A un mes del incendio de la toma clandestina en la comunidad de San Primitivo, municipio de Tlahuelilpan en el estado de Hidalgo, que ha dejado hasta el momento 130 personas fallecidas y 15 hospitalizadas en México y Estados Unidos, los familiares de las víctimas esperan la identificación de 52 restos humanos.
Tras el incendio del ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) la tarde-noche del pasado 18 de enero, 68 personas murieron en el lugar y 62 más en hospitalización.
Hasta el momento, de acuerdo con el corte preliminar de víctimas de la tragedia, se ha dado de alta a cuatro personas por mejoría, en tanto 15 permanecen hospitalizadas; uno en Pachuca, diez en el centro del país y cuatro menores de edad en Estados Unidos. De estos, dos pacientes se encuentran muy graves, seis graves, tres delicados y cuatro son reportados como estables.
Las instituciones a las que se han llevado a los heridos, desde el momento del incidente, son el Hospital General de Pachuca en Hidalgo, Instituto Nacional de Rehabilitación, Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, Hospital Dr. Victorio de la Fuente Narváez (Magdalena de las Salinas), Hospital General Sur de Alta Especialidad en la Ciudad de México y el Hospital Regional de Alta Especialidad Zumpango en el Estado de México y cuatro en el Hospital Shriners de Galveston, Texas, en Estados Unidos.
La Procuraduría General de Justicia del Estado de Hidalgo inició 69 carpetas de investigación por igual número de personas no localizadas tras el incendio del a toma clandestina.
De las 68 personas que fallecieron en el sitio del incendio, se identificaron 16 cuerpos los cuales fueron entregados a sus familiares.
Quedaron 52 restos en estado calcinación y carbonización, de acuerdo con el procurador General de Justicia del Estado de Hidalgo, Raúl Arroyo González.
Los 52 restos fueron trasladados al Servicio Médico Forense (Semefo) de la Procuraduría en la Ciudad de Pachuca.
De acuerdo con el gobernador Omar Fayad Meneses, se tomaron 154 muestras de sangre a familiares para la identificación de los restos y quedaron 170 menores de edad en orfandad.
Se tomaron muestras de sangre de padres, madres, hijos, hermanos y de cónyuges para la realización de un perfil genético el cual se cotejará con el perfil genético de los restos para su identificación.
Con la esperanza aferrada al cuerpo
Es el miércoles a unos días de que se cumpla un mes de la tragedia y un grupo de familiares de las personas no localizadas acude al Centro Cultural de Tlahuelilpan. Son hombres y mujeres con la esperanza aferrada al cuerpo.
Humberto Vieyra Alamilla, fiscal Especializado en Investigación y Persecución de Delitos de Desaparición Forzada de Personas y Desaparición Cometida por Particulares, los espera para hablar con ellos.
Cerca del medio día se reúne con los familiares y les informa que la identificación de los restos llevará tiempo, que no hay una fecha específica para darles respuesta.
“Tienen que esperar, deben tener paciencia”, dice tras la reunión y reconoce que no sabe cuánto demoren los estudios para la identificación de los 52 restos que se encuentran en una cámara fría en el Semefo de la Procuraduría.
El fiscal habla cerca de dos horas con los familiares y todo queda en lo mismo: no se sabe cuándo se identificarán los restos.
Javier Cervantes tiene un hermano desaparecido, Isaac Antonio, de 26 años de edad. El 18 de enero Javier cumplía 32 años e Isaac fue a su casa por la mañana para saber de qué manera festejarían.
La esposa de Javier le dijo que no sabían qué harían e Isaac la animó en decirle que había que hacer algo para su hermano. Isaac se fue de la casa.
Por la tarde Javier se quedó esperando a su hermano. No llegó al festejo. Desapareció en el incendio de la toma clandestina de San Primitivo.
“Me quedé esperando, es un día marcado en mi vida”, cuenta afuera del Centro Cultural de Tlahuelilpan.
Le han tomado muestras de sangre a su papá, a su mamá y a otro hermano de Javier y con ello poder identificar a Isaac en alguno de los restos que hay en el Semefo.
Javier dice que siempre se llevó bien con su hermano y el que esté desaparecido le causa dolor.
“Duele no saber de mi hermano”.
Resignado, dice que lo que único que queda es esperar.
Ulibeth Barrera tiene 27 años y el esposo de sus dos hijos, José Luis de la Cruz, está desaparecido.
