Alejandra es una joven universitaria que cada dos semanas visitaba la comunidad Cruz Azul, de donde es originaria, pero ya no lo hace tan seguido, pues desde que inició el conflicto interno por el control de la planta cementera los ánimos se crisparon al grado de que han afectado directamente las actividades comerciales.
Volvía a su comunidad para visitar a su familia y también aprovechaba para divertirse con sus amigos o familiares, pues la zona era segura a diferencia de otras zonas de la entidad; circular por las calles de esta comunidad perteneciente a Tula de Allende no representaba ninguna dificultad, las calles eran limpias y denotaban una adecuada organización para mantener la imagen urbana.
Era una comunidad próspera, una miniciudad en la que sus habitantes encontraban todo, aunque con un marcado sobreprecio a diferencia de otros puntos de la región Tula, pero para los pobladores de este lugar ello no representaba una contrariedad pues la planta cementera era próspera económicamente, y eso les permitía comprar a un costo elevado sus productos en el centro comercial o artículos deportivos excesivamente caros de su propio equipo de primera división Cruz Azul.
El ir y venir diario en la comunidad implicaba ver a obreros con su uniforme color caqui y sus cascos o a jóvenes con playeras de su equipo de fútbol favorito por excelencia, niños y jóvenes con uniformes escolares con el escudo de la cementera, jóvenes con shorts y equipo deportivo para acudir a cualquiera de las canchas o al estadio 10 de diciembre.
Todo era una aparente prosperidad, aunque, según se ha dado a conocer en los últimos años, al interior había malos manejos financieros por los que ya se han girado órdenes de aprehensión.
Con Guillermo “Billy” Álvarez fuera de la cooperativa comenzó la pugna por el control de ésta, y así un grupo fue haciéndose del control en medio de asambleas desconocidas mutuamente, constantes señalamientos entre las partes y procesos legales hacia uno u otro bando.
Finalmente, un grupo logró tener el control de la mayoría de las plantas y demás empresas de la cooperativa, a excepción de la planta ubicada en Tula, una de las más importantes del núcleo cooperativo y ahí comenzó la batalla final, que ya ha cobrado vidas y que está asfixiando la vida comercial en esta comunidad, marchitándola día a día.
Decadencia
La debacle comenzó con el cierre de las minas ubicadas en las cercanías, cortándole el suministro de materias primas a la planta Tula, y eso ocasionó molestia entre las comunidades y los ejidos por los ingresos y demás beneficios que tenían con los contratos.
Paulatinamente una a una las empresas se vieron afectadas, a los empleados les obligaron a tomar bando. Algunas empresas desaparecieron y otras cambiaron de razón social.
Ahora Alejandra ya visita poco su pueblo. El fin de semana lo pasa en el mismo lugar en donde estudia, allá sale a divertirse, pues en Cruz Azul la crispación entre los bandos ha ocasionado incertidumbre, y, por ende, que la gente deje de salir a consumir en los establecimientos de la comunidad. Cuando los visita sus papás le piden no salir, pues hay temor de hechos violentos para intentar tomar el control de la planta por enésima vez.
Los establecimientos cierran temprano, muchos bares han cerrado, lo mismo que negocios de comidas, su centro comercial ya tiene menos productos, el dinero escasea entre los obreros, pues el paro parcial de la planta a causa de un corte de energía eléctrica solicitado por el grupo de socios conocido como La Disidencia dejó sin producción a esta planta, controlada por el grupo conocido como La Resistencia. Desde hace ocho meses los empleados no cobran su sueldo, y muchos optaron por irse ya.
Actualmente acuden a trabajar aproximadamente 160 socios y 60 trabajadores, y están produciendo con un equipo generador de energía, aunque es muy costoso, lo que merma las ganancias.
La disputa entre los bandos ha derivado entre otras cosas al cierre del hospital Guillermo Álvarez Macías, el cual incluso en algún momento obtuvo contratos con el IMSS para el servicio de hemodiálisis; el equipo femenil de primera división de Cruz Azul dejó de jugar en el estadio 10 de diciembre.
Después de las 9 de la noche no hay casi nadie en las calles, los negocios de alimentos, botanas cierran temprano. Hay inseguridad en la zona, los bares pararon sus actividades.
Incertidumbre en las calles
A raíz del enfrentamiento del 27 de abril de 2022, que dejó por los menos ocho muertos, once lesionados y varios detenidos, la ciudad vive con bloqueos permanentes en ciertas vialidades, lo que ha causado confrontaciones entre habitantes, visitantes y empleados de la planta, quienes se niegan a retirar las unidades de carga o revolvedoras de las calles para impedir la libre circulación.
Lulú, quien participó en una reciente protesta de habitantes de Cruz Azul en la alcaldía de Tula narra que como vecinos padecen de calles cerradas, agresiones en la calle por parte del bando contrario, e incluso hasta disputas y rupturas al interior de las propias familias pues muchos integrantes han tomado partido por uno u otro grupo.
En Cruz Azul, dice, ya no hay unidad ni seguridad pues después de ocho muertos en el enfrentamiento por la intentona de toma de la planta la comunidad es tierra sin ley, con intervención limitada, casi nula, de parte de las corporaciones policiales, cuyos elementos dan recorridos, pero al momento de intervenir en incidentes lo hacen de manera tardía o ineficaz.
Recientemente, recuerda, se han efectuado operativos estatales contra grupos delictivos en la zona de Cruz Azul, y refiere que el establecimiento en el área se debe a la falta de seguridad en la comunidad, pues acusa que a los habitantes los tres niveles de gobierno los han dejado a su suerte, a la voluntad de los dos grupos de socios, viviendo una tensión constante.
Rosario trabaja en dicha comunidad, aunque no vive en ella. Todos los días tiene que viajar y ha sido testigo de la crispación que se vive en el lugar, constantes confrontaciones. Hasta tomar una foto en la calle con el celular genera incidentes pues todos desconfían de todos. Cerca de la planta la tensión aumenta, pues hay guardias para evitar la toma de este bastión.
El alcalde Manuel Hernández Badillo recientemente dio a conocer que la cementera tiene un adeudo con el municipio por concepto de impuesto predial, y aunque ha sostenido reuniones con directivos, no hay una fecha para el pago de este adeudo.
Y no sólo eso, pues además del adeudo con la alcaldía hay afectación económica por falta de pago a proveedores, falta de liquidez entre empleados, cierre de comercios, el cese de la recolección de basura y la cancelación del programa de manejo de residuos sólidos.
Recientemente el gobernador Julio Menchaca Salazar, reveló que había mesas de diálogo para buscar una solución a la problemática registrada en dicha cooperativa.
Las protestas para exigir que se pacifique a la comunidad a Cruz Azul continúan, y mientras tanto la actividad económica en esta zona se está apagando y podría agravarse la problemática de no existir una solución en el corto plazo.