Los métodos para intentar que la gente cambie su orientación sexual o su identidad de género no tienen ningún fundamento científico hasta la fecha, por eso es incorrecto llamar las “terapias de conversión”. Estas prácticas se sustentan principalmente en la fe de quienes las imparten y de quienes pagan por ellas, que muy a menudo son los familiares de personas homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales y transgénero, entre otras.
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Este domingo 28 de junio se celebra el Día Mundial de la Diversidad Sexual. Es 2020 en Jalisco y estas técnicas, que incluso se practicaban hace más de cien años, son vigentes en muchas partes del mundo.
No son “terapias de conversión”, el término correcto para nombrarlas es: Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género (ECOSIG).
En entrevista, Israel Huerta Solano, integrante de la Unidad de Educación Incluyente del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), explicó que estos programas, usualmente, parte, de dos puntos: el primero es que hasta antes de 1973, la homosexualidad era considerada como una enfermedad. Incluso, fue hasta 1990 cuando quedó totalmente descartada como un padecimiento físico o psicológico y, aunque médicamente ya no era considerado un trastorno, los representantes religiosos respaldan la idea de que es una condición que puede “curarse”.
Los ECOSIG carecen de sustento científico. Están basados en la fe, tanto religiosa como en la creencia de que las personas pueden cambiar con estos métodos: “Es importante dejar muy claro que lo que se promueve en estas prácticas no es ciencia, sino fe”, dijo el también profesor investigador del Departamento de Psicología Aplicada de la Universidad de Guadalajara.
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“Otro punto es comenzar a corregir el lenguaje. Ya no llamarles terapias. Y quede claro lo que es el sexo genérico, la identidad, la orientación, el rol sexual y la conducta sexual, para que se entienda que la asignación como hombre o mujer no significa que todos los demás rubros tengan que corresponder a ello”, agregó.
¿Qué son los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género?
Los ECOSIG están basados en la coerción y la falta consentimiento de las personas. Muchas de estas son forzadas a ingresar bajo presión psicológica o chantaje emocional de la familia, principalmente.
“Muchas consienten la privación de la libertad porque es parte de la idea de que privandolos y aislándolos de ciertos estímulos homoeróticos, de la pornografía o de las personas, van a cambiar su orientación y su identidad.
También se ha registrado que existe violencia verbal y amenazas. Esto también se da dentro de la familia, a través de coerción y la humillación, con palabras. Les dicen maricón, homosexual, pecador o pecadora”, explicó.
Se le van proyectando escenas de homosexuales y se le va induciendo a la persona asco, malestar, por medio de medicamentos, electrochoques y otras cosas”, detalló el académico.
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En Michoacán, en la Ciudad de México y en Jalisco existen, incluso, asociaciones religiosas en las que se argumenta que la homosexualidad se da porque existe un demonio adentro, entonces a las personas se les exorciza.
“El problema con todo esto es que todas estas prácticas violan los derechos de las personas y sobre todo sus derechos humanos que, de hecho, por parte de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, todas las prácticas están mencionadas por escrito, con estudios, en donde se reporta que las personas todavía sufren este tipo de maltratos físicos y psicológicos”, añadió.
En Jalisco no hay una estadística formal sobre el número de personas que usan estos métodos. Sin embargo, reportes recientes de Derechos Humanos señalan que 8 de cada 10 personas que han acudido a un lugar de ECOSIG son más propensas al suicidio, 6 de cada 10 son proclives a presentar cuadros de depresión clínica, 3 de cada 10 al consumo de drogas y 3 de cada 10 tienden a adquirir enfermedades de transmisión sexual.
Para Huerta Solano, es grave la violación a los derechos humanos que representan estos métodos, además de que son peligrosos porque promueven un deterioro en la salud mental y física de las personas: “En muchos de sus reportes mencionan que la mayor parte de estas personas desarrollan algo que se llama el desamparo aprendido, que es un concepto en el que la persona hace y hace cosas peros siempre obtiene los mismos resultados. Es decir, la persona asiste a una terapia, se siente bien por unos días, o quizá por unos meses, pero luego vuelve a experimentar o a sentir la atracción que tenía antes de acudir a ese espacio, se siente frustrado y vuelve a experimentar lo mismo una y otra vez”.
“Es peligroso porque hay profesionales de la salud apegados a la religión o apegados a la institución religiosa que promueven este tipo de tratamientos con ningún sustento científico y solamente porque es parte de una teoría sí fundamentada en la psicología, pero le suman la cuestión religiosa y entonces muchas personas lo compran como que es psicología o es psiquiatría validada por la ciencia”, insistió el especialista.
El estudioso de la Universidad de Guadalajara recalcó la importancia de que exista legislaciones que protejan los derechos de todas las personas que pertenecen a esta comunidad.
SRN