Al ser Monterrey una ciudad fundada por españoles judíos sefardíes, muchas tradiciones y costumbres que perduraron por varios siglos en la región, incluso hasta la actualidad, provienen de estas comunidades, afirmó Mónica Marcela Montemayor, integrante de la Sociedad Genealógica y de Historia Familiar A.C.
Al encabezar la conferencia Los sefardíes en la historia de Nuevo León en el Museo del Noreste, la especialista dio algunas referencias sobre las primeras familias de origen sefardí que llegaron al entonces Nuevo Reino de León, donde fundaron y colonizaron la región, dejando como legado desde apellidos hasta hábitos.
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Montemayor enumeró algunas costumbres que tienen base en tradiciones judías, citadas incluso en la Torá (libro sagrado del judaísmo). Señaló que muchas de ellas permanecieron hasta hace algunos años.
"Fui recabando las costumbres que ellos me platicaban que tenían. La transculturización, la globalización y la modernidad ha hecho que esto ya no se practique más", dijo.
Entre ellas figuran ejemplos como "la dote", es decir, cuando el padre de una mujer que contraía matrimonio le entregaba una aportación monetaria a manera de herencia en vida.
Además, la guarda de la cuarentena para una mujer que recién tuvo un hijo; la vieja costumbre de casarse bajo una enramada o los matrimonios arreglados sin una fase de noviazgo.
"Cuarenta días después del parto no salen, no se mueven, y eso viene en el Levítico, donde dice que siete días vas a ser impura después del parto, y al octavo (día) se circuncida al bebé.
"Un entrevistado, por ejemplo, me dijo: 'yo fui bautizado a los ocho días'... cómo se mezclaba una tradición con la otra", señaló Montemayor.
También mencionó que cuando había una situación de duelo, era común la costumbre de descoser una parte de una prenda de vestir, similar a la tradición de rasgar las vestiduras, citada en la Torá.
"Una familia tenía la costumbre de descoser tres puntadas de la bolsa de la camisa cuando había un muerto", relató.
Asimismo, la forma de sacrificar animales para alimentarse –como el cabrito– tiene su origen en costumbres judías, pues primero se mata y se extiende para dejarlo desangrarse, ya que Dios prohíbe beber sangre.
Lamentablemente, advirtió Mónica Marcela Montemayor, no existen documentos históricos ni crónicas que proporcionen detalles sobre cómo eran los hábitos de la vida cotidiana de los judíos conversos que habitaron la ciudad, pues escondieron sus prácticas para salvar su vida de la persecución de la Inquisición.