Gerardo camina todos los días por las calles de Pachuca para lograr vender algún balón, que consigue rotos en los basureros pero que repara y vende durante el día pero, debido a su adicción al pvc, sustancia que inhala de forma continua desde hace 42 años, es difícil tener un lugar donde dormir.
Es por ello que asistió al Techo Invernal, un refugio que colocó el Concejo Municipal de Pachuca para salvaguardar la integridad física de personas en condiciones de calle en la Plaza Nicandro Castillo, en el centro de Pachuca, en donde planea dormir durante la época invernal y no pasar frío en la temporada.
“Es muy necesaria este tipo de ayuda, porque es difícil para los que vivimos en la calle andar durmiendo en los parques o en las calles, por lo que se agradece el apoyo, porque sí nos aliviana.
“Además, como ando siempre ambulante en las calles de la ciudad y para todos lados, pues a veces encuentro a personas que también lo requerirán, por lo que podré canalizarlas acá”, expone, mientras recibe la explicación de los tres auxiliares escolares que laboran cuidando este lugar.
Después de explicarle las reglas de operación, además de avisarle que, en caso de sentirse mal podrá ser auxiliado y revisado por personal del Sistema DIF municipal, Gerardo escoge su catre y sabe que esta noche dormirá bajó un techo y con cobija.
Entre las dos carpas que fueron colocadas en el sitio, se reúnen 17 catres nuevos que están separados por metro y medio cada una, con el fin de que cuenten con espacio suficiente, además de que se les proporciona gel antibacterial, así como agua para el lavado de manos, y cuenta con dos cabinas sanitarias.
“Para nosotros es muy importante ser parte de este proyecto, la gente lo necesita y seguro que se correrá la voz porque, hasta el momento solo hay seis camas ocupadas, pero llevamos pocos días aquí”, indicó Nancy Fernández Rosas, una auxiliar escolar que ahora, junto a Felipe Ángeles y Antonio Bautista Ignacio, así como otros elementos más de Seguridad Pública municipal, que se turnan durante el día, vigilan que haya seguridad en la zona.
Mientras los elementos de seguridad le ofrecen unas calaveritas de chocolate que amablemente reparten a los visitantes, Gerardo aprovecha para comer una, mientras platica que por ser drogadicto y alcohólico es difícil tener un lugar donde vivir.
“No voy a dejar mis monas, ¿pa’ qué?, así me aíslo, y aunque no me siento rechazado, prefiero así.
“Mi vida no ha sido fácil y confieso que soy irresponsable”, expresa, mientras mira de reojo los balones que “he dejado como nuevos”, dice.
Platica que se enseñó a comprar balones en los basureros y repararlos, para después venderlos, actividad que realizan también sus hermanos en Ecatepec, estado de México.
“Sí se venden y quiera más balones porque hay muchos clientes”, expresa, mientras explica que la agresión que sufrió a los 12 años, después de graduarse de la primaria, marcó su vida y de ahí se dio paso a las drogas.
“Fue un 28 julio, en la clausura escolar, y saliendo del auditorio para ir a mi casa, allá en Ozumbilla (municipio de Tecámac), tres borrachos me agredieron y me dieron un navajazo en mi ojo, lo perdí”.
“Me deprimí, por lo que me fui con un tío a Tijuana y ahí comencé a probar los solventes, hoy no puedo parar y tampoco me interesa hacerlo, pero ahora el Resistol 5000 no me hace nada, ahora puro PVC, creo que hasta deshace fierro”, dice, mientras sonríe.
La tarde empieza a caer, pero será hasta las 20:00 horas cuando inicie el ingreso, no sin antes checar el estado de salud de cada uno de los que dormirán en el lugar, para saber si requieren atención médica o pueden quedarse sin problema y siguiendo las reglas del lugar.
“Ahora sí, voy a dormir junto a mis balones que espero vender mañana a temprana hora porque clientes hay muchos, solo es cuestión de salir a las calles para vender”, concluye.