Yesenia esperó casi cinco años para este momento. Exigió, luchó, destrozó y quemó todo a su paso junto con otro montón de mujeres que igual que ella, quieren que en este país dejen de matar a sus hijas, a sus hermanas, a sus madres, a sus amigas. Hoy fue convocada a una disculpa pública por el asesinato de su hija Marichuy a quien la acusaron de haberse suicidado cuando en realidad, la mató su profesor en enero de 2016.
Tomó el micrófono en el Museo de Memoria y Tolerancia donde la acompañaba su familia y las y los amigos de su hija María de Jesús Jaimes Zamudio para escuchar las disculpas de las autoridades del gobierno y del Instituto Politécnico Nacional. Aunque en realidad, nunca pronunciaron la palabra “disculpa” o “perdón”.
Yesenia tiene casi cinco años luchando a diario para que la justicia llegue. Dijo que hoy, sintió al menos un pequeño avance hacia ese objetivo. Subió y plantó cara con el dolor a cuestas, como lo ha hecho desde que recibió la noticia de que su hija estaba muerta. Desde que tuvo que luchar para que aceptaran que la asesinaron y no que ella quiso quitarse la vida.
“He llorado, he aullado, he delirado, he quemado, he destrozado, he enloquecido… he muerto y vuelto a nacer cientos de veces desde que me mataron a Marichuy. Y en esta lucha la que me permite seguir luchan por ella, pero sin ella”, dijo y de inmediato se quebró.
Lloró y nadie ahí presente pudo esquivar su dolor.
Exigió justicia y ver tras las rejas a quienes decidieron que su hija no viviera más, a quienes le frustraron sus sueños, sus ganas de terminar una carrera, de viajar, de enamorarse, de tener una familia, de ver a sus padres envejecer. Exigió justicia aunque dejó claro que bien sabe que eso no le devolverá a Marichuy. A su niña.
“Quiero justicia pero lo que más quiero es tenerla, verla, sentirla, que le regresen su vida. Nadie de aquí puede darme eso ¿verdad? No. Pero lo que sí pueden hacer es una revolución para que no haya más feminicidas".
“Tengo mucho que reclamarle a un Estado que se niega a reconocer que hay un país machista y feminicida. Si no creyera en la justicia ya no respiraría, pero aquí estoy, soñando con la idea del día en que vuelva a ver a Marichuy y ese día le llevaré buenas noticias. Que ella, yo y todas las mujeres logramos que no mataran a ninguna más por el simple hecho de ser mujer”.
Se detuvo. Le era imposible seguir. Confesó que los recuerdos invadían su mente. Tenía tantas cosas por decir, tantas anécdotas por contar, tantos reclamos y exigencias que recordar… pero no, nada de eso le devolvería a su hija.
En el Instituto Politécnico Nacional nunca le ofrecieron disculpas textualmente, pero le aseguraron que gracias a ella, la institución hoy es mejor, que se atiende cada denuncia, que hay seguimiento oportuno, que no quieren que el caso de su hija se vuelva a repetir, que hasta aplican algo que llamaron “acosómetro” y “violentódromo”. Así, tal cual como se escucha.
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“Yo no tendría que estar aquí y si tuviera algo que decir sería: perdón”, fue lo más que pudo decir el representante de la Comisión Nacional de Derechos Humanos a nombre de Rosario Piedra, quien no asistió.
La comisionada nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, Fabiola Alanís Sálamo, rompió en llanto frente a Yesenia. Y al lado de la fotografía de Marichuy se comprometió a luchar hasta el último momento para que el feminicidio de esta joven de 19 años ni ningún otro queden impunes, para que las mujeres puedan vivir sin violencia.
“Ten por seguro Marichuy, que no va a quedar impune tu muerte. Que eres nuestra inspiración y una mujer que nos ha emplazado”, dijo Alanís.
Las palabras iban y venían. Mujeres cantaban y realizaban escenificaciones contra la violencia y el machismo. Proyectaron un video con los mejores momentos de Marichuy, esos que la hicieron feliz hasta que le arrancaron la vida. Hubo porras y aplausos. Pero no, nada de eso la trajo de vuelta.
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Así que Yesenia decidió concluir su participación recordando las frases de aquel video que traspasó fronteras, en el que a principios de este año reclamó su derecho a manifestarse, a marchar, a protestar, a destrozar, a gritar porque le quitaron a su hija, aunque aún a estas alturas, haya muchos y muchas que no lo entiendan, que se escandalicen por las pintas y no por la violencia.
“Y recuerden: la que quiera romper que rompa. La que quiera quemar que queme. Y la que no ¡que no nos estorbe! Porque antes de Mary fueron muchas, ¡fueron un chingo! Y ya no vamos a guardar silencio. En mi dolor he encontrado fuerzas para luchar por todas, por las que sobrevivieron, por las que ya no están y por las que seguimos medio vivas. Vamos a seguir luchando para que no nos falte ni una Marichuy. ¡Ni una menos!”.
DMZ