Se ha formado como un maestro de los jóvenes que habitan en las zonas ejidales de Altamira, pero aún así los trayectos largos que recorre con el fin de llegar a su destino y la falta de comodidades no ha sido factor para que pierda la motivación de dar clases.
Rolando Juárez Prieto tiene 30 años de edad y nueve de experiencia como docente, de los cuales, ocho impartió clases en una escuela de la comunidad Martín A. Martínez, al margen del río Tamesí, en Altamira.
Llegar a dar clases representaba viajar una hora antes en lancha, “todo depende del nivel de la laguna o el tamaño del motor fuera de borda”.
Nunca pasó por su cabeza dejar su trabajo en el bachillerato en el ejido, a pesar de que le “tocaron lluvias, tormentas eléctricas, cuando bajaba el nivel del río había que detener la lancha y empujarla con remo o también nos tocaba saltar de la balsa”.
Relata que a sus estudiantes les trata de sembrar el deseo de salir de la comunidad y continuar con sus estudios.
Ser profesor en una zona en donde es complicado llegar, que a veces no tiene luz, aire acondicionado o los salones que deberían, no lo desmotiva y al contrario, cuenta que se sigue preparando, que está haciendo una maestría “para seguir dándole una mejor preparación a los jóvenes”, subraya.
Actualmente se encuentra dando clases en la Delegación Cuauhtémoc, en donde puede encontrar mayor infraestructura.
Para Rolando Juárez tal vez existe mayor comodidad en una escuela de la zona urbana porque se tiene todo: más maestros, infraestructura y transporte; sin embargo, “la satisfacción de ayudar a construir una escuela, eso no se cambia tan fácil”, expresa el oriundo de Ébano, S.L.P.
ELGH