Viviendo la experiencia drag: convertirse en reina por una noche

El corset sofocaba mi tórax, los accesorios y la peluca roja me producían calor, las botas altas me hacían tropezar al caminar. Por fin pude verme al espejo: sentí placer.

Acuerpar Otra Identidad: El Significado de Ser una Drag Queen. (Especial)
Miguel Ángel Pérez
Ciudad de México, México /

Me planté frente al espejo y examiné mi rostro. Cautivado, miraba el reflejo de una mujer. Apenas pude distinguir las cejas tupidas debajo de las capas de maquillaje: dominaban los ojos enternecidos por el tipo de pestañas postizas, la marca fina de los pómulos por el sombreado en mi cara de lado a lado con una paleta de color morado, blanco, negro, así como el rojo intenso por el labial. Me convertí en una drag queen.

El Desafío de las Calles: Discriminación y Acoso hacia las Drag Queens.

Un viernes por la tarde y a punto de reunirme con Elizabetha, una drag desde los 15 años y que ha formado Empoderarte como una manera de concientizar sobre la identidad de género y apoyar a quienes se interesen por el arte drag. Me pregunto: ¿Cómo será caracterizarse? ¿Qué nombre debo elegir? ¿Qué atuendo es el indicado?

Llegué al departamento ubicado en la colonia Portales de la Ciudad de México. Me recibió un hombre de cabello largo con voz delgada y tenue, quien me explicó el itinerario a seguir aquella tarde, la cual constaba de alrededor de dos horas de maquillaje, caminar por la calle hasta llegar a un show de cabaret.

Drag Queens: una Protesta por la Igualdad.

En aquel departamento pequeño, una mesa sobre la sala llama mi atención, hay senos de silicona, cinturones, pelucas, faldas, hasta un espejo con luces en la que reposaban brochas y una base de maquillaje. Lo llaman "casa de las muñecas", donde el colectivo se reúne antes de cada show.

Listas para acompañarnos, dos de sus amigas –Yul Figueroa y Fabulist– me explican que es el estilo de vida y fuente de trabajo que eligieron. Un empleo que no resulta redituable por los costos del vestuario, que rondan desde los mil hasta los tres mil pesos.

"Michelle puede ser tu nombre el día de hoy, ¿te gusta?" me preguntó Elizabetha por ser mi nombre antagónico en femenino tras la indecisión por uno. 

Caso contrario, el nombre que llevan no es el de un artista reconocido, sino que a veces se elige por tus gustos, miedos o por personas que admires.

Antes de comenzar, tomó asiento frente al espejo iluminado para después colocarse una malla sobre la cabeza: el primer paso es el resistol en las cejas, dejar que seque y comenzar a maquillar tu rostro entumecido por la resequedad que provoca el resistol; luego sigue delinear tus cejas por encima, para continuar por el delineado de los ojos y rostro, hasta terminar con spray en la cara de modo que el maquillaje dure el resto del día.

Drag Queens: Más que un Disfraz.

"Acuerpar otra identidad"

Si bien el concepto de ser una drag queen se liga con el travestismo, referido por la Real Academia Española (RAE) como la "persona que se viste con ropa del sexo contrario", Elizabetha me explica mientras comienza a maquillarme que el travestimo es "acuerpar literalmente", mientras que ser una Drag es "acuerpar otra identidad u otra forma en nosotros mismos".

"Nosotras acuerpamos, nosotras decidimos qué forma le vamos a dar, cómo se va a ver: estamos vistiendo a una segunda persona. Un disfraz es algo que ya está con una forma definida que te quitas y pones" respondió de manera cándida.

Al paso de dos horas cumplidas, me percaté del cambio en el rostro y figura de cada quien: los senos de silicona sobre el torso eran de distintos tamaños, el relleno en los glúteos provocaba mayor volumen en sus caderas, y el atuendo formal las hacia parecer más elegantes de lo que imaginaba; en cambio, decidieron ser más modestas en la selección de mi ropa y sólo llevar por encima unas mallas de red; el corset negro lo eligieron de acuerdo a los colores que más me satisfacen.

Empoderamiento e Identidad en la Ciudad de México.

Un corset, pantalón corto, medias y botas altas –todas del mismo color– abrigaban la desnudez de mi cuerpo. Apenas pude sentir las piernas por las pantimedias, las cuales sirven para matizar el color de la piel y moldear las caderas.

El corset sofocaba mi tórax, los accesorios y la peluca roja me producían calor, las botas altas me hacían tropezar al caminar. Por fin pude verme al espejo: sentí placer. Se trataba de una ficción propia, piel nueva y de romper los prejuicios.

Entraron tres hombres a aquel departamento; ahora salimos tres mujeres en tacón alto y pelucas llamativas. Al caer la noche, rumbo a un espectáculo de cabaret, momentos antes a salir de la "casa de las muñecas", me advirtieron sobre miradas obscenas, silbidos o acoso callejero que podría recibir; las botas altas lastiman la planta del pie, la peluca se enreda en el rostro con facilidad y mantener el paso resulta una tarea complicada al querer exaltar la feminidad con el movimiento de caderas durante la marcha.

Entre calles angostas de la avenida Balderas, en el que se encuentran puestos de comida, las miradas fueron a quemarropa: de cabeza a pies, de lado a lado y de principio a fin. A lo lejos se percibían algunos silbidos y risas entre dientes de algunas personas que dejaron expuesto un gesto de rechazo.

Y en palabras de Elizabetha, "refieren el arte drag como si fuéramos trabajadoras sexuales, piensan que buscamos acosar, violentar y ejercer el trabajo sexual; en muchos casos no es así".

Piropos, ofensas

Al caminar por las calles de la ciudad, un hombre que rebasa la media de edad, complexión delgada y que lleva consigo una botella en las manos se acercó a pocos metros de distancia para lanzar un piropo aparentemente "inofensivo".

El Arte de la Drag.
​"Perdón, me drogo mucho y tengo que decirles que se ven muy hermosas" fueron las palabras enunciadas.

De manera opuesta, a unas cuadras de llegar a los shows que participan en los bares de la comunidad LGBTQ+ que se encuentran en la calle República de Cuba, la gente se nos acercó a pedirnos fotos y saludarnos: "es ser un superhéroe, una superheroína", me dicen.

En el lugar conocido como El Pecado, desde el momento en que cruzamos el pasillo con luces neón y escaparates iluminados, la música sonaba fuerte, y como si de celebridades se tratase, me convertí en el foco de atención:

"Son los lugares a los cuales llegar, para poder estar y poder ser nosotras mismas", me explicó Yul.

Al final de la noche, tras bailar y cantar, me despedí del personaje de Michelle: fue volver a una piel que, por momentos, sentí ajena: me enseñó que nunca es tarde para explorar y abrazar tu verdadera identidad.

Me convertí en una drag queen, un estilo de vida que permite "llevar un mensaje, como quien protesta por la desigualdad laboral y de oportunidades", me dice Elizabetha al finalizar la noche.

Detrás del Maquillaje: La Transformación en el Mundo de las Drag Queens.

MO

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