“Mía Fressy” y su historia de amor a las zarigüeyas

Con escasos recursos económicos pero con abundancia de amor y ternura es como ha sostenido su refugio ubicado en Ciudad Victoria.

“Mía Fressy” y su historia de amor a las zarigüeyas
Cristina Gómez
Ciudad Victoria /

“Mía Fressy” es una mujer victorense que tras una experiencia traumática en su niñez, cuando vio que sus abuelos iban a sacrificar una zarigüeya por la creencia de que su sebo tiene poderes medicinales, se propuso que de grande no permitiría que nadie les hiciera daño.

Hoy en día tiene un refugio especial donde ha llegado a cuidar hasta a 600 de estos animalitos al mismo tiempo, los cuales son más comúnmente conocidos en nuestro país como tlacuaches.

Dice que son la especie que más sufre violencia del ser humano, en parte por su aspecto parecido a un ratón gigante. La gente los ve y les tiene miedo; los agrede u opta por matarlos creyendo que es una fauna peligrosa.

Son más comúnmente conocidos en nuestro país como tlacuaches.

Ella los rescata cuando son lastimados y los lleva al Refugio Santa Rosa de Lima, llamado así en recuerdo de su padre, por quien hace todo esto, para que donde esté se sienta orgulloso de su hija.

Ya estando a salvo en ese lugar, a las zarigüeyas o tlacuaches les cura sus heridas y les brinda alimento, labor que la lleva a pasar la noche sin dormir para poder atenderlos, pues son animales nocturnos.

“Duermo de 6 a 10 de la mañana pero para mí es suficiente, me paso la noche en limpieza de jaulas, alimentación y curación, hasta les tengo una especie de alberca donde les enseño a buscar su alimento; también paseo a las bebés zarigüeyas”.

Su esfuerzo se complica en tiempos de pandemia de covid-19, porque no tiene un ingreso económico seguro; es voluntaria en casas de asistencia a adultos mayores y se ayuda haciendo trámites para la Coalición de Asociaciones Ambientalistas de México que preside el abogado Ricardo Cruz Haro.

Hasta ahora no ha faltado el apoyo solidario de activistas como ella que, si no pueden colaborar con recurso económico o en especie, le donan artículos para que los pueda ofrecer en grupos de venta y así ayudarse.

“Mía Fressy” es una mujer victorense que tiene un refugio para Zarigüeysa


SU PRIMER RESCATE

Su primer rescate fue a los seis años, esa experiencia de ver una zarigüeya sin piel que no ha podido borrar de su mente al paso del tiempo; como tampoco le es posible olvidar cuando vio morir una atropellada justo cuando estaba a punto de tener a sus crías.

La peor experiencia de todas y que le resulta un tormento recordar, es el día en que halló en un bote de basura seis tlacuaches vivos con mutilaciones y extirpación de ojos; era una adulta y sus cinco crías.

El caso ocurrió en una colonia de Ciudad Victoria, donde hay mujeres que dejan solos a sus hijos adolescentes para irse a trabajar en la prostitución.

“Testigos vieron a varios jóvenes cerca del tanque de basura”, comenta con la voz quebrada.

UNA VIDA NADA FÁCIL

“Yo tenía seis años cuando vi colgado en un tendedero a uno de estos animalitos, sin piel, sufrí mucho y la quise salvar pero no lo logré, juré que un día las iba a defender”, recuerda quien en realidad se llama Santa Prisciliana Rodríguez, pero a quien todos conocen como “Mía Fressy”.

“Mía” en recuerdo de una perrita que marcó su vida y “Fressy” porque en su niñez sus amigos de la “Pandilla del Moco Verde”, integrada en su mayoría por varones, le decían que era “una fresa”.

Confiesa que en el fondo, ella se identifica mucho con las zarigüeyas.

Fui una niña abandonada, conviví mucho con perros y gatos de la calle. A los 15 años me fui a vivir a la Ciudad de México siguiendo a mi mamá, a quien conocí a los 13 pues me hicieron creer que había muerto”.

A los 20 regresó, embarazada, para ver a su padre y decidió no volver al entonces Distrito Federal y quedarse a cuidarlo porque el alcoholismo de él ya le había producido cirrosis, mientras su hermano había caído en las garras de la drogadicción.

Su progenitor falleció dos años después. Ella actualmente tiene tres hijos, de 16, 20 y 21 años de edad y su madre hace un mes y medio dejó la Ciudad de México para venirse a vivir con ellos a la capital de Tamaulipas.

Su labor ha trascendido y ahora le traen tlacuaches de otras ciudades del estado, como Tampico, Reynosa y Matamoros


POCO DINERO Y MUCHO AMOR

Con escasos recursos económicos pero con abundancia de amor y ternura es como ha sostenido su refugio ubicado en el 2 y 3 Guerrero, zona centro de Ciudad Victoria, labor a la que ha dedicado 11 de sus 41 años de vida.

“La gente ve las zarigüeyas, piensa que son feas y cree que eso le da derecho a matarlas; otros las sacrifican sin importarles su dolor, bajo la creencia de que su sebo es un remedio para muchas enfermedades, todo es producto de su ignorancia”.

Su labor ha trascendido y ahora le traen tlacuaches de otras ciudades del estado, como Tampico, Reynosa y Matamoros, pero también le han llegado de San Luis Potosí y de la Ciudad de México.

Además ha brindado asesoría virtual para realizar rescates en Estados Unidos, Colombia y Chile, a través de su página Rescatando Zarigüeyas.

Ella pide no temerles. Dice que lejos de hacer un mal, ayudan en el hogar a exterminar plagas se comen cucarachas e incluso son capaces de matar las víboras, mismas que no logran hacerle daño gracias al grosor de su piel.


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