Para cuando los vecinos de la calle Cempoaltecas, en Chalco, trataron de hacer algo que pudiera detener el curso del agua, ya era demasiado tarde. ¿Cómo se detiene algo que ha demostrado tener la fuerza de romper y cambiar la estructura de formaciones rocosas? Además, no viene sola: arrastra consigo montones de residuos. Solo queda esperar.
Además de las gotas que caían del cielo, el agua comenzó a brotar de las coladeras en sus patios y en sus baños. En casos más extremos, también salió a borbotones de los excusados. La inundación que comenzaba a formarse dejó de ser un cuerpo cristalino para convertirse en uno lleno de lodo, basura, y excremento.
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El mal olor no tardó en aparecer, y comenzó a llenar cada espacio de las casas: su sala, su cocina, los cuartos en los que acostumbraban descansar. Sergio Camacho abandonó su casa en cuanto se dio cuenta de que no podrían combatir la presencia del agua ni siquiera con las bombas que compró cuando llegó a vivir a Chalco.
“Yo llevo aquí ocho o nueve años y cada año son las lluvias. Pero nunca había llegado tan alto aquí, éramos las casas que casi no se inundaban”, aseguró el jubilado mientras espantaba a un par de mosquitos. Sacó a su hija y a su esposa del predio para llevarlas a una zona del municipio que no se vio afectada. “No puede estar uno aquí en casa, el olor es fétido, y tenemos bastante mosco”.
La de Sergio es solo una de las más de dos mil viviendas afectadas, de acuerdo con el gobierno del Estado de México. Las cajas de cereales, los platos de plástico, los cartones de leche a medio tomar, las escobas, los botes de jabón, las cajas en donde almacenaban los muñecos de peluche que alguna vez les regalaron como muestra de cariño y los cepillos para el cabello; todo eso y más elementos de su vida diaria fueron arrastrados por el agua.
Las sábanas de sus camas, los cojines de los sillones y su ropa acomodada en roperos de madera absorbían el agua como si estuvieran sedientos de ella. Ahora, también lo hacen los muros y las trabes que mantienen a sus casas en pie.
Ante la preocupación de ver a su patrimonio convertirse en un lugar inhabitable, lleno de larvas y de mugre, Sergio ha decidido movilizarse hacia otro lugar: cuenta con una casa en Pachuca. Puede llegar a ella con la seguridad de que podrá construir un nuevo hogar junto a su familia. Pero, ¿qué pasa con las personas que no cuentan con esa posibilidad?
Una solución es que el Colector solidaridad uno, que estaba detenido desde hace siete meses por problemas legales, entre en funcionamiento para reducir la carga del colector original, y así pueda disminuir el nivel del agua en sus casas y en las calles, de acuerdo con Carlos Maza Lara, el secretario de Desarrollo urbano e infraestructura del Estado de México. Pero solo queda esperar.
aag