Tras el incendio del ducto de Pemex Ulibeth no ha sabido nada de su pareja quien es originario de Tezontepec de Aldama y al momento de su desaparición tenía 27 años.
La joven mujer dice que le tomaron muestras de sangre a ella, a su hijo y a la mamá y el hermano de su pareja para identificarlo en alguno de los 52 restos que hay en la fiscalía.
Ulibeth cuenta que sus hijos, una niña de ocho años y un niño de cinco años, no saben nada de lo que sucedió el 18 de enero en Tlahuelilpan, solamente que su papá está desaparecido.
La joven mujer cuenta que cada día que los niños llegan del preescolar y de la primaria le preguntan si su papá ya apareció y ella tiene solo dos palabras para ellos: aún no.
Ulibeth recuerda a su pareja como un hombre alegre y siempre con una sonrisa en los labios.
Dice que cuando llegue la hora les dirá a sus hijos que su papá cambió de forma y que siempre va a quererlos.
Ulibeth mantiene la fuerza y la esperanza cada que habla con sus hijos sobre su padre pero cada que cae la noche no soporta más lo que sucede y llora.
No tienen respuesta, nadie les resuelve
Doña Martha Vaca ha ido al Ministerio Público, a la funeraria y al hospital y nada. No tiene respuesta. Nadie le resuelve. No pueden entregarle el certificado y el acta de defunción de sus dos hijos: Luis y Jaime Briones.
Ha venido al Centro Cultural de Tlahuelilpan, la atiende un par de personas y se topa con lo mismo, no tiene solución.
Doña Martha perdió a sus dos hijos tras el incendio de la toma clandestina de San Primitivo, uno de 44 años y el otro diez años menor.
Esta mujer bajita y de ojos pequeños, que enterró ya a sus dos hijos en la localidad de Teocalco, municipio de Tlaxcoapan, lleva a cuestas el dolor.
Junto a su esposo trajeron a este mundo a 13 hijos, ahora solo le quedan once de ellos.
“Me siento destrozada, perder a dos hijos no es fácil. Es un dolor muy grande”, se sincera doña Martha.
Jaime Briones, de 34 años murió en el lugar del incendio. Su hermano Luis perdió la vida en un hospital de Pachuca.
El dolor de lo sucedido causó que hospitalizaran a doña Martha. Hace poco la dieron de alta y solo quieren que le entreguen las actas de defunción de sus hijos.
Dice que el amor de sus nietos le ha ayudado a salir adelante tras lo sucedido.
Pero la carga de doña Martha aún es mayor, su nuera Sarai Estrada, de 25 años, está hospitalizada en Zumpango. También estuvo presente en el incendio de la toma clandestina.
Las últimas noticias que tiene sobre su nuera es que tiene quemaduras en el 90 por ciento de su cuerpo y que está grave.
Doña Martha tiene esperanza, la esperanza de que Sarai se recupere poco a poco.
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En uno de los tres arcos del Centro Cultural de Tlahuelilpan hay 40 fotografías de hombres y mujeres desparecidos.
En ellas están sus nombres y el número telefónico al que hay que llamar si se sabe de su paradero. Algunas aportan datos de cómo vestían el día de la tragedia, otras el lugar de donde son originarios.
Son adultos, jóvenes, adolescentes. Los familiares colocaron uno, dos y hasta tres teléfonos para comunicarse si se sabe algo de su ser querido.
Cada una de las imágenes tiene dos palabras que las une: se busca.
¡Precaución!
En la zona cero, la zona de la tragedia, el lugar está delimitado por una cinta amarilla con la leyenda "precaución".
En el lugar ha quedado la tierra quemada y sobre la zanja que en la que atraviesa el ducto donde se presentó el incendio se levantan las cruces de las víctimas.
Son 21, de madera, de mármol, de fierro, adornadas con flores, amarillas, blancas, rosas, algunas aún con vida, otras marchitas.
Las cruces tienen tallados los nombres de las víctimas: Edmundo, Carlos, Alfredo, César, Marco Antonio, Juan Carlos, Eric, José Manuel, Jaime, Jonathan, Marco Antonio, Leonel, Aurelio, José, Emanuel, David y José Luis. Aquí perdieron la vida y las cruces son su recuerdo.
Detrás de las cruces, en la zanja que esconde el ducto en sus entrañas la tierra también está quemada y sobre ella se levanta una corona de flores blancas.
En el lugar la milpa de alfalfa reverdece y la herida sigue abierta.