“Yo, la que come sanamente, que toda su vida ha hecho ejercicio. La que jamás ha fumado, ni siquiera tomo refresco. Yo, que no “cumplo” con los requisitos para tener cáncer de mama. El 6 de marzo de 2018 me sentí una bola, el 13 de ese mes me hicieron la mamografía de urgencia y de ahí, empezó esta lucha. La detección temprana sí sirve. Hay más probabilidades de sobrevivir, por eso sigo aquí”… Así comienza Karla Barajas el mensaje que posteó en Facebook el 4 de octubre a propósito de la lucha contra la enfermedad, junto a una fotografía –la suya- que había sido compartida 57,758 veces hasta ayer.
Guerrera, Karla demuestra al mundo parte del tórax desnudo que deja ver la cicatriz y el tatuaje de un corazón ocupando el espacio que hasta unos días antes era de su mama izquierda. Admite que se volvió en activista involuntariamente, desde que compartió su historia en la popular red social, narrando las vicisitudes y el verdadero padecer de quien enfrenta esta enfermedad. “Desde el principio, todo es una tortura”.
“Me escribe mucha gente de otras ciudades, de otros países, algunos que ni siquiera están enfermos, pero me agradecen que los haga reflexionar; personas que están pasando el mismo proceso que yo y se sienten asuntadas, que no tienen dinero para hacerse un estudio, me piden consejo, etcétera. Me gusta esta nueva labor que tengo ahora. Soy la chica del cáncer… ‘la de la foto’ me dijo alguien en la calle”, contó en entrevista con MILENIO.
A principios de año no tenía ninguna relación con la lucha contra el cáncer, nadie en su familia lo ha padecido. “Nunca me había hecho una mamografía, me hicieron un eco mamario a los 41 y me checaba con la ginecóloga cada año… Ella misma estaba muy sorprendida cuando le llevé el estudio, me había revisado unos meses antes y no vio nada”, afirmó.
Karla nació en esta ciudad hace 45 años. Egresada del Iteso, trabajó en los diarios Siglo 21 y Público. Es chef repostera, gusta de la joyería artesanal y es orgullosa madre de un chico de once años; armonía que se frenó en seco cuando recibió el diagnóstico.
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“Me sentí la bola y no le quise hacer caso, pero a los días me vi en el espejo y era muy grande. Supe que no era normal, estuve muy asustada el fin de semana y el lunes me mandaron una mamografía de urgencia: dos días después ya estaba con el oncólogo”, narró. La bola no era tal sino un tumor extendido por todo el seno, un cáncer que se alimenta de hormonas y en una semana creció dos centímetros. Los primeros días fueron de negación y miedo.
“Salí del consultorio y empecé a llorar: Tengo cáncer. Nunca me pregunté ¿Por qué a mí? Pero sí fue una sorpresa. Y ese día no quería hablar con nadie. Llegué a abrazar a mi hijo que estaba dormido y no quise saber nada”.
Karla despertó dispuesta a dar la pelea. El 28 de marzo recibió su primera quimioterapia y el tumor se redujo. Un signo a favor; pero las diez ‘quimios’ que soportó dejaron su huella. “Fue muy difícil, sobre todo cuando estaba calva. Y me di mis momentos para llorar, porque creo que también se vale. ‘Tienes que ser fuerte y tener buen ánimo, me decían… Y yo, bueno, ánimo sí tengo, pero física y emocionalmente es un proceso muy doloroso, muy desgastante”, confió. Ella no lloró al perder el cabello, tanto como cuando se quedó sin cejas. Las quimioterapias pararon porque le propiciaron neuropatías.
En el lapso de seis meses también se purgó también del alma. “Repasé toda mi vida, lo que he vivido estos años y no, no me quiero ir. Tengo muchas cosas por hacer. Veo a mi hijo y no me quiero morir”, dice. Este mes de lucha contra el cáncer, Karla lo comenzó con la extirpación de su seno y ganglios. Su cabello ya creció y lo ha teñido de rosa como el lazo que simboliza la lucha de otras, de muchas. Su rostro está luminoso.
Karla agradece a su expareja, quien es el padre de su hijo, su apoyo total en este trance y el haberla dotado desde hace años del seguro de gastos médicos, que le abrió las puertas a la atención inmediata en el medio privado. No soslaya al sector público, pero admite que no todas las mujeres acceden tan pronto al diagnóstico y tratamiento.
También da las gracias a familia y amistades que la han arropado y crearon el grupo Karla Support. Ahora, es ella quien quiere ayudar a otras y ser la voz en las redes que les recuerde que el cáncer de mama puede irrumpir cualquier día sus vidas, que es mejor detectarlo a tiempo. Que se miren en ella. “Sobrevivir es posible, por eso sigo aquí”.