Hace 158 años, casi diez meses después de la batalla del 5 de mayo de 1862, las tropas expedicionarias del emperador Napoleón III de Francia desarrollaron su segunda operación militar en contra de la ciudad de Puebla.
Fue una acción castrense que tuvo lugar del 16 de marzo al 17 de mayo de 1863 entre las fuerzas galas, dirigidas por Élie-Frédéric Forey, y el Ejército de Oriente mexicano, comandado por Jesús González Ortega, que pasó a la historia como “El Sitio de Puebla”.
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Tras 62 días de una cruenta batalla que prácticamente destruyó la ciudad, se dio la derrota de las fuerzas mexicanas, lo que permitió el avance de las tropas invasoras hasta la Ciudad de México y el posterior establecimiento del Segundo Imperio Mexicano.
Después de la derrota de 1862, el curso de la guerra que Francia había desatado en México debió ser replanteado. Se replegaron hacia Veracruz para preparar una segunda incursión en territorio mexicano, a la vez que se solicitaba a París el envío de refuerzos.
A finales de ese año arribaron dos divisiones bajo el mando del general Forey, designado para sustituir al conde de Lorencez. Este ejército se puso en marcha hacia Puebla a principios de marzo de 1863, con 35 mil efectivos, 56 cañones y una reserva de 2 millones 400 mil cartuchos para las armas portátiles.
Mientras tanto, el general Jesús González Ortega había asumido el mando del Ejército de Oriente, luego de que Ignacio Zaragoza, vencedor de la batalla del 5 de mayo, había muerto el 8 de septiembre de 1862 de tifus.
Para marzo de 1863, Puebla era “la plaza mejor defendida de México” con una guarnición de 21 mil soldados, 170 cañones y 18 mil armas portátiles.
Asimismo, se planearon, construyeron o completaron parapetos, redientes, almacenes, defensas y ocho fuertes.
A este plan de defensa se le añadió la fortificación de cuatro zonas de manzanas en el casco urbano y el cerro de San Juan, así como líneas interiores apoyadas en edificios o templos.
La mañana del 16 de marzo de 1863, a las 9 horas, un cañonazo disparado desde el fuerte de Guadalupe anunció a la guarnición que el enemigo se encontraba frente a la plaza.
Se pensaba que ese día iniciaría el ataque frontal, ya que era muy posible que, en venganza por la anterior derrota, los zuavos hubieran escogido esa fecha por ser el aniversario del nacimiento del príncipe imperial.
Sin embargo, poco ocurrió ese día. Algunas escaramuzas cerca del cerro de Guadalupe, y la toma de posiciones de ambos ejércitos fue lo único relevante.
En los siguientes días los invasores continuaron su labor de posicionamiento y comenzaron un ataque creciente de artillería. El 29 de marzo habían terminado su cuarta paralela y a las 16 horas lanzaron un ataque sobre el fuerte San Javier.
Así continuaron los ataques, pese a lo cual, los invasores fueron rechazados una y otra vez hasta que la superioridad numérica hizo que las tropas mexicanas se replegaran.
Esto hizo que en cierto momento los extranjeros creyeran que la toma completa de la plaza era cuestión de días. Nunca imaginaron que los defensores lucharían casa por casa y calle por calle.
Empero, eI 17 de mayo se dio la rendición de los generales, jefes, oficiales y elementos de tropa del ejército mexicano que defendieron la plaza del asedio durante casi dos meses, de los franceses.
Sin lugar a dudas, este hecho constituye uno de los más notables, no solo de la historia mexicana sino de la militar, tanto por la defensa heroica realizada por el Ejército de Oriente como por la magnitud de las operaciones que, tanto defensores como sitiadores, llevaron a cabo.
Por lo anterior y sin desconocer la relevancia de la batalla del 5 de mayo de 1862, algunos historiadores consideran que, en términos militares, el sitio impuesto por los franceses en 1863 es, en realidad, la verdadera batalla de Puebla.
AFM