, de donde es originaria. 

Ocho años dio clases en su país natal, hasta que se mudó a México con su familia en el 2009. Ella ya no quería dar clases, sentía que México tenía tanto por descubrir y que un trabajo fijo no le permitiría cumplir su sueño de hacer fotografía documental en los pueblos de nuestro país.

“A mi hijo tuve que ponerlo en un colegio y me recomendaron uno muy cercano, pequeño, familiar y seguro, que era lo que más me importaba. Voy a hablar con la dueña y me dice: Tu acento… ¿de dónde es? Soy chilena. Chileenaaaa…. y empezó a hablar muy bonito de la educación en Chile”, narra.


Ese día Ximena no andaba de buenas, así que solo respondió: “Sí, sí se sobre la educación porque soy maestra”. En ese momento la dueña mandó llamar a la directora y le dijo: “Agéndala, porque necesitamos una maestra de Primaria”. A lo que la directora respondió: “No necesitamos una maestra de Primaria”.

“Sí, necesitamos una maestra chilena en Primaria”, insistió. “No tengo ningún interés en trabajar, de verdad”, aclaró Ximena, pero aún así la agendaron. Como era de esperarse, no llegó, pero tuvo que presentarse días después para matricular a su hijo. “Vienes llegando, no conoces a nadie; te vas a encerrar en tu casa, necesitas tener contacto con personas mexicanas, te va a servir…”, la convencieron.

Aceptó por un año… ya lleva 10 en el mismo colegio. Ha tenido muy buenas ofertas de otros colegios, pero la han querido sacar del aula. “Eso para mí es quitarme la esencia”, asegura. Ximena es capaz de sentir la energía de los niños, aún a distancia.

“Pensé que no iba a ser lo mismo. Te juro que dije: me voy a morir, me voy a secar, como una planta, yo necesito a los niños; con ellos, siento que me conectan a un cable y me llenan. Pero aún en línea sientes la vibración bonita, porque los niños vibran alto”, comparte.

Arte, naturaleza y emociones

Antes de la pandemia, en el rincón de la ventana había un sofá y una mesa de juegos, pero de un momento a otro se convirtió en un salón de clases. Al principio se sentaba su hija Sofía junto a ella, pero tuvo que mudarse al estudio porque el incesante baile de Ximena interrumpía su clase.

“Mi hit es El Monstruo de la Laguna, una cumbia de niños; se las canto y la bailamos”, confiesa la maestra. Esa resiliencia le permitió adaptarse fácilmente y levantarse como el ave fénix ante el complejo desafío de mantener las clases en el encierro.

Trabaja con material concreto, manipulable, creado con desecho y la ayuda de los papás. Lo mismo que ella tiene en su mesa lo tienen los niños en la suya. Matemáticas, Español, Conocimiento del Medio, Formación Cívica y Ética, Socioemocional y Vida Saludable, son las materias que enseña, pero estas van acompañadas de tres pilares fundamentales: arte, naturaleza y emociones.

“Es importante tener una sana infancia; ese contacto con la naturaleza y las artes son imprescindibles. Es todas mis clases, en todas mis materias y en todo momento, estas tres corrientes están en una continua mezcla”, afirma.


Ximena no enseña matemáticas, promueve el pensamiento matemático; sus ejercicios son proyectos en los que incluye temas como el reciclado. “Para reunir material y desechos orgánicos para nuestra composta, dividimos nuestra caja en partes. Cuando tú empiezas a trabajar en partes, estás trabajando matemáticas”, explica.

Hace poco hablaron en clase sobre el cometa Halley y la maestra les enseñó que en el año 2061 volverá a pasar cerca de la Tierra. Entonces los alumnos se pusieron a calcular cuántos años tendría ella para ese entonces: prácticamente 100.

Mientras transcurre la clase, los niños ven la planta de Ximena en pantalla y la suya en su mesa. “El solo hecho de verla te da tranquilidad, podemos buscar la calma en la naturaleza”, afirma.

Aunque ella ha asumido el papel de facilitadora, sus clases son un sube y baja de emociones que resultan en un aprendizaje aplicable a la vida. “A mí no me interesa que me recuerden por ser la maestra que les enseñó a leer o a sumar o a que esto se escriba con mayúscula. Yo quiero que me recuerden porque conmigo aprendieron a reciclar, a sembrar, a trasplantar, a hacer composta, y porque en el 2061 va a venir el cometa Halley y ellos van a estar atentos.

“Cuando tú dices: estamos creando los futuros profesionales, a los futuros doctores, ingenieros, presidentes… pues no, yo estoy educando a los niños del presente, a esos niños que son capaces de defender una planta, de plantar una semilla, que son capaces de decir: mi palabra vale lo mismo que la tuya mamá”, defiende.

“Aún en línea sientes la vibración bonita, porque los niños vibran alto”.

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