Las experiencias adversas y las respuestas a las problemáticas generadas por la pandemia de la covid-19, es decir, las secuelas sensibles al trauma, son los principales retos por enfrentar en el sector educativo.
María Dolores Lozano Suárez, académica del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de la Américas Puebla (Udlap), quien destacó que la pandemia remarcó los retos que ya tenía la sociedad.
Durante su ponencia titulada “Aprendizajes en contextos adversos”, la investigadora de la universidad poblana resaltó la importancia del análisis de la neurobiología del trauma entre la población.
“La aparición de la pandemia ha presentado el surgimiento de muchos retos desde situaciones laborales y familiares hasta los contextos educativos y de salud, lo que nos lleva a ver que todos estamos en contextos retadores”, explicó la investigadora.
Los contextos retadores, a veces, son contextos adversos porque en medio de la esfera de acción del ser humano, también hay situaciones que dan lugar a experiencias que sobrepasan la capacidad de afrontamiento inmediato.
“Estas son de muchas índoles que van desde situaciones muy complejas de salud, violencia doméstica, pérdida de empleo, acoso, pérdida de seres queridos, violencia intrafamiliar, pobreza, entre otros y estas experiencias adversas llevan a un trauma”, señaló.
Lozano Suárez agregó que estudios terminales demuestran la repercusión de las experiencias adversas en la persona a lo largo de su vida e impactan en diferentes ámbitos del sector educativo y en los alumnos.
“Las experiencias adversas de la infancia son de tres tipos: de abuso tanto físico como emocional; experiencia de descuido; y condiciones desfavorables en el hogar. El 25 por ciento de la población reportó al menos dos experiencias adversas y uno de los resultados más interesantes que se encontró es que cuando la persona tiene cuatro o más experiencias adversas tienen un mayor riesgo de presentar conductas de riesgo como sedentarismo, tabaquismo, alcoholismo, abuso de sustancias, ausentismo laboral y también tiene mayor riesgo de padecer enfermedades mentales como depresión, intentos de suicidio y tener mayor probabilidad de enfrentar obesidad”, apuntó la especialista.
Respecto a las repercusiones que traen las experiencias adversas con comportamientos y padecimientos en la niñez y su relación con la educación, la investigadora de la universidad poblana ubicada en San Andrés Cholula, explicó que si el niño o la niña tiene tres o más experiencias adversas, aumenta casi cinco veces la probabilidad de que tenga problemas con la asistencia a la escuela.
“Al mismo tiempo, es seis veces mayor la probabilidad de que tenga problemas de comportamiento y va a ver casi tres veces mayor probabilidad de que tenga problemas con la entrega de sus trabajo y tareas”, comentó.
La investigadora resaltó la importancia de que los docentes y los padres de familia pongan atención al comportamiento de los menores y, en particular, a ciertas variables que tienen que ver con motivación y en el cómo yo esté dando las clases, es decir, circunstancias particulares que tienen que ver con lo pedagógico; sino que realmente hay una influencia de lo biológico de cómo han vivido en el pasado y en el comportamiento y en el cómo están en el momento presente”, finalizó.
CHM