HISTORIA
Antes de irse a trabajar Rafael López Reyes mira las imágenes de la Virgen de Guadalupe y el Cristo que tiene en su cuarto, se persigna y les pide que lo cuiden. Se abriga, se pone el cubrebocas, guantes de látex y sale de su casa.
Camina media hora por las calles de Queens, los negocios están cerrados, las aceras desiertas. Llega hasta el garaje donde lo espera su jefe, sube a una camioneta con dos de sus compañeros y los lleva al trabajo.
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Llegan al supermercado que marca el itinerario. Bajan las máquinas de limpieza. Entran al inmueble. El jefe se va y es hora de ponerse a trabajar toda la noche.
Rafael es uno de los seis mil 633 hidalguenses que viven en Nueva York, Estados Unidos, el país con un millón 327 mil 720 infectados por el nuevo coronavirus SARS-COV2 y 79 mil 595 muertos por el covid-19.
Queens, donde vive Rafael desde hace 15 años, es el condado con más casos de covid-19 en Estados Unidos, 54 mil 959 y el segundo con más muertos, cuatro mil 363 hasta el momento.
-Está feo, horrible, ha habido muchos muertos, muchos contagiados. Primero se dijo que había cuatro infectados, de cuatro se extendió a 98 gentes y así empezaron los contagios y las muertes-, cuenta.
En marzo Rafael escuchaba las ambulancias todo el día desde su cuarto. Pasaban por su calle una tras otra. Llevaban a los pacientes de covid-19 a los hospitales.
-En el hospital Elmhurst hace unas semanas en dos días se murieron 113 personas-, dice.
La casa en la que vive, los dos hijos de la señora que le renta el cuarto han dejado de trabajar debido a la contingencia sanitaria. Él es el único que conserva su empleo en medio de la pandemia.
Desde que llegó a Estados Unidos Rafael ha trabajado en el mismo sitio, una empresa que da limpieza a los supermercados por la noche. Él y sus compañeros lavan los pisos con las máquinas y les ponen cera. Lo hacen de las ocho de la noche a las siete de la mañana hasta que llega su jefe otra vez por ellos y abren los supermercados.
-¿Qué te dice tu jefe en el trabajo ahorita con lo del covid-19?-Pues que nos cuidemos porque está feo.
Rafael cuenta que a uno de sus compañeros se enfermó de covid-19. Lo descansaron un mes.
-Ya se recuperó, se llama Delfino, tiene unos 50 años pero sí la libró-, dice.
-¿Tú no tienes miedo de contagiarte?-No porque si tienes miedo vas a estar con el temor de que ya me va a dar, ya no voy a ver a mi mami, ya no voy a regresar al pueblo, si llego a morir aquí quién va a ver por mí. Voy a ser fuerte y pidiéndole a Dios y a la virgencita que me ayuden a salir adelante.
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Se estima que en Estados Unidos hay 368 mil 454 hidalguenses en California, Nueva York, Florida, Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Arizona, Illinois y Texas.
Rafael llegó a la unión americana en abril del 2005. Cruzó la frontera como ilegal. Migración lo detuvo en Las Vegas y volvió a cruzar. Su tío, un hombre llamado Vicente lo ayudó a llegar a Nueva York.
Quería irse lejos de su pueblo en Atitalaquia para trabajar, salir adelante y progresar. Sabía que si se quedaba en México nunca iba a hacer nada.
-Y sí, gracias a Dios mi tío me ayudó a venir, me vine para hacer algo y salir adelante por mi mamá, mi papá, mi hijo, por todos pues-, cuenta.
En 15 años en Estados Unidos, Rafael, un hidalguense en Nueva York, sigue siendo ilegal. Ante la pandemia por el covid-19 Rafael usa diario cubrebocas y guantes de látex. Se los pone cada que va al trabajo, regresa de él o sale a la calle por comida.
-¿Y qué te dicen tu mamá y tu papá cuando hablas con ellos por teléfono?-Que me cuide bien, que ya me regrese a la casa, al pueblo.
-¿Tú has pensado en regresar?
-Sí pero más adelante cuando pase todo esto.
Rafael es el mayor de tres hermanos. Le siguen su hermana Esmeralda y Julio César, el menor. Tiene un hijo que al que su expareja lo llamó Carlos.
-¿Y tus hermanos qué te dicen?
-Esme y Julio me dicen que me cuide bien. Me dicen: acá te vamos a esperar en el pueblo, no queremos que te vayas a enfermar. También mi tía Toña y mi tía Gaby me dicen lo mismo.
Para irse al garaje, en donde lo espera su jefe para llevarlo al trabajo, Rafael camina sobre la avenida Roosevelt en donde los negocios han cerrado por la pandemia.
-Está solitario, cerrado todo, ni un alma, nomás yo y otros que se ven, ahí vamos.
-Y antes de la contingencia ¿cómo era la actividad sobre la avenida?
-Antes la gente estaba en la calle comprando su comida, iban al gimnasio, los bares, comiendo en los restaurantes. Ahora todo está cerrado, se siente raro.-¿Tú qué sientes?
-En todos los años que llevo en Nueva York nunca había visto una cosa así tan fea con la pandemia. Aquí en Queens pasaron tormentas de nieve, temblores, aguaceros, pero nunca algo como esto. Sí se siente feo, te dan ganas hasta de llorar.
-¿Y tú has llorado?-No pero casi casi se me salen las lágrimas.
Rafael es de un pueblo que se llama Tlamaco, allá en el Valle del Mezquital, en el que pasa el tren, hay un puente, una barranca, un quiosco, una primaria, un jardín de niños, un auditorio, una iglesia, una cantera, siembran maíz y alfalfa y hay un lugar al que llaman shindó en donde hay manantiales.
En medio de la contingencia sanitaria por el covid-19, su tío Chencho, que vive en Texas, lo llama por teléfono a diario, le pregunta cómo está y le dice que se cuide, que use el cubrebocas.
-¿Y tú qué le dices a tu tío?
-Él y yo platicamos que nos cuidemos. Le digo que hay que cuidarnos para que regresemos vivos a Tlamaco.