Socachile y niños “perritos” cautivan en el socavón

El mirador y los niños disfrazados de perritos, los dos atractivos del mágico socamundo.

Socachile y niños “perritos” cautivan en el socavón | Andrés Lobato
Rosario Portillo
Puebla /

Como si fuera día feriado, este fin de semana familias visitaron el socavón de Santa María Zacatepec, en Juan C. Bonilla. La curiosidad, el deseo de conocer a los niños disfrazados de perritos y adquirir un recuerdito, fueron el motivo para que más de 400 personas dejaran sus hogares a pesar de la pandemia.

Al llegar, lo primero que se puede apreciar son dos estacionamientos, cuyo costo es de 20 pesos. De inmediato se percibe un olor a carnitas y memelas, luego entre los puestos aparecen las dos casas que ofrecen la oportunidad de observar el socavón desde sus azoteas por 5 pesos. En tan solo 30 minutos se pudieron observar hasta 25 personas por cada techo.


Más adelante un corredor de tezontle rojo lleva al visitante a los puestos de pan de fiesta, elotes recién cortados y asados, memelas del socavón, guisados, micheladas y hasta botanas como los 'socachapulines' y las 'socapapas'. Incluso, se escucha a un vendedor gritar: “Chicharrines y botanas a solo 15 socapesos”.

Sin embargo, este fin de semana los 'Socachiles en Nogada' fueron la novedad, mismos que son comercializados por Daniela Durán Chantes y sus pequeños: Hilary y Joshua. Estos últimos conocidos por disfrazarse de Spay y Spike (los perritos que cayeron al socavón), ya se hicieron virales por aparecer bailando en un vídeo musical de la Banda Lupita. Ahora están en Santa María Zacatepec y bailan en su puesto de juguetes y Socahiles en Nogada, además comparten su alegría a quienes visitan la zona e invitan a bailar a los curiosos, eso sí, esta convivencia es solo para disfrutar, no para obtener una ganancia monetaria, destaca la madre de los menores.


Entre música y la amable sonrisa de los anfitriones también se descubren puestos de “recuerditos”, donde los visitantes se olvidan de que hay pandemia y se ponen el cubrebocas en la barbilla o en la cabeza, acercándose a los vendedores, quienes en todo momento usan la mascarilla.

Ahora no solo se vende la taza o plato de socavón, sino que varían sus materiales como cerámica o talavera. Además, los visitantes pueden adquirir una playera entre 10 modelos distintos o las gorras con diferentes colores y mensajes. Y si los pequeños quieren un juguete hay varios puestos, destacando los perritos de hule que chillan al ser apretados.


Al final del corredor se observa la malla ciclónica y detrás de ella el socavón, la gente contempla por varios minutos la estructura. Los más jóvenes se sacan selfies y luego proceden a la foto familiar, donde todos olvidan la sana distancia y posan abrazándose; no falta el perro que se atraviesa, porque los turistas, entre tanta algarabía, dejan sueltas a sus mascotas, a diferencia de los perros de los comerciantes y vecinos, que permanecen amarrados en sus casas o en sus puestos. Y es así como se viven los nuevos fines de semana en el socavón.

​AFM


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